Vitoria. Despegando legañas, aún palpita el despertar del curso 2011, perdura el amanecer y siguen sonando algunos despertadores tras visitar Turquía. En circunstancias normales, cuatro pruebas transcurridas de diecinueve son como un aperitivo en un Mundial de Fórmula 1. Las aceitunas, un tentempié. Porque los platos fuertes están por llegar y hay materia prima y espacio temporal para llenar de puntos el estómago de pilotos como Fernando Alonso. "Espero que en Barcelona demos el salto definitivo", reza afincado en el irremediable optimismo, pobre consuelo, oteando desde su primer podio del año, un tercer puesto que es una atalaya para ver horizontes. Los sueños de los albores sobreviven aparentemente intactos. Resignados, eso es lo que quieren creer y hacer creer todos excepto los miembros de Red Bull, que no viven de ilusiones y pisan sobre la firme realidad, esa que aleja al asturiano de Ferrari a 52 puntos del líder Sebastian Vettel, más que en cualquier otro momento de la agónica temporada pasada. Antojo de odisea para aspirantes. Es cierto que la remontada es tan posible como los 375 puntos que restan por repartirse, aunque la maniobra de rectificación es tan desesperada como aguardar al ingenio mecánico ajeno y no a la pericia de uno mismo al volante. La estrategia es llana y única, esperar evoluciones que llegan goteando, como se vio ayer en la escudería del Cavallino rampante, pero que Red Bull minimiza, porque también progresa insaciable y diestramente. La superioridad en Estambul, como dictó su doblete, fue nuevamente abrumadora. Baño y masaje turcos.
Lo fue desde el primer acelerón. La composición Vettel-Red Bull apenas presenta fisuras. No la de Webber, que va de menos a más en carrera y ayer perdió plaza en el primer suspiro en favor de Rosberg. El campeón del mundo, sin embargo, es lineal. Regular como un metrónomo. Un tirano con su tortura cronológica. La pesadilla de los altibajos. Fue visto y no visto. La cámara de televisión pronto le perdió porque temprano mandó el espectáculo al exilio. Quedó olvidado, aislado en cabeza.
"Es bueno conseguir tantos puntos como sea posible en cada carrera. Sabemos lo rápido que pueden cambiar las cosas y ya lo vimos el año pasado con este hombre -señalando a Alonso en sala de prensa-, que iba y venía, así que tenemos que ir paso a paso, carrera a carrera y tratar de conseguir el mayor número de puntos posible". Ante tan inocente como culpable empresa se lanzó fugaz Vettel, una exhalación.
Las prisas de Hamilton le apresaron al error y Alonso ganó una plaza para ser cuarto en los compases iniciales, propiciando un duelo fratricida por la quinta posición en McLaren que fue de lo más destacado de la jornada otomana y que dejó tanto a Hamilton como a Button con sonrojantes registros: a 40 segundos de Vettel el primero y a casi un minuto el segundo al paso por la bandera ajedrezada. Una batalla que permitió a Massa colgarse de la oportunidad y deparó una bonita imagen con el brasileño emparejado al coche de un frustrado Hamilton en el pit-lane.
Mediadas cinco vueltas, Webber reaccionó, se recompuso tras el desconcierto inicial y recuperó la posición arrebatada por Rosberg, quien pasó a ser carnaza para un Alonso feroz. Red Bull tomó así el frente. La rutina se instaló sobre el asfalto y el asturiano parecía el único capaz de desarbolarla. Él lo sabía, se sentía bien -"hemos vuelto a disfrutar", diría a la postre-, cómodo. Y arreó. Con siete vueltas en el retrovisor se quitó de en medio a Rosberg y comenzó su acecho a Webber antes de dar paso al baile de boxes, donde se evidenció la apuesta de cuatro paradas de los favoritos, excepto Button, que fue a tres. Vettel, mientras, descontaba vueltas en su idilio con el triunfo como enamorado que deshoja una margarita.
alonso acecha a red bull Rebasado el ecuador, con 30 giros de 58 cumplidos, Alonso se transformó en adalid del movimiento antiRed Bull y ancló a Webber en el tercer peldaño del cajón, pero este, con la sigilosidad que le invade a quien no se le tiene en cuenta, al menos en su justa medida, a quien trabaja de gregario, desde la sombra, fue arañando al crono. Como un anzuelo, el Red Bull se enganchó de bólido rojo a falta de seis vueltas para el desenlace y se impulsó hacia arriba vigoroso, disparado; Alonso quedó expectante como hijo de la impotencia. Cedió sin coartada poco después de haber visto a Vettel a seis segundos del morro de su monoplaza. Tan cerca y a la vez tan lejos. Lejos porque al binomio Vettel-Red Bull apenas se le ha puesto en apuros y su potencial en la máxima expresión sigue siendo una incógnita.
El germano, chico aplicado, sigue entre tanto velando por su presente, pues "un buen comienzo de temporada siempre ayuda, pero queda un largo camino por recorrer". Para unos más que para otros que dejan tras de sí un reguero de puntos. Una hemorragia peligrosa, puede que incluso letal, porque en 2010 Vettel fue campeón ganando cinco carreras y ahora suma tres con la de ayer. Baño y masaje, estimulantes.
Salvo la vuelta de su primer paso por boxes, Vettel lideró sin oposiciones todo el Gran Premio de Turquía
Alonso rodó segundo como único capaz de impedir el doblete de Red Bull, pero Webber se opuso a seis vueltas