grenoble
EL éxito está en los pequeños detalles". Así ha crecido Cadel Evans (14-II-1977, Katherine, Australia). Abrazado a la máxima, buscando redondear una circunferencia. "Nunca parará hasta que gane el Tour", decía su padre, para quien los años se extinguían, como los de su hijo, dos veces subcampeón del Tour y a quien veía inmortal, y el triunfo no llegaba. Y es que ha sido tardío, tanto que Evans será hoy el segundo ciclista más veterano en conseguir su primer Tour. Lejos queda Henri Pelissier, apenas un mes mayor que el australiano, y vencedor en 1923.
"Han sido 20 años de duro trabajo", apostillaba Evans ceñido de amarillo, el primero del hemisferio sur que se embolsa el Tour. Resumía el trayecto de alguien poco corriente, de quien muestra que convenciéndose a uno mismo -y con el inestimable apoyo de gente como su malogrado entrenador Aldo Sassi; "eres otro", le aseguraba después de proclamarse campeón del mundo en ruta en 2009, su resurrección- se puede tocar el cielo. Evans versaba sobre la última etapa de su vida, la de a lomos de una bicicleta, pues fue extraño hasta saliendo del vientre de su madre. Lo hizo con la nariz fracturada.
Con 8 febreros a cuestas, devorador de cómics de Tintín, Evans vio cerca la que hubiera sido su peor condena, después de estar a punto de quedar paralítico como consecuencia de la coz de un caballo. Pero el destino le sonrió. Quería sus piernas. Vio en él a un campeón. Tardío, en todos los sentidos. No solo al tocar la gloria. Evans también comenzó mayor con la bicicleta, demasiado incluso para en el deporte contemporáneo pensar en el profesionalismo, pero suficientemente pronto como para probar la disciplina de Mountain Bike y ser bicampeón mundial de la misma (1998 y 1999), para darse cuenta de que la carretera le reportaría, si no más títulos, sí más montantes. Allí se desplazó, con apenas su Mustang del 66, en aras de su bolsillo.
Saeco (2001), Mapei (2002) y el Telekom (2003-04) fueron sus primeros pasos. En 2005 se unió a Davitamon-Lotto y cerró octavo su primer Tour, siendo el primer australiano en el top-ten desde Anderson en 1985.
Metódico, calculador, tímido sin apenas dar entrevistas, Evans se refugió sentimentalmente en el corazón de una profesora italiana de piano. Deportivamente, en 2007 y 2008 fue segundo en el Tour. Pero llegó el Mundial de Mendrisio de 2009 y se reinventó. Tras un 2010 marcado por las lesiones, el Tour de Romandía y la Tirreno-Adriático de 2011 vieron ganar al segundón. Hoy lo hará el Tour. Su padre y Sassi tenían razón. "No hay día que no corra pensando en él", dice Evans sobre el segundo, claro, es su cabeza. Y él las piernas.