madrid. Es necesario hacer las cosas muy bien para ganarle hoy en día al Barça. Hay que rozar la perfección. El Caja Laboral necesitaba bordar el partido, requería de todas sus piezas al máximo nivel, de la inspiración de cada uno de sus jugadores. De lo contrario, la bestia acaba devorándote, más allá de que justo el día que nadie los esperaba, aparecieron dos invitados a la fiesta de la Copa. Nemanja Bjelica y David Logan surgieron de la nada, del oscuro rincón del armario en el que Ivanovic los guardaba, para hacer creer a la hinchada azulgrana que los milagros pueden convertirse en rutina. En realidad, si existieran, suceden muy de vez en cuando. Y ayer no tocaba.
Los dos tipos que han coleccionado la mayor parte de las críticas desde que arrancó el curso escogieron la cita más indicada para resucitar. Si el resto de la orquesta hubiera interpretado la balada de Dusko como habitúa, el equipo vitoriano habría podido tener opciones ante un rival que, salvo sorpresa, marcha imparable hacia la reedición de su título de monarca continental. Pero ayer hubo algún jugador, muy pocos, que faltaron a la cita. Y así no se le puede ganar a este Barça, que saltó al parqué enrabietado, con la herida abierta tras la desgarradora derrota que sufrió en el Buesa hace tres meses y el recuerdo doloroso e imborrable de la legendaria final de la pasada edición liguera.
Este Baskonia, no obstante, queda aún muy lejos del que perpetró aquella gesta. Se percibe todavía muy lejos y muy huérfano. Aunque la aparición de Logan y Bjelica puede considerarse como un presagio halagüeño en el proceso de construcción de una nueva escuadra ganadora, un proceso lento pero firme que está siguiendo el equipo azulgrana. A pesar de que pueda parecer una paradoja, la imagen del equipo sale reforzada de un torneo en el que ha mostrado mayor resistencia que hace un año al Barça y en el que, bastante tiempo después, ha vuelto a mostrarse capaz de resolver un duelo de final ajustado.
La aparición de Logan y Bjelica, que concluyeron el choque con 15 y 9 puntos, llegó cuando el partido amenazaba con convertirse en un baño de sangre. Tras un estreno de partido salvaje, en el que el Barça (21-8), Ivanovic buscó alternativa en el banquillo. Y la encontró en dos jugadores que apenas habían respondido a sus requerimientos hasta la fecha. Junto a Pau Ribas, los malditos consiguieron aplacar la furia del Barça y propiciaron que volviese a haber un partido sobre el parqué del Palacio de los Deportes de Madrid. Su inesperada aparición no bastó para acabar con la bestia, pero sí al menos para invitar a que a partir de ahora Ivanovic se sienta más satisfecho de lo que ve cuando busque soluciones de urgencia en su banquillo.