El equipo de Mendilibar parecía obligado a hincar la rodilla después de haber recibido dos goles en dos minutos locos y de notar que su rival, el Sevilla, podía marchar a otra velocidad gracias a una puesta en acción excelente. En este trance de gran apuro, con las cuentas acerca de la salvación echando humo en la cabeza porque no salían, resurgió ese espíritu indomable, ese ánimo inquebrantable que en los últimos encuentros está resultando un factor esencial para la permanencia. Osasuna le ganó al Sevilla porque en ningún momento se sintió derrotado y porque cada futbolista, en la medida de sus posibilidades, desde su lugar en el campo, empezó a ganar la batalla metro a metro. El triunfo de los rojillos se armó a partir del inconformismo, de la voluntad del grupo y también por el afecto de la grada.
En estos encuentros especiales es fundamental tener las ideas claras. Desde el banquillo, en el terreno de juego, en la grada, mejor aplicados en los deberes que anárquicos o innovadores. Los aficionados realizaron un ejercicio excepcional de estímulo para con los suyos. También Mendilibar arbitró soluciones cuando el encuentro no funcionaba. Si algún futbolista no sabía lo que es vestir la camiseta roja, desde ayer ya lo sabe. Para lo bueno y para lo malo.
A Osasuna le esperaba ayer la permenencia detrás de 90 minutos que no se esperaba que resultaran nuevamente agónicos. En este escenario de completa necesidad, el Sevilla fue un torbellino en el primer tiempo. Mucho más intenso, más determinado en sus acciones, encontró en Negredo el punto de referencia alrededor del que ejecutar su juego. El delantero no solo fue el rematador de las jugadas de los dos goles del Sevilla, sino que impuso potencia, desmarque y habilidad en las combinaciones con sus compañeros en cualquiera parte. Osasuna estaba reconociéndose ante la salida en tromba del Sevilla, intentando explorar cuál podría ser el camino más posible para atacar a ese equipo insolente y batallador, cuando una falta poco más allá del centro del campo le brindó al ariete del Sevilla la opción de un remate franco.
El batacazo emocional seguía escociendo dos minutos después cuando Osasuna ya había perdido el balón y estaba defendiendo en posición incómoda otra acción por la banda izquierda, esta vez de Perotti. Al argentino se le envenenó su centro tras tocar en un defensa y el viaje del esférico se marchó a un palo y de ahí, en un rebote en el que también anduvo listo el delantero, a la cabeza de Negredo, que marcó en plancha.
A la media hora, Osasuna quedaba noqueado, con evidentes problemas para someter a su rival y solo inquietando a partir de las múltiples apariciones por todas partes de Camuñas y también por el flanco de Cejudo, otro de los habituales a la hora de tensar la cuerda con el rival -ayer le sufrió Dabo-. La única oportunidad clara de Osasuna fue precisamente a partir de una acción de Camuñas, que se buscó un sitio para centrar desde la izquierda y tras un rechace, el balón limpio fue rematado por Calleja buscando un poste. Ahí estaba Javi Varas. Un barullo en el área del Sevilla fue el prolegómeno a la lesión de Nelson, que impactó con su tobillo contra un rival en una acción fortuita. El cambio obligado del ágil lateral parecía favorecer aún un escenario más negro.
El Sevilla, enemigo íntimo de hace unos tiempos, mantiene la pegada de aquel entonces, pero ha disminuido considerablemente el tono de su fútbol, antes triturador y continuo, ahora menos frenético. Desalojado de los escalones superiores y despojado de la condición de coco de la Liga, porque otros se le han colado por delante para llevarse la denominación, el equipo que entrena Manzano se creyó superior. Poco centrado estuvo el Sevilla ante Osasuna nada más poner el pie en el césped tras el descanso. Los rojillos salieron en plena ebullición y antes de que se cumpliera el primer minuto de partido, Sola ya estaba recogiendo el balón de la portería de Javi Varas. Camuñas se había lanzado por la banda izquierda y la defensa andaba recomponiéndose, sin poder detener la jugada del gol. El Sevilla estuvo a punto de ser neutralizado a los dos minutos tras una cabalgada de Damiá que terminó en un lanzamiento que no pilló puerta por poco. Empezaba otro partido.
Osasuna ofreció sus mejores momentos, con un juego decididamente ofensivo y acampando en el terreno del Sevilla. Cejudo y Sola, superiores a sus pares, disfrutaron de dos oportunidades claras -especialmente el delantero-, mientras Camuñas, omnipresente, ya era algo más que pesadito para la zaga. Entre Cejudo y Sola llegó la jugada del tanto del empate con el Sevilla saltando por los aires y Lekic solo tuvo que empujar el regalo de Camuñas para cerrar la remontada. El milagro.