Vitoria. Era bien sabido que Nico Terol llegaba al inicio del Mundial de 125 con un abismo temporal separatista y difícilmente franqueable para el resto. Unas décimas son asequibles para recuperar bajo la fogosa tensión dominical. No obstante, un segundo es un océano en medio de charcos de lluvia. Su liderazgo empequeñeció a todos y cada uno de sus rivales. Qatar fue reino del alcoyano de inicio a fín, imponiéndose a lo largo de los cuatro días en el circuito de Losail, pole, vuelta rápida y carrera mediante. No hubo el más mínimo margen para la sorpresa e imperó la lógica herencia de quien fue subcampeón del mundo y se ve sin la oposición del ascendido campeón, Marc Márquez, a Moto2. Terol se mostró tremendamente superior, tanto como para, con 16 carreras aún por delante, empezar a preocupar al personal, pues la diferencia fue abrumadora y exigente de mucha mejora para los demás. Ante esta guisa, el pelotón únicamente pudo centrarse en intentar pelear por la segunda plaza del podio, pues la más alta tenía nombre después de una vuelta transcurrida. Nico fue impaciente.
El bilbaíno Efrén Vázquez, a lomos de la Derbi campeona del Ajo Motorsport, es uno de los, a priori, referentes, uno de los puntales para disputar el título a pesar de que los escasos entrenamientos de pretemporada le auguraban un complicado inicio de campaña empeñado en la puesta a punto y haciendo de las carreras un laboratorio.
Sin embargo, la época invernal asistió, se hizo presente, se impuso y no engañó. La pretemporada proyectaba verdades y el piloto de Rekalde pronto claudicó en su empeño de victoria, pues Terol no dio margen a la incertidumbre y desde que se apagó el semáforo exprimió su Aprilia con un arte tan majestuoso como endiablado. Sin sobresaltos por lo superior.
De este modo, las aspiraciones del bilbaino se encauzaron en repetir la gesta de 2010 bajo los focos de la noche catarí, cuando fue segundo, firmando su mejor resultado deportivo. Un recuerdo que era acicate para afrontar la cita inaugural que, a pesar de ello, de no darse un resultado parecido, podía tornarse en una evidencia de que las cosas no arrancaban tan bien como el año pasado. Y así fue, pues a Efrén se le vio peleando con su Derbi para arañar tiempo. No le faltó voluntad al de Rekalde, que pretendió la fuga tras Terol en más de una ocasión.
Pero la falta de entendimiento, la ausencia de sensaciones, la creciente pero todavía pequeña confianza ciega en su moto le lastró al grupo de Cortese y Faubel, y al que más tarde, in crescendo, se sumaron Folger y Gadea, quienes contactaron casi en el ecuador de la prueba, cuando Terol rodaba a casi diez segundos, prácticamente sumando uno de renta por vuelta, en gloriosa soledad y con pilotos cuasidoblados frente al carenado.
Efrentxu, armado de cauta tensión, pues varió posiciones entre la segunda y la cuarta plaza en todo momento, dejándose notar pero sin caer en el riesgo de la posible caída, experimentó con el tren delantero en las apuradas de frenada, donde falta confianza o agarre; con el trasero, cuando pisó los pianos en dos ocasiones dándose pequeños sustos.