¿Qué tal se encuentra tras la ascensión y el descenso del Lhotse?
Bien teniendo en cuenta que es la cuarta montaña más alta de la tierra y que sin oxígeno desgasta mucho; tienes que hacer un gran esfuerzo para llegar al Campo IV y luego al II. Cuando llegué al campo base me di cuenta de que estaba vacío, con un cansancio tremendo, pero en cuanto llegas a casa y descansas un par de días recuperas bien. Me encuentro bien.
¿Entonces no hay nada de ese supuesto edema cerebral?
Nada. Se comentó que había tenido un edema cerebral severo en el Campo IV, pero evidentemente una persona que baja desde esa altura rapelando hasta el II difícilmente puede tenerlo. Sin duda que cuando subes a 8.500 metros sin oxigeno puedes tener un edema o mal de altura, todos lo tenemos, junto al cansancio extremo, es normal que te pueda pasar, pero no un edema cerebral severo porque eso te deja al lado de la muerte.
Llegó a la cima a las 13.45 horas, ¿tal vez fue demasiado tarde?
Fue un poquitín más tarde de lo que esperábamos, ya que teníamos previsto hacer cima entre las 9 y las 10 de la mañana, pero la nieve estaba peor de lo que pensamos y nos retrasó. La bajada sí fue rápida, ya que en unas cuatro horas estábamos en el campo IV y ahí recuperamos un poco esa tardanza.
¿Cuándo se pierde el contacto con Lolo González, que pese a pertenecer a otra expedición hizo cumbre también aquel día?
La última vez que le veo es cuando yo estoy bajando de la cumbre, como a media de la hora de la cima, nos cruzamos con él, que iba para arriba. Hablamos, estaba bien, comentamos lo que le faltaba y seguimos hacia el Campo IV. Fundimos un poco de agua, nos quedamos dormidos y a la mañana nos dimos cuenta que Lolo no había aparecido.
¿Qué pensaron?
Entendimos que se le había hecho tarde y que estaría de camino.
¿Eran conscientes de la alarma que se había comenzado a generar por aquí, ya que además se comentó que usted sufría un edema cerebral?
No, porque evidentemente los teléfonos los teníamos desconectados. Por lo walkies nos preguntaron qué sabíamos de Lolo, pero nosotros desde donde estábamos no podíamos verlo y ni sabíamos dónde estaba. Tratamos de mandar a un sherpa hacía arriba con oxígeno para que echara un vistazo, pero estaba agotado y no pudo. Nosotros tampoco, teníamos un cansancio extremo y decidimos bajar. Sabíamos que desde el campo base se estaba coordinando el rescate de Lolo.
¿Bajaron todo el descenso del Lhotse con Juanito Oiarzabal?
No. Del Campo IV al II bajé con Javier Pérez y Juanjo Garra. Juanito iba por delante. Al principio le vi, pero luego ya no hasta que nos juntamos en el II. La gente que estaba allí encargándose del rescate de Lolo nos indicó que ya le habían localizado, que estaba bien y que le estaban bajando. Eso nos tranquilizó a todos. Aunque parecía que no se podía mover, luego colaboró en el descenso. Lolo llegó al Campo II a medianoche y aunque estaba tocado, su estado era bastante mejor de lo que nos podíamos imaginar. Nadie sabe cómo fue a parar adonde fue a parar, fuera de las cuerdas, porque él no recuerda nada de lo que le pasó. Posiblemente se resbaló, porque aunque se comentó la posibilidad de que alguna cuerda se había podido romper, luego se ha visto que no.
¿Qué tiempo tenían?
La verdad es que ese día tomé una decisión que generalmente no adopto en ochomiles tan altos, pero me puse calcetines más finos y me dejé el chaleco. No pasamos una noche especialmente fría, creo que estaríamos entorno a 25 grados bajo cero, y al día siguiente también tuvimos buen tiempo.
¿Cómo era el estado de salud de Lolo cuando llegó al Campo II?
Esa noche la había pasado con Lolo para que no estuviera solo. Estaba cansado, pero contento de estar en el campo II. De ahí le sacaron en helicóptero y nosotros bajamos.
¿Fue entonces cuando se produjo el desfallecimiento de Oiarzabal?
Sí, creo que fue algo interno. El cuerpo no dio más de sí, llevábamos mucha paliza encima, y se colapsó. A mitad del trayecto entre el Campo II y el campo base, cuando nos quedaban unas dos horas de caminata, Juanito comenzó a sentirse mal, muy fatigado, y tomamos las primeras decisiones. Le inyecté la dexametasoma que llevaba encima y le pusimos oxígeno. Fuimos bajando despacio, con bastante cuidado, esperando que iba a mejorar, pero no. Llegó un momento en el que pensamos que la cosa podía ser peor y nos pusimos en contacto con los médicos para pedirles que mandaran unos sherpas para bajar a Juanito. Entre los tres que estábamos en ese momento, Javier, Juanjo y yo, no podíamos con él. Paramos y los tres sherpas nos alcanzan en una hora y rápidamente tiramos hacia abajo. Cuando nos encontramos a media hora del campo base, en una zona algo peligrosa, es cuando apareció Edurne, con gente de su grupo, un periodista, ayudando en esos quince minutos que faltaban hasta el campo. Trajeron una camilla y es entonces cuando se sacaron las imágenes de Juanito desfallecido.
Desde aquí ha causado sorpresa el enfado de Oiarzabal y las acusaciones lanzadas contra Pasaban. ¿No le da pena?
Sí, porque pertenezco a este mundo, a este circo y es algo que también me atañe a mí, pero lo que sí es verdad es que en los últimos cinco o seis años hay mucha tecnología, hay demasiados ordenadores, hay demasiada gente en los campos base que no son alpinistas, que ni suben ni bajan, ni sufren ni padecen, pero que se permiten el lujo de opinar e incluso criticar decisiones que solo le atañen a los alpinistas. Ellos no pertenecen a este mundo y realmente no saben lo que es. Hay comentarios, versiones de gente que desconoce lo que ha pasado, pero que nos obliga a salir al paso.
Y en el caso concreto de Juanito y Edurne, ¿qué ha podido suceder?
A veces pasan estas cosas. Juanito es como es y a veces se la va un poco la mano en las declaraciones, pero dice que su rescate ha sido mínimo y tiene razón, porque ha sido una ayuda de una hora y cuando Juanito ya tenía oxígeno. Hay mucho que agradecerle a Edurne, como jefe de expedición, la voluntad y la rapidez en mandarnos los sherpas, pero eso ha sido todo. No se ha puesto en peligro la vida de nadie y todo lo que se diga de más sobra. Las fotos que se han tomado de Juanito están hechas casi en el campo base, pero eso no ha tenido que ver con el rescate de Lolo, al que tuvieron que bajar del Campo IV al II. Eso no tiene precio, pero lo que no se puede hacer es criticar a los alpinistas por subir sin oxígeno, porque la esencia del alpinismo es hacerlo así. Entiendo que las comerciales tengan su negocio, porque esto forma del turismo, pero subir sin oxígeno es un riesgo que asumimos. La situación de Lolo no tiene nada que ver con eso, porque él se extravió, pero tomamos la decisión de subir sin oxígeno porque queremos ponernos al mismo nivel de la montaña, sin rebajarla artificialmente.
Da la sensación que estos roces pueden tener que ver más con el dinero que con otra cosa.
No creo que sea por dinero, porque en esa expedición nos juntamos gente diversa, con sus patrocinadores y proyectos, que decidimos tirar para arriba juntos. Creo que el balance ha sido positivo, subimos todos y salvo el problema de Lolo, todos llegamos al campo base sin problemas serios de congelaciones. No sé si la reacción de Juanito tiene algo que ver con cosas de antes, o por el mismo roce de ser de la misma comunidad o por los intereses con los medios, pero mi relación con Edurne y con los demás es extraordinaria. Somos amigos.
¿Cree que el hecho de vivir tan al límite tiene algo que ver?
Crispa que haya gente que opine de esto o de otro, como me ha pasado a mí con el asunto del edema.
El alpinista jacetano Carlos Pauner, a muy pocos metros de la cima del Lhotse, adonde llegó a las 13.45 horas del 21 de mayo. Foto: cedida
"Hay demasiada gente en los campos base que no son alpinistas, pero que opinan y critican"
"El grupo de Edurne nos ayudó en la última media hora de descenso, pero eso fue todo"
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