pamplona. Dos jugadas tan estúpidas como decisivas pueden acabar por convertirse en la condena de un Osasuna que esta noche (21.00 horas) afronta un partido vital para sus aspiraciones de salvación. La primera fue un error de entendimiento entre el central Lolo y el guardameta Ricardo que acabó en un gol del delantero del Sporting David Barral, a quien las malas lenguas atribuyen un furtivo "déjala" que pudo haber confundido al defensor andaluz. La segunda, una semana después, fue más dolorosa: el repudiado Iker Muniain, muy pillo, se aprovechó de un choque entre el lateral Nelson y Ricardo, que había salido a despejar un balón largo -y que el delantero provocó con un leve empujón-, para anotar el decisivo segundo tanto del Athletic en el Reyno de Navarra.

Fueron dos detalles fugaces pero que pueden resultar definitivos para un equipo que había entrado en una excelente dinámica de resultados tras el relevo en el banquillo, donde José Luis Mendilibar sustituyó a José Antonio Camacho, y que ahora se enfrenta a una situación límite. En el entorno del club navarro, que acumula once temporadas en la máxima categoría tras su regreso en 2000, se respira tensión. Y a Mendilibar, maestro artesano del milagro, funambulista consumado, le hace gracia que le digan que el Valencia, ridiculizado en casa por el Madrid, llega a Pamplona necesitado de redención.

"Si ellos vienen necesitados, ¡fíjate nosotros!. En eso no nos pueden ganar, en eso tenemos que ser superiores de aquí a Lima", manifestó el técnico vizcaíno.

El encuentro de esta noche se presenta como una final para los rojillos, aún más obligados tras los triunfos de Zaragoza y Real Sociedad. El conjunto maño, casi desahuciado hace un par de semanas, ha sumado dos victorias consecutivas que han encarecido la salvación. En Pamplona ya se da por hecho que habrá que alcanzar como mínimo 42 puntos (siete más de los que acumula Osasuna) para escapar de la quema. Cualquier resultado que no sea la victoria, con una visita a La Romareda en el horizonte, puede resultar letal para el equipo navarro. Osasuna tendrá que encomendarse, una vez más, al embrujo del viejo Sadar... y a San Fermín.