VITORIA. A la Nazionale le esperan en Varsovia los tanques alemanes, misión para la que se encomienda de nuevo a sus leales veteranos de guerra, artífices del salto a semifinales, Andrea Pirlo y Gianluigi Buffon. 67 años y 205 partidos como internacionales suman entre ambos, pero por mucho que Cesare Prandelli se animara a rejuvenecer el vestuario y a edificar un juego más sugerente y al ataque, la experiencia fue un grado en la tanda de penaltis donde Italia amargó a los pross, que parecen haberse estancado en aquel día en que inventaron el fútbol. Montolivo había frustrado su disparo y Hart sacaba la lengua para desestabilizar al arquitecto, si bien al salto de la rana del arquero inglés le acompañó el chut con el que el azzurri emuló al checo Panenka, que en 1976 pasó a la posteridad en una final de la Eurocopa picando de forma sutil el balón. "Vi que estaba excitado y pensé en hacerlo. Era la manera más fácil de lanzar", reconoció luego el jugador de la Juventus, que al igual que Buffon, llegó al torneo con el Scudetto en la mano.

El turno fue después para Gigi, que bloqueó la pena máxima de Ashley Cole en un ejercicio que lo puso en la cumbre del Mundial de 2006. Lo avisó la víspera el maestro Lippi: "Veo en la cara de Buffon el espíritu de hace seis años". Y ahora es Maldini quien contraataca al predecir que la final será sorprendente: "Un Portugal-Italia". Si Pirlo dio en el partido de cuartos 117 pases, un tercio de los que hizo toda Inglaterra; el portero, reflejos al poder, irrumpió a los cinco minutos ante Glen Johnson para pujar con Casillas por el título honorífico de ser el mejor en su demarcación. Dio muestras de ello durante la última temporada, en la que encajó solo 16 goles: "Sinceramente, es mi mejor campaña junto con aquella de la final de la Champions de 2003. Y no estoy aquí para ser segundo".

La obra de arte que intentó con éxito Pirlo no siempre salió bien a otros compañeros. Si no, que se lo cuenten a Casquero ante el Madrid en el Bernabéu, pero otros muchos sí acertaron: Postiga, Zidane, Abreu, Milevsky o Riquelme, entre otros. Resulta que Pirlo (Flero, 19-V-1979) es de otra pasta, transitando con ese aire de bohemio y cincel en mano para esculpir una asistencia imposible. Salió por la puerta de atrás del Inter cuando no era nadie, fue bicampeón de Europa con el Milan y se coronó mundialmente con la Azzurra, para acabar abandonando también de una manera ingrata el club que más le quiso y erigirse en la piedra angular del proyecto juventino de Conte. Es un papel parecido al desempeñado por Xavi en el Barça, excelso en el pase y celestial en el tacto del cuero.

guardiola, su maestro Recuerda sus automatismos con el mejor Kaká y la vez en que el Real Madrid le llamó en dos ocasiones aunque luego se decantara por Xabi Alonso. Reconoce que Ancelotti fue quien más le ayudó a mejorar y que Guardiola fue su maestro: "Ha sido un modelo o, mejor dicho, el modelo. Por su visión de juego, tranquilidad y calidad en el pase. Yo me acababa de ir del Brescia cuando él llegó. Cuando estudiaba para entrenador venía mucho a Maranello. Se pasaba el día con nosotros para ver cómo nos preparábamos". Prandelli no pudo más que rendirse ayer a su futbolista: "Pirlo es uno de los mejores del mundo. Fue brillante. Me sorprendió". Basta con verle la cara en el momento del lanzamiento.

Buffon (Carrara, 28-I-1978) es otra cosa. Mirada desafiante, arrolladora personalidad y voz intimidatoria, un auténtico escapista en el paredón, ya que controla como ningún otro las emociones. Lo demostró en los instantes previos al reparto de la lotería de los penaltis. Varios jugadores se quedaron boquiabiertos cuando vieron que enfilaba al vestuario y les guiñaba el ojo derecho antes de volver a la escena del crimen en menos de tres minutos, tiempo que necesitó para un desahogo corporal. Estaba preparado para lo que iba a acontecer y salió de nuevo triunfal, sonrisa pícara y puño en alto mientras la portería todavía se cimbraba. Fue el octavo duelo sin goles de la escuadra azul en la historia del torneo continental -ninguna otra selección firma más-, su modus vivendi, extraña fascinación por el drama, sustentada con las victorias que enarbolan la hoja curricular de un gigante. "Yo solo pienso en parar balones, y en ganar. Y solo cuando vencemos puedo tener una sonrisa, porque antes me concentro solo en el partido. Hay muchos motivos para ser feliz... Y otros para no serlo", afirma el meta.

a por la final, al ataque Aparcado el éxtasis, Prandelli promete no recular frente a Alemania. "Prefiero recibir un gol en una contra que esperar y sufrir. ¿Revolución táctica completada? Estamos al inicio, pero tenemos la responsabilidad de intentarlo. En este momento la diferencia la marcan los equipos que elevan la línea defensiva y que tienen el coraje de jugar", considera al albur del dato de posesión (70%) ante los de Hodgson. Pero como percibe complicado el futuro, él avisa: "Si no queremos ver Mundiales y Eurocopas por televisión, debemos hacer un fútbol que proponga. Las nuevas generaciones quieren ver este tipo de fútbol y no pensar en el resultado desde el minuto uno". Su preocupación, como la de España, alude al aspecto físico, instando a la UEFA a reflexionar sobre el calendario. Pero vuelve sobre el discurso e insiste: "Tocará arriesgar. Si no, antes o después nos meterán un gol". De su lado tendrá al hogar de jubilados de la Azurra, aunque sabe que llegará el día en que no podrá usarlos como escudo.