ESPAÑA Pau Gasol (19), Rudy (8), Navarro (26), Calderón (9) y Marc Gasol (7) -equipo inicial-, Reyes (3), Ricky, San Emeterio (2), Llull (3), Claver, Sada e Ibaka (9).
ESLOVENIA Lakovic (3), Muric (4), Z.Dragic (2), Begic (10) y Lorbek (7) -equipo inicial-, Slokar (4), Ozbolt (6), Rupnik (2), Smodis (6), Udrih, G. Dragic (14) y Jagodnik (6).
Parciales 16-23, 19-8, 36-14, 15-19.
Árbitros Christodoulou (GRE), Belosevic (SRB) y Latisevs (LET). Sin eliminados.
Estadio Kauno Arena de Kaunas ante unos 5.000 espectadores.
La selección española va sobrada para ganar el Eurobasket. Da igual que su juego haya perdido cualquier atisbo de brillo, que los planteamientos colectivos resulten cuestionables o que todo el protagonismo ofensivo recaiga en unas pocas piezas mientras la nómina de secundarios se mantiene muy por debajo del nivel deseable. Va sobrada. Tanto, que ni siquiera los excesos de confianza, que podrían resultar letales en los cruces, le pasan factura. Quedó muy claro ayer. En un partido en el que nadie dudaba del resultado final, Eslovenia salió respondona. Al abrigo de los ardides del viejo lobo Maljkovic, cuajó un primer cuarto soberbio y amagó con ofrecer un partido equilibrado. Pero fue sólo un espejismo. España, que tiene el triunfo en su lista de rutinas, se desperezó y acabó por imponer una lógica que pesa, en ocasiones, más que los méritos.
El equipo español tiene ya una plaza en las semifinales, donde se medirá a la sorprendente Macedonia. Por séptima vez consecutiva, que se dice pronto, se cuela entre los cuatro mejores equipos de un Eurobasket. Se encuentra muy cerca del objetivo que, al menos desde las altas instancias, se fijó para la cita lituana. Si se impone mañana al combinado liderado por el eléctrico Bo MaCcalebb, se habrá asegurado además un billete para los Juegos de Londres. Aunque para obtenerlo, sin duda tendrá que ofrecer un nivel de concentración mayor al exhibido en el arranque del choque de ayer. O no.
Eslovenia pasa por ser un combinado muy justo de efectivos, y más aún de carácter para competir. Es algo endémico, que viene de siempre, grabado a fuego en el ADN de sus técnicamente brillantes jugadores. Quizá otro rival podría haber hecho mucho más daño al equipo español, que sesteó durante los primeros quince minutos y azuzó la escasa fe con la que el rival se había presentado a la cita para después disiparla con crueldad. Pese a todo, el equipo de Maljkovic sacó tajada a su mayor hambre para manejar unas rentas que incluso al término del primer parcial (16-23) invitaban a creer en milagros.
Aunque se han criticado muchas de sus decisiones -con bastantes argumentos y razón en algunos casos-, fue Sergio Scariolo el que tomó la iniciativa para variar el rumbo de un encuentro que comenzó a tomar un cariz demasiado espinoso. El técnico italiano varió la disposición defensiva, ordenó una zona 1-3-1 y secó el caudal ofensivo del cuadro balcánico. El madridista Mirza Begic, que llegó a hacer daño a Pau Gasol en los primeros compases del duelo, sufrió mucho cuando el jugador de los Lakers se desperezó y comenzó a mandar. Y así España fue recortando la desventaja y, más importante aún, enviando señales inequívocas de que nada iba a ser como estaba pareciendo hasta ese momento.
Eslovenia cerró el segundo cuarto con sólo ocho puntos tras el cambio defensivo. Pero lo peor aún estaba por llegar. El tercer parcial trajo consigo un vendaval. España destapó el tarro de las esencias. Con Pau y Navarro (17 puntos en este periodo) al mando de las operaciones, el equipo de Scariolo finiquitó el partido tras lograr en esos diez minutos más puntos (36) que en los veinte anteriores (35).
España va sobrada. Cuando quiso, pudo. Despertó a tiempo ante un rival huérfano del hambre que se requiere para tumbar al gran favorito. Macedonia se presenta en el horizonte como un contrincante a priori asequible, fácil incluso. Y ahí está el peligro. España alcanza la semifinal con los mismos vicios que comenzó el torneo. Aunque también con el mismo potencial.