Vitoria. Sólo quedan tres. El reto de reincidir en las ascensiones más elevadas y peligrosas del planeta está cada día más cerca. Juanito Oiarzabal ha vuelto a caminar por las nubes. Esta vez el gasteiztarra ha hollado la cima del Shisha Pangma junto a Juanjo Garra, Ariel Perinetti y Carlos Pauner. Fue el propio Pauner quien, a través de su web, confirmó la hazaña acaecida el viernes -aunque suscita cierta inquietud que, en la postdata del escrito, revele que no pueden afirmar que se trate de la cima principal "por problemas de comunicación"- , mientras tranquilizaba a familiares y alpinistas, explicando que los integrantes de la expedición ya habían comenzado el descenso y alcanzado el primero de los campos de altura para buscar posteriormente refugio, a lo largo de la jornada de ayer, en zonas menos elevadas de la montaña para llegar al campo base de una expedición que tuvo un ascenso complicado por culpa de las malas condiciones meteorológicas y que, además, se vio obligada a abrir huella en el camino hacia la cumbre. Todo ello complicó aún más una ascensión ya de por sí compleja y que les llevó muchas horas de esfuerzo.
No era primera vez que Juanito se enfrentaba al Shisha Pangma. En 1998, el gasteiztarra tocó la coronilla de la montaña tibetana y dos años antes la tragedia le tocó de cerca con el fallecimiento de José Luis Zuluaga. En 2007, Juanito hubo de abandonar a los 6.300 metros, también por la cara sur. Además, hace tres años, coronó la cima central, también de altura superior a 8.000 metros, aunque las leyes no escritas del alpinismo obliguen siempre a tocar el pico más alto para poder atribuirse la ascensión.
el proyecto
'2x14x8.000'
Tras regresar, en 2010, del Annapurna, Juanito reveló sus intenciones. Repetir la batería de ascensiones que otorgan el cum laude en el ámbito del alpinismo. En aquel momento, ya había hecho más de la mitad del trabajo, siete ochomiles duplicados: Cho Oyu (2002), Gasherbrum I y II (2003), K2 (2004), Makalu (2008), Kangchenjunga (2009) y Annapurna (2010). La decisión se había tomado hacía un año.
"En el 1995, me di cuenta de que podía aspirar a los catorce. Y por fin en la primavera del 99, en la cumbre del Annapurna, acababa mi particular carrera. Me convertía en el sexto hombre en conseguirlo. Un hito que me valió reconocimientos de todo el mundo del alpinismo. Pero ningún punto final...". De esta forma describía Oiarzabal el final de su primer proyecto a largo plazo. Su primer ramillete de ochomiles que engarzaba, como la escalera de Penrose, con una nueva e idéntica empresa de altura. El espíritu competitivo del alpinista gasteiztarra se refleja, de igual modo, en este prólogo alojado en su página web. "Yo seguía subiendo ochomiles, mientras los tres grandes alpinistas -para muchos los mejores de la historia moderna (se refiere Reinhold Messner, Jerzy Kukuczka y Erhard Loretan)- acababan su colección de cumbres. El polaco se quedaba para siempre en las montañas, y el tirolés y el suizo automáticamente se retiraban. Parece lógico, tras asumir tantos riesgos, durante tantos años".
Pero la lógica no casa con el Oiarzabal montañista. Con su vis más vehemente. Si no podía cogerlos en la carrera de los ochomiles volvería a subirlos. Los catorce. "Puede que no haya sido el más innovador, ni el más técnico entre los grandes ochomilistas. Pero que nadie dude de que, a mi manera, quiero ser distinto". Este es el camino de Juanito. Tan semejante. Tan distinto.