Amarillean los recuerdos con el paso del tiempo, como si fueran fotografías antiguas, como si el método analógico no hubiera muerto con la irrupción de la nueva era digital, como si el cuchillo del tiempo, imperturbable, inexcrutable, mortífero y carnívoro, como en alguna ocasión lo calificó Miguel Hernández, rajara las hojas del calendario. El malogrado poeta andaluz, en un furor apasionado, colocó en El rayo que no cesa los pilares del tiempo, el paso de los días, el calibre perdido de las palabras, esos hechos que se impregnan en las paredes, en la arquitectura de los sueños, en el acero infranqueable de la vida, imperturbable pero exquisita. Esos mismo mimbres rodean el Atano III, como si los versos de Hernández o Manrique estuvieran pegados en sus paredes. Se erige, caprichoso, en la parte izquierda del frontón, delante del aparcamiento, gris, un busto del manista que da nombre a la cancha donostiarra. Luce Mariano Juaristi, Atano III, bajo los débiles rayos del sol invernal, a su derecha, sonriendo se encuentra Luis Urbistondo, que regenta el bar del frontón guipuzcoano. No duda, mientras espera la llegada de la final del domingo, en preparar la cita como si fuera la única. "Mira todo lo que tenemos", señala, y en la despensa se despliegan litros y litros de whisky, pacharán, vodka, ginebra y licores varios. "Aun así tenemos que hacer un nuevo pedido, porque con esto no llegamos. Pedimos como si hubiera dos finales", admite Urbistondo, que fue puntista en sus años mozos y con el apodo de Arta hizo las Américas y las Europas -"estuve veinte años Estados Unidos, pero también jugué en Italia mucho tiempo"- y conoce bien el trajín que rodea los frontones, el vaivén de las pelotas de tenis, ahuecadas para las apuestas, los cientos de aficionados bramando y los susurros de los vasos en las butacas.
Luis, nacido en Andoain, lleva "unos ocho años" tras la barra del bar del Atano III -además de regentar los locales del Hipódromo de Donostia y de la Plaza de Toros de Illumbe-. Levantando y bajando la persiana, cargando y descargando cajas, sirviendo y sirviendo copas, remojando partidos previos. "Me sé todas las cosas que se cuecen aquí, en estos días previos hay mucho movimiento. La gente se emociona mucho cuando hay una final de este calado", afirma el empresario. "En los grandes eventos la gente consume más. La gente es generosa. No escatiman en nada. Esos días son buenos para nosotros porque trabajamos muy bien", admite Urbistondo, quien ya se prepara para el desembarco de las tropas de Juan Martínez de Irujo y Abel Barriola sobre la cancha donostiarra.
Entre los 1.700 espectadores que se postulan para la cita del Cuatro y Medio, el guipuzcoano estima que se venderá "bastante cerveza". "Cuatro o cinco barriles de cerveza de 50 litros cada uno. Un par de cajas de ginebra...", hace cuentas mentales Urbistondo. En su mente se reflejan la gran cantidad de gin tonics, cañas y demás que tendrán que servir. Tan cercano y tan lejano está el piso de la cancha, a apenas unos metros de la salida del ambigú, ya que a la barra se accede tras pasar por un pasillo paralelo a la contracancha, justo debajo de las butacas de cancha. Solamente unos metros, unos vasos y unos clientes. "Normalmente estamos mucha gente y cuando está el partido jugando hay poca gente en la barra, así que nos escapamos para ver el encuentro", desvela. La televisión, que corona la barra, es fiel amiga de sus tardes de pelota -"cuando podemos miramos la tele y nos enteramos de lo que pasa"-.
"¡Se nos acabó todo!" Luis Urbistondo se ríe entonces. Recuerda, con una sonrisa cauta, una final. Su primera txapela. "Mi primera final fue Xala-Lasa III contra Olaizola I y ...". Han pasado ocho años, mucho tiempo. El acompañante de Asier fue Patxi Ruiz. Cuesta acordarse de ese detalle cuando el magma que fluye en el cerebro trata sobre otros menesteres. "Fue mi primera final y lo pasé mal", aclara, ya que pese a la risa anterior, los momentos no fueron dulces. En palabras de Luis: "Aquello nos cogió desprevenidos". "Habíamos visto el comportamiento en las semifinales y fue un descuido, con el género y todo, porque nosotros no sabíamos a que atenernos en la final. La conseguimos sacar adelante, pero nos quedamos sin género".
Una tragedia en el pequeño universo que existe entre los cristales de la entrada de la cancha donostiarra y el camarero. Aquella txapela, que se apuntaron Yves y Oskar Lasa, causó estragos en la despensa del bar del Atano III. "Lo pasamos mal. Te piden ron y no tienes y nos decían, pues ponme ginebra. Pasas un apuro, porque no habíamos previsto. Parece que cuando te falta una cosa todos te la piden", sostiene. La historia continuó más allá, y es que las desgracias nunca vienen solas. "Vinieron un montón de gente de Iparralde, para apoyar a Xala. Y como ganaron, se quedaron aquí, en el frontón hasta la una de la madrugada. Ellos, de fiesta, delante de la barra celebrándolo". Más de 200. Todos juntos. "La afición de Iparralde es menos ruidosa, pero también les gusta comer y beber". Y lo demostraron en aquella embarazosa ocasión. "Se me iban acabando las cosas, y ya les daba igual qué les echaba. Si tenía pacharán bien, sino zumo de piña, y sino, lo que hubiera. Les daba igual. Otra vez ya han llegado Gonzalez y Xala, pero nunca igual. Aquello fue extraordinario", relata el empresario.
Pese a ese día, tan grande, pero tan complicado, para Urbistondo, las finales que mejor gusto le han dejado son las de Irujo. " Cuando juega, no deja indiferente a nadie. Personalmente, es el que más me llama la atención, por todo, por cómo hace, por su forma de salir a la cancha, su forma de luchar, su manera de arriesgar. Siempre que juega Irujo da algo especial. Irujo es otra cosa".
"lo mejor es el ambiente" Luis Urbistondo, mientras los preparativos de la final continúan insondables, recapacita. Mira al horizonte de citas lejanas, evoca momentos, recuerda las estrellas del pasado, los mitos del presente. Todos bajo el arco que cruza la entrada del Atano, todas delante de su barra. "Hay artistas, futbolistas, políticos, actores se les ve un poco más. Esos son comedidos, se dan cuenta que hay muchas cámaras, y no les ves nunca hacer nada extraño", afirma; sin embargo, los fijos ya le conocen. "Sabes lo que hay que sacarles y cómo hay que sacarles".
Es en esas fechas marcadas en el calendario, cuando la marea de aficionados a la pelota a mano se mezcla, heterogénea, en un mismo recinto. Cátedra y alborotadores. Todos unidos bajo un mismo afán: presenciar un buen espectáculo. "Hay que estar aquí para poder ver el ambiente que hay en el frontón, tanto el día de la final como el día del apartado de material", desgrana y apostilla que "la afición de Irujo es ruidosa, pero la de Goñi también era así. Pero, aunque sea ruidosa, es muy buena gente. Acostumbrado a ver otros eventos así, te das cuenta de que estos son educados y forofos de sus ídolos". "Normalmente los jóvenes se ponen arriba. Los animadores grandes van arriba. Es de reseñar que, con todo el alboroto que arman, nunca ha habido ningún problema. La gente está caliente, pero nunca pasa nada malo", explica.
"Últimamente, han llevado a Gasteiz finales y estamos muy contentos de que vuelva a Donostia. Ahora, además, con las noticias que hay del frontón de Navarra y el de Bilbao, estamos con un poco de pena porque nos pueden quitar algunas finales", remata Urbistondo. Y es que, tras la inauguración en marzo, si todo sigue con los plazos previstos, del frontón de Miribilla, el Bizkaia, que dispondrá de un aforo de 2.801 espectadores, el más grande de todo Euskadi, muchas de las finales pueden recalar en la cancha vizcaina, que, además, dispondrá de un trinkete, habilitado para 425 personas, por lo que la cancha donostiarra -que ha acogido durante su historia 39 finales del Manomanista, 24 del Manomanista de Segunda, 23 del Parejas y 4 del Campeonato del Cuatro y Medio-, en la que caben alrededor de 1.700 aficionados, quedaría relegada a un segundo o tercer plano, si se tiene en cuenta el Ogueta de Gasteiz. Asimismo, la construcción del frontón Reyno de Navarra, en Iruñea, con 3.021 asientos, será otra amenaza.