alain laiseka

Rein Taaramae (Cofidis)4h39:01

Juanjo Cobo (Geox)a 25''

David de la Fuente (Geox)a 29''

GENERAL

Bradley Wiggins (Sky)55h54:45

Christopher Froome (Sky)a 7''

Bauke Mollema (Rabobank)a 36"

La etapa de hoy, 14ª: Avilés-Alto de L'Angliru (142,2 kms.). Teledeporte (15.45 horas). Eurosport (16.30 horas).

Hay quien piensa que todas esas viejas historias sobre el valor sentimental del ciclismo no son más que eso, viejas historias caducas, cuentos trasnochados, obsoletos, leyendas, leyendas. Solo eso. Mitos como el de aquel gregario del campeón que se puso líder del Tour, no quiso vestir el amarillo por vergüenza y tuvo que ser su jefe, un tal Merkcx, el que le obligase a subir al podio. ¿Sentimiento? ¿Corazón? Eso ya no se lleva, dicen los desalmados, los agnósticos, los alumnos de la escuela del pensamiento moderno, los resultadistas. Ganar, ganar; money, money. Es lo único que cuenta.

Lo desmiente, afortunadamente, en La Farrapona, la voz nerviosa y sincera de David de la Fuente, que a dos kilómetros de meta, cuando se juega la etapa con Rein Taaramae, recibe por el pinganillo una orden terrible. "Párate y espera a Cobo, que viene cerca", le vienen a decir. Y sin dudarlo, sin discutir, sin revelarse y ni siquiera pensar en qué hay de lo suyo, que tiene una etapa de la Vuelta a tiro, al 50% con el estonio, aminora la marcha, se levanta del sillín y gira el cuello para esperar la llegada de su compañero Cobo, que, efectivamente, viene solo y desatado a por la Vuelta. Dos kilómetros más arriba, después de que De la Fuente le quite el aire un rato, el cántabro le ha dado una coz tremenda a la general. Es cuarto a 55 segundos del infalible Wiggins, el líder serio y británico de la Vuelta, y aspira a todo. ¿A ganar? A eso jugó ayer el Geox. Para eso, era necesario que David perdiese la etapa.

"El compañerismo y la amistad valen más que cualquier victoria", sorprende De la Fuente con su respuesta cuando, recuperado el aire, consiguen preguntarle si es consciente de que ha perdido la oportunidad de ganar una etapa en la Vuelta. "No me lo he pensado. Me han mandado parar y he parado. El equipo es lo primero", dice. Y los valores. "Hay cosas más importantes que ganar. Los amigos merecen más la pena que todo eso". No pudo, sin embargo, echar una última mirada para ver cómo su sueño se iba convirtiendo en un punto rojo, el color del maillot del Cofidis para el que corre Taaramae, que se hacía cada vez más pequeño hasta desaparecer. "Se me ha partido el corazón cuando veía que se iba". A Cobo, sin embargo, se lo entregó entero. Le hizo un kilómetro fantástico.

Decisión dolorosa Para Matxín, contó con su voz ajada de cantante afónico, la decisión, parar o no a David, fue una cuestión tan fraternal que para tomarla tuvo que separar al director de la persona. El primero no dudó; le dijo "párale" y es lo que hizo. Al segundo, a la persona, se le encogió el corazón. Tuvo que elegir como un padre a cuál de sus dos hijos ayudar. Un trauma. El basauritarra, más que por un pinganillo, está unido a Cobo y De la Fuente por un cordón umbilical. "Ambos son especiales a su manera. Podría escribir un libro sobre ellos. Pero yo les acepto, les respeto y les quiero como ellos me aceptan, me respetan y me quieren a mí", dice Matxín sobre dos ciclistas a los que acunó en aficionados, subió a profesionales y compartió con ellos glorias y amarguras hasta acabar separándose a finales de 2009. A David, soberbio escalador, aunque inquieto, nervioso e inseguro, lo fichó para el Astana Contador, con el que ganó el Tour de 2010; a Juanjo lo reclutó Eusebio Unzue para el Caisse d'Epargne. "Ambos necesitaban, y así se lo hice ver, un cambio de aires", cuenta el director vizcaino. La separación duró una temporada. De la Fuente no encontró hueco en el Saxo Bank de Contador y Cobo, un talento bestial a merced de una cabeza imprevisible y una moral frágil, salió, sin resultados, de la órbita del nuevo Movistar. Ambos volvieron junto a Matxín. Al Geox faraónico de Menchov y Sastre.

Ahora es el Geox de Cobo y De la Fuente. Qué cosas. Las piernas de uno y el corazón de otro. Juntos treparon unos cuantos palmos en la lucha por la Vuelta, el objetivo "gordo" al que se refiere Matxín cuando trata de justificar el desprecio al triunfo de etapa. Ese es un tesoro menor para los más ambiciosos. Para tipos como Matxín, de Bilbao. "¿A partir de ahora? Si hoy hemos jugado a ganar la Vuelta, mañana?". A Cobo le separan 55 segundos del maillot rojo que Wiggins defendió ayer maravillosamente arropado por el keniano Chris Froome, que tiró lo indecible, todo, y aún así resistió y es segundo en la general a 7'' de su líder. Mollema, otro de los que aguanta, está a 36''. Los tres formaban el grupo que entró ayer a 20 segundos de Cobo. Menchov, mejor en La Farrapona que ningún otro día en la Vuelta, se acopló a ellos. Mikel Nieve, después de otro día de pico y pala para los chicos de Euskaltel -tremendos Isasi y Azanza; no hay adjetivos para calificar a Verdugo y Txurruka, qué chavales-, solo cedió al final y se dejó diez segundos con Wiggins que le deja 13º a 3:23. Van den Broeck, Pardilla, Dani Moreno, Fuglsang? Todos sufrieron mucho y se dejaron algo.

Sufren Purito y Nibali Ninguno tanto como Joaquim Rodríguez y Nibali. Purito se hundió después de que su equipo plantara cara al Sky con una lluvia de ataques en San Lorenzo, corto y duro. Fue un esfuerzo tan generoso como infructuoso. Se estrellaron. El catalán acabó dejándose 2:06 y, claro, la Vuelta. Al italiano le fallaron las fuerzas porque, explicó, no pudo alimentarse bien por culpa de un terreno tan quebrado como el de ayer. Entró apajarado. Al tiburón, el mordisco en La Farrapona le costó caro. Se dejó otros 2:06, 1:21 con Wiggins, y retrocede hasta la séptima plaza. Desde ahí mira al maillot rojo a una distancia tremenda. Está a 1:25. "¿Has perdido la Vuelta?", le dijeron en meta al siciliano, que, malhumorado, escupió sobre la pregunta y avisó de que aún queda terreno. "En L'Angliru pueden pasar muchas cosas". Aún no se rinde.

Lo hizo Zubeldia, hasta ayer mejor vasco en la general. Una avería mecánica en el peor momento, cuando se había desatado la batalla en el descenso de La Ventana, puerto que enlazaba con San Lorenzo, le hizo hincar la rodilla. Sin opción. El usurbildarra se dejó más de 20 minutos.