lleva casi tres cuartas partes de su vida ligado al rugby. Desde que con 12 años Pedro Montoya se enrolara en el Gaztedi, el balón ovalado ha sido una constante. Primero como jugador y desde 1996 como árbitro. El rugby siempre a su lado. Es la pasión de este gasteiztarra de 44 años, árbitro internacional y que aprovecha la más mínima ocasión para disfrutar de su deporte.
Por eso, Montoya ha estado presente hasta el pasado domingo en Nueva Zelanda para vivir en directo el Mundial de rugby. Allí, en el país oceánico, ha presenciado su cuarto mundial tras haber acudido con anterioridad al de Gales en 1999, Australia en 2003 y Francia en 2007. Fue en la cita en el país galo donde surgió la idea de acudir en este 2011 hasta las antípodas. "Fui con unos amigos a ver el Mundial a la zona de Marsella y Montpellier y hablamos de la posibilidad de ir hasta Nueva Zelanda dentro de cuatro años, por lo que dijimos de ahorrar".
Dicho y hecho. Mes a mes fueron reservando un dinero con el que costearse el viaje hasta Nueva Zelanda. Ahora acaba de llegar tras disfrutar junto a unos amigos y su novia de una experiencia en la que ha disfrutado como nunca. "Han sido 20 días conociendo en una caravana un país increíble y en los que hemos visto 21 partidos de los 48 del Mundial", relata Montoya aún con emoción por el recuerdo cercano en su memoria.
El alavés ha combinado turismo con su gran hobby, pero sobre todo ha podido comprobar en sus propias carnes la pasión con la que sienten el rugby en un país como Nueva Zelanda. "En Gales, Francia y Australia se vive de una manera especial. Es algo comparable al fútbol en España, pero en Nueva Zelanda es mucho más. Allí el rugby es como una religión. En cada pueblo, por pequeño que sea, hay un campo de rugby".
Días después, el árbitro internacional aún alucina con lo que se ha encontrado en este último Mundial. "Ha sido una barbaridad. Oleadas de gente, todas vestidas con sus colores, compartiendo unas cervezas, animando a sus equipos con sus cantos, riéndose...".
TODOS EN ARMONÍA Por eso, todos esos recuerdos aún permanecen intactos en su retina. Más aún los de una final entre los anfitriones y Francia por la que pagó 300 euros. Casi nada, teniendo en cuenta que había entradas que ascendían a los 800 y hasta los 1.000 euros. El partido por el campeonato fue "una gozada" para Montoya. "Veías a los de casa gritar 'All Blacks, All Blacks' y después a los franceses 'Allez les bleu, Allez les bleu', fue increíble", relata. "Estaba todo el mundo compartiendo unas cervezas, animando a sus equipos y todo ello en armonía, ya que lo que les unía es el rugby", añade.
No olvida la experiencia Pedro Montoya. Le ha dejado marcado el fervor y la pasión que los neozelandeses sienten el rugby. Viven por y para este deporte en muchos casos. El exjugador del Gaztedi era consciente de ello antes de partir hacia allí. Por eso cargó su maleta con un buen número de camisetas del conjunto gasteiztarra, consciente de que esto le permitiría integrarse más rápidamente con los locales. "Tu vas allí a un pequeño pueblo con tu camiseta de rugby del Gaztedi de Vitoria y la gente muy amable te pregunta ¿y eso qué es?. Te dicen: ¿¡Ah! Eres del País Vasco? y te cambian la camiseta. El rugby da pie a que la gente se porte contigo de manera fenomenal", comenta.
Esa cordialidad de los lugareños ha permitido a Montoya regresar con un buen número de camisetas de equipos locales. Las suyas del Gaztedi por la de los clubes neozelandeses. Ha sido un fructífero intercambio. "He traído unas cuantas", se felicita. Un nuevo tesoro para este amante del rugby. Son recuerdos que nunca olvidará. Siempre en la retina. Grabados a fuego. Allí en un país que vive como nadie el rugby.
Por eso, Montoya tiene claro que si Nueva Zelanda no hubiese ganado su Mundial después de veinticuatro años de seguía habría sido "un drama. Un desastre". "Los All Blacks eran los que mejor estaban jugando y en la fase de grupos habían ganado de 20 puntos a Francia, pero en la final les costó mucho porque los franceses se defendieron bien", añadió al respecto.
Han sido muchas las cosas que le han impresionado de este pasado Mundial al gasteiztarra. Una de las que más, "la diferencia que existe entre los jugadores profesionales de los que no lo son. Como están preparados técnica, táctica y físicamente. Es una barbaridad", recuerda.
ESPAÑA, LEJOS También le ha sorprendido el crecimiento que han dado países con menos tradición como Canadá, Tonga o Japón, que, a su juicio, "han practicado un buen rugby, muy competitivo, rápido y con las ideas claras". El secreto del ascenso de estos países se debe en su opinión a que "han cogido entrenadores franceses y australianos y poco a poco van incrementando sus prestaciones".
Montoya ve "complicado" que España pueda experimentar un salto importante en unos años y pueda codearse con la élite mundial. Aún falta tiempo. Probablemente mucho, más del que se piensa. "Los pasos se están dando, pero son cortitos y hay otros que dan zancadas", asegura el colegiado vitoriano.
En su opinión, hace falta "más humildad". Montoya cree que hay que mirarse "menos al ombligo" y dejar de creerse que "somos los mejores". "Hay que empezar a trabajar y saber que a eso sólo se llega con esfuerzo, con trabajo con dedicación, no para ganar dinero", concluye.