Exciclista
NO era una mala década la de los años 20. La de Mister Pentland, el inglés del puro y el bombín, en el Athletic. Ligas, Copas? El fútbol ya existía como analgésico. O la de Bilbao en expansión, que el Ensanche se quedaba pequeño. La Villa se hacía grande y para acercar los barrios se pensó en algo moderno. Esos años nació el metro. Como proyecto. Lo redactó el Ayuntamiento para unir Abando, San Francisco, Zabalburu y el Casco Viejo. Se cavó la tierra, pero para hacer trincheras. La Guerra Civil, en el 36, lo enterró todo. Ideas, sueños, vidas. En esa época fue ciclista Federico Ezquerra (Gordexola, 1909-Sodupe, 1986).
No llegó en mal momento para las bicis. Lo cuenta José Antonio Díaz en La gran historia del ciclismo vizcaino. En 1921 había matriculadas en Bilbao 1.921 bicicletas; en 1930, un montón más: 5.554. Pero no había carreras. Así que Ezquerra, un chaval de 18 años en 1928, andaba de pueblo en pueblo, como de romería, corriendo las carreras golfas.
En la Volta de 1929 empezaron a conocerle. Como ciclista y como tripero. La carrera absoluta la ganó Mariano Cañardo y para el vizcaino fue la general de los de tercera categoría. Eso era entonces Ezquerra, un recién llegado que tenía el hambre de los intrépidos. Es literal. Su apetito era voraz. Cuentan que hubo días en los que se metía en los bolsillos todo un banquete. Cargaba: dos pollos, seis peras y un racimo de plátanos. Aún así, paraba en los controles a abastecerse. Era insaciable.
Tanto como buen ciclista. Escalador. Lo supieron en 1931 en Levante, la primera vuelta que ganó Ezquerra. Lo resumió un cronista. "Después de Ezquerra, nadie; y después de nadie, los demás". Ganó una fortuna: más de mil duros. En aquella época. Calculen. Sodupe se echó a la calle para recibirle. Hubo fiesta con música y cohetes. Y banquete.
El Tour No hay quien pueda con él esos años. En 1932 Bizkaia enloquece con su ídolo. La gesta lo merece. Se corre el Gran Premio de Sodupe. A 50 kilómetros va último, a 15 minutos de la cabeza, después de pinchar y sufrir varias averías. Desde el coche le piden que se retire, que ya nada se puede hacer. "Ya verán, ya verán?", masculla el vizcaino. Lo contó así un periodista del Excelsius: "¡Señores, algún ángel debió tomar parte en nuestra determinación, pues asistimos a lo más grande que en ciclismo hemos presenciado en nuestra vida!". Sí, ganó aquella carrera. Y otra tantas.
Sus hazañas traspasan fronteras. Cuando se planta en la salida de su primer Tour, en 1934, es recibido con honores de campeón. Le conocen. L'Auto le define así: "Una cabeza larga, tallada a golpes de sierra, con un cuerpo fino y fibroso. ¿Será la revelación?". Al finalizar, Desgrange cree que sí. Al Tour volvió en 1935. No tuvo suerte y vivió la fatalidad de la muerte de Francisco Cepeda en el descenso del Lautaret. 1936 fue su mejor año: volvió a coronar el Galibier, acabó 17º y ganó una etapa, la primera de un vizcaino en el Tour; la segunda, tras las del lapurtarra Roger Lapebie, del ciclismo vasco. Fue un 19 de julio de 1936. Un día antes había estallado la Guerra Civil.
El ciclismo se refugió en las trincheras y no todos salieron para volver a correr. Tres años después, cuando acabó la guerra, empezó a salir de entre los escombros. A la generación de la posguerra se le conoce como los ciclistas del hambre. Ezquerra no podía saciar su apetito. Ni en la mesa ni en la carretera. En 1942, La II Guerra Mundial cerró la frontera de Pirineos y dejó apartado, en un guetto, al ciclismo vasco y estatal. Ezquerra habría preferido otra época para ser ciclista. Y otra forma de dejar de serlo. No la de aquella primera etapa de la Vuelta a Cantabria del 44 en la que una caída le dejó fuera de combate.