Benidorm. Soñaron que ganaban una etapa en el Giro de Italia, la primera en la historia de Euskaltel-Euskadi, y así lo hicieron. No solo eso, sino que se llevaron dos. Una cada uno. Las más legendarias de la carrera rosa. Igor en el Zoncolan y, un día después, Mikel en Gardeccia tras una dantesca maratón dolomítica. Desde entonces tienen la Vuelta como destino final. La retoma Antón donde la dejó en 2010, de líder antes de caerse a los pies de Peña Cabarga. Entonces, la Vuelta corría al ritmo que marcaban sus piernas y su sonrisa. "Iba tan fácil en bicicleta, era tan feliz, que era una gozada verle", dice Nieve, fiel escudero del galdakoztarra en la lucha por la Vuelta, la primera grande en la historia de Euskaltel, que comienza hoy en Benidorm con una crono por equipos de 13,5 kilómetros.

Igor Antón: La primera vez que vine aquí, al Mediterráneo a entrenar, fue en 2003. Ingenuo de mí, pensaba que todo esto era llano. Que veníamos a rodar bajo el sol. Y resulta que no hay más que montaña. En Alicante empiezan todas las temporadas. En enero estábamos por aquí, algo más gorditos y blancos, pensando y soñando en cómo iba a ser el año. En todo lo que queríamos conseguir. Nos imaginábamos esta Vuelta, nuestro gran objetivo. Parecía tan lejano y mira, aquí estamos, a las puertas de empezar a correr a por el sueño de llegar de rojo, de líder, a Bilbao.

Mikel Nieve: Ahora me parece que todo el año ha pasado muy rápido, pero cuesta llegar. Hay muchos momentos en los que el tiempo no avanza y otros en los que va demasiado rápido.

I.A.: Cada año más, Mikel. Ya verás. Con la edad se te pasa todo más rápido quizás porque digieres las cosas de manera más inconsciente. Es como si ya no hubiera tantas cosas que te sorprenden o llaman tu atención para pararte y dejar de ir tan rápido por la vida.

En plena reflexión de Antón, ciclista y filósofo, un periodista de la vieja guardia que anda por ahí y ha escuchado lo de la velocidad a la que corre la vida, deja escapar un suspiro cargado de un 'ya te digo' y un número: el 30. Todos esos años, media vida, lleva en la Vuelta. Desde la de 1981. La de Battaglin. Igor y Nieve se encogen de hombros.

M.N.: Entonces, como cuando la Vuelta dejó de pasar por Euskadi, ni siquiera habíamos nacido.

I.A.: Eso, ni habíamos nacido. Los 70, los 80… Aquella parte de la historia del ciclismo nos queda muy lejos. Nos la cuentan o la leemos, pero ahora a nosotros nos toca escribir nuestra historia. La de 2011. Y, de momento, todo va bien. Las cosas van como soñábamos en enero cerca de aquí -Euskaltel estuvo concentrado en Muchamiel, Alicante-. El Giro, dos etapas, salió como necesitábamos. Ahora queda finalizar el trabajo.

M.N.: Salvo alguna complicación mínima, hemos trabajado a gusto y todo va bien. El año ha salido bueno. Aunque Igor y yo hablamos algunas veces de lo que te hipoteca tener que preparar un Giro y una Vuelta, porque tienes que dejar de lado otras cosas que quizás sean más asequibles.

I.A.: Pero ese sacrificio ha merecido mucho la pena. ¡Hemos ganado las dos mejores etapas del Giro! Quizás lo volvamos a intentar mil veces hasta que se nos acabe la cuerda y no lo volveremos a conseguir. Es algo increíble, pero en el deporte todo, el éxito y la derrota es muy efímero. Quiero decir que, pese a haber hecho historia y ser conscientes de ello, al día siguiente hay que volver a trabajar con la misma humildad y te tienes que olvidar de que el día antes has sido el mejor.

M.N.: Una victoria no te sirve de nada para el futuro. Las piernas de ese día no se guardan. Yo, por ejemplo, para volver a ser el de la etapa de los Dolomitas tengo que entrenar como lo he hecho, creo que bien, durante estos dos meses con el objetivo de estar bien en la Vuelta.

I.A.: Una vez alcanzas un objetivo, o fallas, pasas al siguiente día, al siguiente capítulo. Así es el ciclismo y el deporte. Te pasas el año pasando páginas. Las del Giro, sobre todo aquellas dos etapas, fueron preciosas, pero quedan lejos ya.

M.N.: A mí, que no estoy tan acostumbrado como Igor a ganar, quizás me recuerden más aquel día de los Dolomitas. Me saludan y me reconocen más por la calle. También me ha dejado una huella importante porque ahora siento que tengo más confianza. Estoy más seguro de mí mismo. Sé que si hago las cosas bien puedo lograr, o estar cerca, de lo que me propongo. Me ha quitado muchas dudas.

I.A.: Es cierto lo que dices de las huellas. A mí la victoria en el Zoncolan me ha dejado alguna también. Ganar allí supuso mucho para mí. Es que no dejo de sorprenderme. No solo por aquel día, sino por todo el Giro. Por lo que sea, me costó entrar en carrera, coger el ritmo, y aún así, pese a no estar a un buenísimo nivel porque notaba que me faltaba frescura, pude ganar. Ser capaz de hacerlo pese a no verlo claro, y delante del mejor corredor del mundo, Contador, y en aquel escenario, el Zoncolan, me ha reforzado.

M.N.: ¿Más aún?

I.A.: Pero distinto. Ahora me he convencido de que sin estar al cien por cien puedo ganar. Si estoy mal no gano en ningún lugar, por supuesto, pero he comprendido que quizás pueda sacar provecho de un estado de forma que no sea necesariamente perfecto, como el de la Vuelta del año pasado, por ejemplo. Pero en el Giro también me he sorprendido con otra cosa: con Mikel. Yo sabía que podía ganar aquella etapa. Y él también lo sabía porque la tenía marcada desde que supimos el recorrido. Era su etapa. La de un fondista nato. Mikel tiene las cualidades perfectas para ese tipo de etapas mortales. Su capacidad es muy grande.

Antón no solo ha descubierto la dimensión física de Nieve, aún por delimitar pues no se atisba el techo a su progresión, sino también la humana. Llevan conviviendo más de un año. Son inseparables esta temporada. Salvo ahora en la Vuelta, han compartido habitación allí donde han corrido. También en las concentraciones y los días de inspección de los recorridos de la ronda estatal. Igor González de Galdeano dice de ellos que son la pareja de moda del ciclismo. La voz cantante la lleva Antón, mucho más hablador, más impulsivo y visceral. Lo natural en Nieve es el silencio, la paciencia, la tranquilidad.

M.N.: Hemos estado muy bien juntos. Nos hemos conocido.

I.A.: ¿Cómo soy yo?

M.N.: Jajaja, no me tires de la lengua... Eres igual en la calle, en público, con la prensa, con los amigos, que en la habitación. Natural. No cambias. ¡Ah! Y hablas cuando duermes.

I.A.: Mikel es tranquilo, muy tranquilo. A pesar de haber ganado en menos de un año las etapas reinas de la Vuelta y el Giro, que es la leche, no ha cambiado nada. Eso es de valorar. Es de esas personas con unos valores tan claros que nada ni nadie le puede hacer cambiar. Ni siquiera yo. Todavía me sigue diciendo, muchas veces, que me quiere ayudar a ganar aquí o allí. Yo le digo que vale, pero que también tiene que pensar en él mismo, en su propio beneficio. Pero chico, no hay manera.

M.N.: Hay gente que me dice que me cuesta pensar en mí mismo, pero creo que no se trata de eso.

I.A.: Hay que hacerlo Mikel, hay que hacerlo porque el deporte es muy cruel.

M.N.: Ya pero este caso es distinto. ¿Cómo no voy a ofrecerme para ayudar a ganar a un ciclista como Igor? Él puede ganar a cualquiera, y lo ha demostrado, en un mano a mano en la montaña. Yo, simplemente, no. Puedo estar adelante, pero no estoy para ganar a Contador, a Nibali, a Purito, a toda esta gente tan buena. Igor, sí. ¿Y cómo no voy a ofrecerme para ayudar a un ciclista como Igor, que en cuanto puede se muere por ayudarme, como en la etapa de Sestriere del pasado Giro? Eso me llegó al alma. Fue un detalle.

I.A.: Reconozco que aquel día, pese a lo que se dijo, no hice mucho. Lo que pude, eso sí, porque estaba muy cascado.

M.N.: Pero me vino muy bien. Pasé un momento malo, me vine abajo y, de repente, apareció él y pude darle la vuelta a la situación. Esos momentos, unido a otras muchas cosas, hacen que yo sienta como casi una necesidad el deseo de ayudarle ahora a él. En la Vuelta no pienso en otra cosa.

I.A.: Así son las parejas, jaja. Hoy por ti mañana por mí.

M.N.: Lo que pasa es que, quizás sea casualidad, hemos coincidido en una época bonita en la que hemos ganado en los mismos sitios. La Vuelta del año pasado, el Giro…

I.A.: Una lectura mística: Mikel siempre aparece y gana cuando yo me hundo o me caigo. Él me cura las heridas (ríe). Ahora nos quedaría, por pedir, ir al Tour, quedar el 80 en la general, pero ganar una etapa de montaña cada uno. Con eso nos podríamos retirar bien.

Antes está la Vuelta. La que arranca hoy en Benidorm y presenta a Igor como uno de los favoritos. Quizás sea el suyo el nombre que más suena después de lo del año pasado, ya saben, cuando el abandono trágico a los pies de Peña Cabarga después de una brutal caída. Entonces era el líder y, lo dijeron todos sus rivales, el más fuerte de la carrera. Tenía entonces el golpe de pedal de su vida, la frescura y la alegría en las piernas que este año aún no ha encontrado. Igor y Mikel recuerdan aquellos días de gloria en la Vuelta.

I.A.: De la Vuelta del año pasado tengo un recuerdo precioso. Aprendí mucho, casi todo lo que sé ahora. Aprendí, por ejemplo, a dominar la tensión y la presión. Me sorprendí en ese sentido. No voy a negar que en algunos momentos todo aquello de ser el líder me llegó a desbordar, pero vi que era capaz de asumir ese peso. Incluso en el peor momento, el de la caída y el abandono, supe estar sereno para ver que había tenido una oportunidad buenísima para ganar la Vuelta y que la había perdido, pero que no pasaba nada, que volvería para luchar por ello. Las dos etapas que gané, la capacidad que tuve para recuperar el liderato o la etapa que hizo el equipo en Alcoi, donde ganó David López, son los tres grandes momentos que guardo de aquella Vuelta. Son experiencias que me van a valer mucho.

M.N.: Aparte de todo eso de las etapas y el liderato, con lo que me quedo es con lo bien que se lo pasó Igor. El día que llegamos a Burgos pasamos por su pueblo, en La Rioja, y le vi feliz. Era un ciclista que disfrutaba sobre la bicicleta. Un día, incluso, con el estrés y todo eso, se olvidó de dejar el móvil en el autobús y se lo metió en el bolsillo del maillot. Se dio cuenta en carrera. Y, fíjate lo 'feliciano' que es, no se le ocurrió otra cosa que llamar a la novia.

I.A.: Es verdad, es verdad. A ella por poco le da un patatús cuando le dije que iba en el pelotón.

M.N.: Iba tan fácil en la bicicleta, era tan feliz, que era una gozada verle. Hubo quien dijo que Igor era un líder nervioso, pero a mí no me lo pareció. En una carrera como esta todo el mundo está nervioso en los momentos importantes. Luego pasó aquello, la caída, pero fue pura mala suerte.

I.A.: Yo te puedo decir que he estado más nervioso en otras circunstancias, como cuando me he marcado un reto y he tenido que sacarlo adelante. En la Vuelta del año pasado estaba feliz porque ya había hecho más de lo que yo pensaba. Todo lo que viniese después, fuese lo que fuese, iba a ser bienvenido. Estaba relajado.

M.N.: Yo creo que Igor, por lo que contaba entonces, ni siquiera tenía en la cabeza llegar a Madrid. Por lo menos, yo sentía que en lo que él pensaba era en el día a día. En disfrutar del momento. Ahora, de partida, quizás sea distinto.

I.A.: Pero ahora tampoco siento la obligación de tener que llegar de rojo a Madrid. Veo Madrid en el sentido de luchar por la general, pero no sé lo que va a pasar. Es todo una incógnita.

M.N.: Si tiene el golpe de pedal del año pasado, lo que es difícil, creo que la Vuelta o, como mínimo, el podio, está en sus piernas. La cuestión es ver cómo está.

I.A.: Aún es pronto. Me falta la confianza para saber dónde estoy. Tengo que verme en las primeras etapas de montaña. De momento, para ser sinceros, no he visto ese golpe de pedal del que todo el mundo habla y tenía el año pasado. Cada año es diferente, lo que no quiere decir que no lo vaya a alcanzar. Pero tampoco me obsesiona.

M.N.: De todas maneras, no se puede plantear este como el año definitivo. Igor es joven y tiene más años para ganar la Vuelta. Si no es este, será el que viene. Y si no, el que viene. Pero la ganará, seguro. No se puede salir de Benidorm diciendo que vamos a ganar la Vuelta.

I.A.: Para eso hay que ser un portento como Contador. Yo ahora, solo pido poder disfrutar.

M.N.: Y yo, que lo hagas como el año pasado.