Güeñes. La semana pasada Samuel le mandó un SMS de felicitación a Fernando Alonso tras su victoria en Sepang y su paisano asturiano, piloto de Ferrari y fanático de la bicicleta, le devolvió el abrazo y la enhorabuena, pues ese mismo fin de semana el ciclista de Euskaltel-Euskadi había descongelado también el palmarés de la temporada ganando la sexta etapa de la Volta. "¿Qué, ya le has dado al turbo?", le vino a preguntar Alonso a su amigo. Claro, hubiese respondido cualquiera, se acerca la Vuelta al País Vasco.
La carrera vasca vertebra la trayectoria deportiva del ovetense, que cuando se le pregunta por las razones de ese vínculo tan estrecho está sentado en la terraza del hotel Erreka de Güeñes, por lo que apenas tiene que levantar la vista, proteger sus ojos del sol con la palma de la mano y señalar con la otra los tejados de un grupo de caseríos desperdigados. Dos de ellos pertenecen a los Amezaga, la familia que le acogió cuando solo era un crío que perseguía el sueño del estrellato ciclista. "Me he criado en Güeñes. Aquí me hice ciclista y persona. Y eso quiere decir que aprendí a vivir este deporte como se vive en Euskadi, entendí lo que significaba la Vuelta al País Vasco y fui asimilando el peso que la carrera tiene en este equipo, que, en parte, mucha, es del pueblo", explica Samuel, que en estos años ha interiorizado tanto la ronda vasca que es capaz de comprimir esa relación en una frase posesiva: "Es mi carrera".
Es una cuestión tan sentimental como estadística.
Ayer por la mañana, los chicos de Euskaltel dieron una vuelta en bicicleta por Enkarterri y a Samuel le bastó posarse en la cima de Beci para empezar a recordar. "Tengo una foto aquí mismo de la Vuelta al País Vasco de 2002, la primera que corrí. Yo estoy atacando, se ve a De los Ángeles por detrás y a Casagrande girando la cabeza a un lado para observarme". Ese año, fue décimo en la general, su peor resultado. En 2003, con 25 años, pisó su primer podio. Acabó tercero tras Mayo y Hamilton en la única Vuelta al País Vasco que ha ganado Euskaltel-Euskadi. "Le dimos la vuelta a la carrera el último día en Erlaitz. Fue uno de los momentos más especiales de la historia de este equipo. Iban me ha puesto el listón muy alto". Lo dice Samuel porque pese a que en diez años -no ha corrido todas la ediciones- ha pisado todos los cajones del podio, ha vestido de líder varias jornadas y ha ganado cinco etapas -algunas tan emotivas como las dos últimas llegadas a Arrate-, el triunfo final le huye, una resistencia que para el ovetense no requiere de profundas reflexiones. "La única razón", resume, "es que esta carrera es muy difícil de ganar por el nivel de los rivales".
En diez años y tras tres podios, Samuel solo se ha sentido capaz de ganar la carrera una vez. "En 2007, el año de Cobo". Una pájara tremenda en Erlaitz, cuando marchaba escapado con el cántabro, le eliminó. Al día siguiente, ganó la crono de Oiartzun y escaló hasta el tercer peldaño del podio.
Su mayor decepción fue la de 2006, cuando perdió el amarillo en la crono final de Zalla ante Marchante. Ese recuerdo ha cicatrizado en Samuel. "No gané porque en la crono no iba y no iba". Paradójicamente, esa edición de la Vuelta al País Vasco señala la madurez ciclista del asturiano. En 2005 había ganado una etapa de la Vuelta a España, pero desde esa primavera de 2006 en la ronda vasca -ganó dos etapas y se pegó de lo lindo con un joven e inquieto Contador en cada cuesta del recorrido- creció enormemente su condición. Ese mismo año volvió a triunfar en una etapa de la Vuelta en la que fue sexto y se llevó también el Gran Premio de Zurich, la primera gran clásica que ganaba Euskaltel-Euskadi en su historia.
"Ese año y, en concreto esa Vuelta al País Vasco representa mi cambio de mentalidad", explica. "Fue un giro radical en mi manera de entender el ciclismo. Entendí que para llegar a algo había que vivir por y para la bicicleta. Me hice un profesional de verdad. Empecé casi de cero en todo: la alimentación, los nuevos métodos de entrenamiento...". Empezó a ser quien es.
Alguien a quien Gorka Gerrikagoitia, director de la escuadra naranja, coloca en el crisol de perfiles psicológicos en el grupo de los que están dispuesto a hacer lo que haga falta, todo lo que está en su mano, para alcanzar el éxito. Un tipo tan determinado y profesional que se sobrepuso a dos fuera de control consecutivos en el Tour que hubiesen persuadido a cualquier otro de volver a asomar el morro por Francia. Samuel convirtió ese calvario en un podio -2010 tras descalificación de Contador-, un triunfo de etapa -el de Luz Ardiden- y el reinado de la montaña -el pasado julio-. Ha pisado varias veces el podio de la Vuelta, donde suma cinco etapas, y en 2008 alcanzó la gloria olímpica. De la pared del salón de su casa cuelgan enmarcadas algunas de las fotos que recogen esos momentos. Le falta la de la victoria final de la Vuelta al País Vasco.
"Pero este año", alerta Gerrikagoitia, "no está bien, sino muy, muy bien". "Le ha venido estupendo el cambio de calendario. En lugar de París-Niza y Criterium Internacional ha corrido Andalucía, Murcia y Volta y eso le ha permitido llegar, creo, mejor".
Samuel, en cambio, prefiere no hablar ocasiones finales. Dice que nunca siente que es la definitiva. "No quiero hacerlo porque cada vez que lo he hecho ha aparecido alguien o algunos que me han superado". En esta oportunidad se refiere a Klöden y a Horner, los dos últimos vencedores, a Cunego, Scarponi, Van den Broeck, Gesink o Joaquim Rodríguez. "Siempre te sale alguno". Y siempre también, o casi, la carrera se decide en la crono. "Esta es lo suficientemente exigente para que será decisiva". La foto final de la vuelta se tomará el sábado en Oñati. Samuel espera que el domingo esté colgada de la pared de su salón.