Bilbao. A mediados del pasado mes de mayo, la Federación polaca de fútbol anunció mediante un escueto comunicado que su capitán, Jakub Blaszczykowski, centrocampista de 26 años del Borussia Dortmund, iba a incorporarse con varios días de retraso a la concentración de su selección en Linz (Austria). El propio jugador lo recalcó en su página web, aduciendo "razones personales", sin dar mayores detalles. Varios días después se conoció la verdadera razón de su retraso. Kuba, como se le conoce en su país, se había ausentado para asistir al funeral de su padre, Zygmunt, fallecido a los 56 años. A la desgracia de haber perdido a un progenitor se le unía en el caso de Blaszczykowski el recuerdo de un episodio trágico de su infancia, un macabro recuerdo que, insumergible, volvía a salir a flote.
En septiembre de 1996, cuando no era más que un chaval de 11 años que comenzaba a dar patadas a un balón en las categorías inferiores del Rakow Czestochowa junto a su hermano Dawid, asistió a un suceso horrible, de los que se graban a fuego en el cerebro de cualquier niño. Un maldito día, Jakub tuvo que presenciar cómo su padre mataba a cuchilladas a su madre, Anna, tras una fuerte pelea conyugal. Zygmunt fue sentenciado a 15 años de cárcel, la familia quedó absolutamente rota y tuvo que ser una abuela la que se hiciera cargo de los destrozados chiquillos. Zygmunt cumplió su condena y posteriormente salió de la cárcel, pero Jakub y Dawid jamás volvieron a tener contacto con él. Jamás, hasta el día del funeral.
Blaszczykowski, obviamente, siempre ha intentado esquivar tan truculento episodio de su biografía, pero hace dos años se sinceró en una entrevista ofrecida a un canal de televisión polaco. "Sé que ese recuerdo me va a acompañar el resto de mi vida. Daría todo lo que fuera a cambio de que mi madre estuviera viva. Lo que ocurrió dio un giro de 180 grados a mi vida. Fue como si una roca hubiera caído sobre mi cabeza y una semana después despertara y tuviera que volver a comenzar con mi vida y sobreponerme a todo como si nada hubiera ocurrido. Nunca entenderé lo que pasó ni la razón por la cual pasó", reconoció visiblemente emocionado.
Tras el durísimo trance de perder a su madre en semejantes circunstancias, siendo además testigo directo del suceso, Jakub creció en un hogar en el que su abuela rápidamente vio que el deporte, en este caso el fútbol, podía ser una buena válvula de escape para que los chavales recuperaran el ánimo. En ese instante fue muy importante la entrada en escena de su tío, Jerzy Brzeczek, exjugador profesional durante casi 20 años y excapitán de la selección de Polonia que por aquel entonces aún se encontraba en activo. Brzeczek animó a Jakub a volver a los entrenamientos para distraerse y dejar atrás los desagradables recuerdos y este respondió volviendo a enfundarse la camiseta del Rakow Czestochowa un año después de la pérdida de su madre. Desde entonces, su progresión fue notable. En 2004, cuando contaba con 19 años, su tío le consiguió una prueba en el Wisla Cracovia y los técnicos se quedaron maravillados con sus posibilidades desenvolviéndose por la banda derecha de la medular, donde ya por aquel entonces hacía gala de su rapidez y habilidad. Blaszczykowski debutó en el primer equipo en marzo de 2005 y no tardó en hacerse con un lugar en el once titular. Una campaña después debutó en la selección, en la que luce el brazalete de capitán desde 2010, y fue elegido mejor centrocampista de la Liga polaca.
ÉXITO La Bundesliga no tardó en lanzar sus redes sobre él y durante el verano de 2007 el Borussia Dortmund pagó tres millones de euros para hacerse con sus servicios. Desde su desembarco en la competición alemana Kuba no ha hecho sino crecer. Mejor jugador polaco de 2008 y jugador preferido por la afición en 2009, Jakub ha sido pieza fundamental en la eclosión del conjunto del Westfalenstadion en los dos últimos cursos, ganando dos títulos de Liga y una Copa. Los Nuri Sahin, Mario Gotze, Shinji Kagawa y Robert Lewandowski han acaparado muchos titulares, pero la regularidad y calidad del capitán polaco son fundamentales para su técnico, Jurgen Klopp. También para su seleccionador, Franciszek Smuda, que gracias a él y al lateral Lucasz Piszczek, también del Dortmund, puede alinear una banda derecha de sobresalientes prestaciones.
Finalmente, pese a la tragedia que inundó de lágrimas su infancia, Kuba ha conseguido salir adelante en su vida profesional, pero también en la personal. Casado, padre de una niña de 14 meses y católico practicante -asegura que no pasa un día sin leer algún pasaje de la Biblia- Blaszczykowski es muy querido en Polonia, entregada a una selección que en la jornada inaugural empató ante Grecia. Él asegura que se lo debe todo a su abuela, la persona que salió a su rescate en el peor momento de su vida, la figura que le ayudó a recuperar el norte cuando tuvo que lidiar son un suceso por el que ningún niño tendría que pasar nunca.