Bilbao. Emilio Butragueño, el Buitre, menudo y aplicado delantero que abanderó aquella fantástica Quinta madridista que encadenó en los años ochenta hasta cinco títulos de liga consecutivos, lo que no tuvo jamás fue chispa hablando ante la prensa. Sin embargo, en cuanto colgó las botas y funcionó como intendente en la Casa Blanca, tuvo una ocurrencia. Calificó de Ser Superior a Florentino Pérez, presidente del club merengón, y ayer, en vísperas de la gran final copera frente al Barça, dio con la tecla correcta para definir el trance que se avecina: "El dramatismo la hace más atractiva".
Y realmente se debe hablar en estos parámetros, sobre todo en las filas madridistas, que necesitan llevarse a la boca el consuelo de un título, aunque sea menor como teóricamente es la Copa, algo que no consigue desde 1993 y siempre miró por encima del hombro.
"Ganar la Copa es vital para nosotros", afirmó ayer Iker Casillas, el capitán del Real Madrid. Sin duda un a frase que condensa el dramatismo que decora la gran final.
Sobre todo porque enfrente está el Barça, el gran antagonista, y este choque de trenes cargados de artistas futbolísticos es lo que hace del partido un acontecimiento de repercusión mundial.
Del lado azulgrana no hay urgencias. El club, la afición, goza con la plenitud de un equipo que juega al fútbol como los ángeles y además esa propuesta sirve para ganar títulos. Pero vencer al Real Madrid en una final; arrebatarle la posibilidad de una revancha, humillarle incluso (así es la razón del hincha) con otra derrota claudicante simplemente conduce al parnaso.
El rastro que dejó la última final de Copa disputada entre ambos contendientes, disputada también en Mestalla el 5 de abril de 1990, trajo consigo unas repercusiones tremendas. Ganó el Barça por 2-0, con goles de Guillermo Amor y Julio Salinas, y Josep Lluìs Núñez, entonces presidente del club azulgrana, decidió darle otro oportunidad al entrenador, Johan Cruyff, que en sus dos primeras temporadas no había logrado título alguno. Surgió el celebrado Dream Team y se implantó un estilo de concebir y jugar al fútbol que Pep Guardiola, discípulo predilecto del Profeta del Gol y ahora entrenador insigne, ha sublimado de belleza.
El partido marcó también el declive de la Quinta del Buitre, que en aquella temporada sumó su quinta Liga consecutiva, una rutina que por aquel entonces apenas fue apreciada por los madridistas, que reclamaban la séptima Copa de Europa.
Ahora en cambio, la misma afición que entonces padecía delirios de grandeza está en un grado tal de desesperación y complejo ante la grandeza blaugrana que el pasado sábado dio por bueno el planteamiento ramplón y defensivo que utilizó José Mourinho para evitar la derrota, e incluso llegó a jalear el empate, pasando por alto que con ese resultado (1-1) el Barça ratificaba la conquista de la Liga en el mismísimo Santiago Bernabéu.
Se ha escrito y hablado mucho sobre las argucias y el sentido práctico del técnico portugués para conseguir el mal menor de un empate. Mourinho sabe que hoy la parroquia blanca le bendecirá si utilizando la misma argucia (a Pepe desquiciando a Messi, por ejemplo) o artes aun peores gana la Copa a cosa del Barça.
Al antagonismo que acompaña cualquier Madrid-Barça se añade en esta ocasión una vertiente de sesgo político por la presencia del rey Juan Carlos. Hace 21 años, tras la última final, Chendo gritó: "Han ganado unos que no son españoles".
Ahora, algún medio de comunicación madrileño ha sacado a la luz unas palabras de supuestamente dijo Piqué tras el clásico del pasado sábado dirigiéndose a varios jugadores madridistas con quien mantuvo, al parecer, un calentón: "¡A ocho puntos, a ocho puntos! ¡Españolitos, ya os hemos ganado vuestra Liga española, que os den!", algo que el propio jugador ha desmentido en su twitter.
Ante la previsible pitada con la que la afición culé recibirá al rey, como ocurrió hace dos años en la final ante el Athletic; pitada a la que se sumaron los seguidores rojiblancos, la Federación Española de Fútbol tiene previsto que el himno español suene a 120 decibelios. El madridismo, además, se ha movilizado para llenar la zona que ocuparán en Mestalla de banderas españolas para contrarrestar el colorido de la senyera.