1º Cadel Evans (BMC)4h.11:39
2º Alberto Contador (Saxo Bank)m.t.
3º Alexandre Vinokourov (Astana)m.t.
GENERAL
1º Thor Hushovd (Garmin)13h58:25
2º Cadel Evans (BMC)a 1''
3º Andy Schleck (Leopard)a 4''
Etapa de hoy, 5ª: Carhaix-Cap Fréhel, 164,5 kms. ETB-1, Teledeporte y Eurosport, 15:00 h.
Muro de bretaña. El ciclista que se levanta con el puño en alto sobre el Muro de Bretaña es Alberto Contador, que ha perdido el sprint ante Cadel Evans. No se ha equivocado. No es un error ¡Ay los símbolos! Hay mucho sentimiento en ese puño en alto de Contador. Poesía que va más allá de la pura matemática a la que queda reducido el Tour en el folio frío y bidimensional de la clasificación. 6 segundos a Wiggins y Basso; 8 a Andy, Gesink y Leipheimer. No es eso. Es más profunda la lírica del gesto del español. Lucha, redención, rabia, inconformismo, ambición… De todo eso habla el puño en alto. Del Contador de siempre.
El gesto, por sí solo, borra la imagen inédita de la primera etapa del Tour. Aquel Contador inimaginable. Desesperado saltando por encima del amasijo de bicicletas para no perder la rueda de la Grande Boucle, que aleteaba a toda velocidad hacia el Monte de las Alondras. El de la mirada clavada en el culote de Samuel, otro favorito apaleado. El de la resignación metida en el pecho. Inmóvil. Pusilánime. La del tricampeón del Tour que llega a la meta, cruza la mirada y no puede sostener la cabeza. Pesa. Está abatido. Le han cazado. El primer día del Tour, de este Tour, Contador halla lo inesperado. "No me imaginaba algo así", reacciona con las horas. Pero no se arruga. "Esto continúa".
bravo izagirre El Tour no son las palabras, sino los hechos. Gorka Izagirre es de los ciclistas que gustan a los directores. Habla poco y corre mucho. Es joven, 24 años, pero arrojado. Como los bretones. Tipos como Hinault. Salvajes. Osados. Por esa tierra corrió ayer el Tour en un día frío, oscuro y húmedo. Llovía a mares en la salida de Lorient y eso animó al mayor de los Izagirre, un chico que viene de las mañanas rojas del invierno. Del barro. Del ciclocross. Junto al de Euskaltel-Euskadi se marchó otro tipo duro, Imanol Erviti. Talla navarra. Y tres más: Hoogerland, Roy y Kadri. Fueron juntos por las carreteras estrechas de Bretaña. Bajo la lluvia. Llegaron a tener algo más de cuatro minutos. "Y esa diferencia en el Tour nunca es suficiente", lamentó Izagirre. Pocas palabras. Dijo más sobre la bicicleta. Dos ataques en los diez últimos kilómetros. Le queda mucho por contar al guipuzcoano. Luego su voz la apagó el zumbido del pelotón.
Estaban bajo el Muro de Bretaña. Otra pared. Otro día para Gilbert, que cumplía años. 29 velas. Quería soplarlas sobre el muro, en el podio. Pero esta vez resoplaba demasiado. Él y todos. Todos y Contador, que era otra vez el ciclista inquieto de siempre. Bailaba sobre los pedales y se giraba a un lado y a otro, pasando revista, contando y descontando, esperando incómodo fuera de la fila -siempre de pie, con mucho desarrollo, la rueda trasera le patinaba- a que Gilbert lanzara su ataque demoledor. "Esperaba y esperaba y no llegaba el momento", dijo luego el español. Impaciente. Le queda mucho por remontar. Lo sabe. "Hay que aprovechar cada oportunidad", dice. Y lo cumple.
El barro de la carretera había teñido de negro la cara de Contador. Pintura de guerra. Así se veían más sus dientes. Los enseñó varias veces. Blancos, blancos. Brillaban de impaciencia. Al final, mordió. A 1,3 kilómetros del tejado del muro no se contuvo. Aceleró y el pelotón se hizo añicos. Como en Tropea en el Giro. Más difícil aún. Allí fue una sorpresa; en el Tour su dorsal tiene pegados unos cuantos ojos.
Todos esperaban a Contador, pero sólo unos pocos le siguieron. Gilbert el primero. Y luego Evans, Vinokourov, Frank Schleck, Van den Broeck, Urán y Samuel Sánchez, otro que ha comenzado el Tour al revés y pedalea para volver a su sitio, el podio, una etapa. Andy no digirió el golpe. Ni Wiggins ni Basso ni ni Gesink ni Leipheimer. Dorsales asfixiados. "Pero hay una gran diferencia entre subir un repecho como este y la escalada al Galibier o el Alpe d'Huez", dijo Bjarne Riis, gozoso ayer tras tanto sinsabor. Al arreón de Contador le siguió un instante de calma que quisieron aprovechar Urán, Van den Broeck y, tras este, Gilbert, que no era el del primer día. Le faltaban piernas. Las que le sobraban a Contador, que miraba para atrás inquieto y veía ciclistas retorcidos y caras negras agonizantes. Una decena de ellas. Al fondo, la de Samuel, que se agarraba con las uñas. "Luchaba por no quedarme cortado". Por sobrevivir. Evans, el ciclista lapa, pletórico en lo que va de Tour, por ganar. Fue él quien lanzó el sprint. Y el madrileño el único que le discutió el trofeo. Salió a su rueda y empezó a remontar hasta que la meta se le echó encima. Allí su rostro oscuro se encrespó. Volvió a enseñar los dientes blancos. Sus ojos escupían rayos. Y su cabeza de plata, no como el primer día, estaba erguida, alta de orgullo. Como su puño.
Cerrado con fuerza, agarraba todo lo ganado. Lo cuantificable: seis segundos con Wiggins y Basso; ocho con Andy, Gesink y Leipheimer. Lo intangible: "La etapa demuestra que Alberto está listo para el Tour". Riis. O "hay que seguir contando con Contador". Andy. La poesía, siempre tan profunda, llenaba el aire limpio de Bretaña de palabras de guerra; redención, rabia, coraje… Todo rima con un Tour maravilloso. "La etapa hubiese sido una gran alegría, pero no hay que olvidar que el gran objetivo es el Tour", dijo Contador. La etapa se la quedó, después de que esperara temeroso el resultado de la foto-finish, Cadel Evans, la segunda en el Tour, la 30ª en su carrera. "Estoy aquí para pelear por la general del Tour", dijo. De momento, es el primer australiano que viste el maillot de la montaña. El amarillo del líder continúa en la maleta de Hushovd.