ESPAÑA Pau Gasol (17), Rudy (14), Navarro (27), Calderón (17) y Marc Gasol (11) -equipo inicial-, Ricky, Llull (4), Sada (2), Reyes (2), Claver, San Emeterio e Ibaka (4).
FRANCIA Noah (11), Batum (10), Parker (26), Pietrus (4) y Diaw (12) -equipo inicial-, Seraphin (4), Albicy (1), Kaudi (3), Traore (4), De Colo (2), Tchicamboud y Gelabale (8).
Parciales 25-20, 25-21, 25-21, 25-23.
Árbitros Lamonica (ITA), Belosevic (SRB) y Radovic (CRO). Pietrus y Noah fueron eliminados por cinco personales.
Pabellón Kauno Arena de Kaunas ante unos 14.500 espectadores.
El Kauno Arena de Kaunas ingresó ayer en el mapa de la leyenda que todavía continúa escribiendo una generación irrepetible. Será uno de los escenarios que se evocarán cuando en el futuro se reciten las hazañas de un grupo de jugadores que han cambiado, bajo la inabarcable sombra de Pau Gasol, la historia del baloncesto en este país. España aplastó a Francia en la final del Eurobasket de Lituania. Cumplió con los pronósticos. Era el mejor equipo, estaba obligado a ser el mejor equipo y lo ha sido. Cualquier película cuyo desenlace hubiera estado teñido de un filtro distinto al dorado debería haber sido contemplada como un fracaso. Pero el peso de la lógica, que se impuso con tozuda naturalidad en una final maravillosa, aunque plácida, en absoluto debe restar mérito alguno a un equipo que eleva el baloncesto a la categoría de arte.
Había dicho Scariolo durante el transcurso del torneo que esta selección es capaz de hacer que todo parezca sencillo. No lo es en absoluto. A pesar de haber atravesado algunas fases de titubeos, de haberse dejado llevar en algunos encuentros carentes de trascedencia, España se ha mostrado de largo como el mejor equipo del torneo. Como los grandes toreros, los pupilos del preparador lombardo se crecen en las grandes tardes. Sestean ante los rivales a priori más sencillos y sacan pecho cuando los contrincantes de campanillas les miran directamente a los ojos. Francia lo intentó. El conjunto galo aguantó mientras pudo el inclemente rodillo. Los grandes jugadores, y España anda sobrada de ellos, brillan en las finales. Y así lo entendieron los primeros espadas de un combinado que revalidó con autoridad el título de monarca continental que conquistó hace dos años en Polonia.
Todos los tipos que ayer pisaron el parqué del Kauno Arena enfundados en la elástica blanca con la que España disputó el partido decisivo ofrecieron su mejor versión. Por primera vez en todo el torneo España ofreció algunas pinceladas del infinito potencial que atesora. Y cuando juega así, salvando a un combinado de Estados Unidos con todas sus estrellas, nadie puede hacerle siquiera sombra. El liderazgo de Pau, la solidez de Marc y el trabajo destajista de un Rudy que ha heredado el espíritu desprendido y colectivo del inolvidable Carlos Jiménez sentaron los cimientos para que dos hombres que ayer tenían muchas ganas de reivindicarse dieran un paso al frente.
Juan Carlos Navarro, rey del baloncesto continental, siempre busca escaparates para cerrar la boca a todos aquellos que aún señalan como fracasada su aventura americana. José Manuel Calderón, piernas, cabeza, carácter, se sentía en la necesidad que no le brinda la NBA de mantener duelos en igualdad de condiciones con Tony Parker, el alma y el cerebro de un equipo sobrado de músculo pero limitado en fundamentos.
La Bomba dinamitó cualquier esperanza de éxito del cuadro galo con una nueva exhibición de descaro. El base extremeño, bien escoltado por Ricky Rubio y Sada, cortocircuitó al excepcional director de juego de los Spurs. A Francia sólo le quedó la opción de embarrar el partido, de conducirlo al terreno de lo físico, de lo barriobajero si resultaba preciso. También ahí encontró respuesta. España replicó con la intensidad de Ibaka, descomunal para sellar el aro, y ofreció su mayor rendimiento defensivo en el campeonato. Pudo correr. Y corrió. Voló. Gozó e hizo gozar.
Y así, tras sortear el campo minado y acabar por desgaste con los franceses ya para el tercer cuarto, llegaron las sonrisas, la liberación. Ha caído otro oro, otra medalla, una más para jalonar la fábula de un equipo de ensueño. Dentro de muchos años se contarán las hazañas de este grupo. Y el Kauno Arena será sólo uno de los escenarios en las que las firmaron.