Vitoria. A veces sobran las palabras. Un documental que comprime en imágenes la última temporada de Euskaltel-Euskadi ameniza la presentación del equipo en Gasteiz y, de paso, le permite a Miguel Madariaga, presidente de la Fundación Euskadi y, de nuevo, mánager tras la marcha de Galdeano, reducir el repaso a 2011 a dos frases conectadas: "No olvidaremos la temporada pasada, la de las etapas en las tres grandes y el maillot de la montaña en el Tour". Hay más cosas que no hace falta decir. La presentación de la decimonovena campaña prescinde del boato de los magnos palacios de las capitales vascas, los grandes escenarios y los focos cegadores, y se recoge en un salón a pie de calle del hotel Lakua, en Gasteiz, más bien pequeño y oscuro. Es un acto íntimo en el que se citan los 23 corredores del equipo, el cuerpo técnico y medio centenar de personas, entre medios de comunicación, familiares y personalidades. No hay alfombra roja ni photocall. Hay quien denomina sencillez a lo que en realidad es una austeridad forzada para un equipo asentado con indudable éxito en lo deportivo, pero inquieto por su futuro económico y reflexivo sobre la vigencia de su ideología.

La austeridad traslada a Madariaga a los orígenes del equipo. "Así, en salones de hoteles, nos presentábamos en aquellos tiempos en los que nacía este proyecto y caminaba soñando con el Tour", dice. "En lo deportivo, este equipo nada tiene que ver con aquellos", prosigue el presidente de la Fundación; "estamos en la cima. Corremos en la mejor liga del mundo y hemos subido al podio de París. Pero económicamente estamos en una situación parecida, mala. Este es un año duro".

Desde finales de la temporada pasada viene el vizcaino tratando de cerrar un presupuesto, el de 2012, al que le queda un hueco de 600.000 euros por tapar de un total de 6,8 millones. Eso, contando con que se cumplan las promesas que ha recibido de varios de los patrocinadores actuales del equipo para vitaminar las cuentas en el presente ejercicio. El resto, los cien millones de las antiguas pesetas, cuenta Madariaga, no sabe de dónde van a salir. "Yo no quiero volver al hospital con otra úlcera de estómago como en aquellos años de penurias. No puedo hacerlo. Estoy cansado. Lucharé por sacar este año adelante, pero luego, Otro tiene que venir otro a coger las riendas".

Es de lo que se habla, de una transición. Euskaltel-Euskadi está de mudanza. El equipo ciclista cambiará de dirección: de la Fundación Euskadi, su matriz desde hace 19 temporadas, a la de su máximo patrocinador. Euskaltel asumiría la gestión del equipo de cara a 2013, un asunto aún en el tubo de ensayo de un laboratorio. "Estamos en una época de cambio", confirma Madariaga; "viajamos hacia otro proyecto. Un proyecto fuerte y distinto que llevarían otras personas". Un nuevo Euskaltel.

La cantera ¿Cuanto de nuevo, de distinto? Euskaltel-Euskadi es el equipo más antiguo del pelotón. Tiene 19 años, más que ningún otro. Las canas le conceden el respeto de la UCI y el Tour, también su admiración. Lo de la simpatía que despierta tiene otro origen, su ideología: es el conjunto de los vascos que se alimenta de sus propios hijos, la cantera que amamantan y enseñan a andar en bicicleta las sociedades ciclistas vascas y luego acaban vistiendo de naranja, el color del éxito ciclista en Euskadi. A esa manera romántica de subsistir le enciman ahora las dudas sobre su vigencia. Dicen que su existencia en el paisaje moderno multirracial y globalizado es un anacronismo.

Euskaltel-Euskadi está a punto de sumergirse en la misma época de indecisión que el Athletic -el club con el que se emparenta- en la primera década de los 90, cuando la Ley Bossman permitió la libre circulación de los ciudadanos europeos y los equipos de fútbol estatales se llenaron de extranjeros. El debate recorrió como un escalofrío la espina dorsal del club rojiblanco. ¿Qué hacemos?, se preguntaban. ¿Es suficientemente importante mantenernos en Primera con una filosofía que nos hace especiales, únicos? O, por el contrario, ¿hay que aspirar a ganar títulos? Intervinieron sociólogos que redujeron a cenizas los cimientos del club cuando hablaron de que aquello de los 12 aldeanos era un anocronismo sin lugar ni sentido a punto de desenbarcar en el siglo XXI. Los socios más apasionados prometieron romper en mil pedazos su carné si un futbolista extranjero pisaba San Mamés vestido de rojiblanco. No desembarcaron extranjeros en el Athletic, pero el debate no está enterrado. Los malos resultados, el peligro de caer al infierno de Segunda, lo resucita de vez en cuando.

Una debate ideólogico similar viene a proponerle el futuro, más pronto que tarde, a Euskaltel-Euskadi.