vitoria. Toda una vida buscándolo y lo alcanzó cuando menos lo esperaba. La trayectoria tenística de Goran Ivanisevic palidecía sin que el volcánico tenista croata -un extraordinario sacador pero un carácter imprevisible- fuera capaz de sumar un Grand Slam a su palmarés. Tres finales perdidas en Wimbledon parecían demasiadas oportunidades desaprovechadas y, según pasaban éstas, iban llegando los problemas físicos habituales de los tenistas cuando se acercan a la treintena: espalda, hombro...

Con este panorama, el año 2001 se presentaba desolador para el tenista nacido en Split el 13 de septiembre de 1971. Los problemas en su hombro izquierdo y la pérdida de motivación tras su última final de Wimbledon perdida en 1998 ante Sampras (las otras dos fueron en 1992 contra Agassi y en 1994 ante Sampras) auguraban un lento declive. En vísperas de una nueva edición de Wimbledon, cayó hasta el puesto 125 del ranking mundial. La organización, sin embargo, le hizo hueco en el cuadro principal con una invitación.

Ivanisevic abrió su participación con un cómodo triunfo frente a un sueco llegado de la previa, Fredrik Jonsson, y siguió su andadura con dos convincentes victorias en cuatro sets contra Carlos Moyá y Andy Roddick. Se plantó en octavos de final, donde derrotó a otro gran sacador como Greg Rusedski. Cuatro victorias y el croata ya estaba entre los ocho mejores del torneo. Su rival era Marat Safin, número tres del mundo. Parecía una barrera imposible de superar para el 125 del mundo. Pero el sueño de Ivanisevic continuó derrotando al ruso en cuatro sets y luego al local Tim Henman en cinco, después de haber estado 2-1 abajo.

Contra todo pronóstico, Ivanisevic iba a luchar por cuarta vez en la final de Wimbledon para lograr su ansiado título. Las horas previas a la gran cita, en esta ocasión ante Patrick Rafter se le hicieron muy largas, con el añadido de que el domingo no paró de llover y el partido por el título se tuvo que aplazar al lunes. Ivanisevic se adelantó en dos ocasiones, pero Rafter logró igualar en ambas y la final llegó al quinto parcial. Ambos jugadores se hicieron fuertes con el saque y se llegó al 7-7. Entonces, Ivanisevic aprovechó su primera bola de rotura con un passing de derecha cruzado. Se disponía a ganar para culminar el gran sueño de su vida.

El último juego fue agónico. La primera bola de partido del croata la salvó Rafter con un exquisito globo de revés. En las dos siguientes llegaron dos dobles faltas. Ivanisevic era un manojo de nervios. Una derecha a la red de su rival le hizo por fin alzar los brazos. Ivanisevic se convirtió en el primer jugador de la historia en ganar un Grand Slam accediendo con una invitación. Fue quizás la última historia romántica del tenis, hace ya una década, y la protagonizó uno de los grandes genios de los últimos años, tan popular por su terrorífico saque -tiene, con 1477, el récord de saques directos en una temporada- como por sus monumentales enfados en la pista, comparables a los de su ídolo, John McEnroe.

Tampoco le falta humor al croata: "El día antes de la final, le dije a Dios: Déjame ganar y me da igual no volver a jugar a tenis. Y logré ganar. Quizás me escuchó, y negociar con él después era difícil", contaba para explicar los problemas físicos que volvió a sufrir tras ganar Wimbledon y que le impidieron volver a mostrar el nivel de esas dos semanas.

Daba igual. Tras consumar el milagro, Ivanisevic sabía que no le quedaban muchos retos por delante. De hecho, las lesiones no le permitieron regresar al All England Tennis Club hasta 2004. Y lo hizo para despedirse del tenis, cuando ya estaba por debajo del puesto 400. Ganó en las dos primeras rondas a Youzhny y Volandri, pero Hewitt puso fin a su torneo y a su carrera, aunque aún tuvo tiempo para formar parte del cuarteto de Croacia que ganó la Copa Davis en 2005. El premio gordo lo había ganado en 2001. "Si no llego a ganar aquella final, me habría ido al Polo Norte", suele bromear.

El croata ha sido el único tenista capaz de ganar un Grand Slam accediendo a él con una invitación