el debate en las conversaciones de las últimas semanas sobre el cambio de accionariado ha dejado en el aire la pervivencia del club. El presidente, carente de un discurso económico que merezca la pena, ha agotado su credibilidad. Estimo que se está dilatando excesivamente todo este asunto y se está jugando con fuego. Uno se agarra a la poltrona como a un clavo ardiendo, otros no dan el paso definitivo (¿es mucho dinero? ¿lo tienen?). Convendría acordarse de aquel lobo que se dio un festín de ganado porque nadie creyó que aquello pudiera suceder. Todos creemos que el club no va a desaparecer, que algo harán para que eso no ocurra, pero? Por de pronto, los acreedores van a denunciar (algunos lo han hecho ya) sus contratos después de tanta dilación en sus cobros. El primer paso lo han dado. La agonía administrativa del Consejo se mantendrá al menos hasta el 23 de diciembre, día de la Junta. Esta va a ser la fecha que fijen los actuales dirigentes para dar las oportunas explicaciones a los accionistas. Todo como consecuencia de ese parón que han sufrido las negociaciones entre Ruiz de Gauna y los posibles nuevos inversores (que uno ya no sabe si están, pero que sí se les espera) que no han llegado a un acuerdo definitivo para un trasvase rápido de acciones. Aunque mi deseo es que esta fecha se adelante porque, como dice un amigo mío, no hace falta esperar a Navidad para pasar una noche buena. Hastiado de escuchar en infinidad de ocasiones que iba a solucionar el problema económico de la entidad (el mismo día de tomar posesión aseguró que en dos semanas estaría solventado) y habiendo visto a lo largo de este periodo la dificultad para poder realizarlo, pensaba que había llegado el momento de poner fin a la efímera etapa de Ruiz de Gauna. Pero, para sorpresa mía y la de muchos, todavía sigue ahí al pie del cañón. Sin embargo, salvo sorpresa de última hora, algo que nunca se puede descartar en este club desde hace algún tiempo, le falta muy poco para abandonar la presidencia después de ocho meses al frente de una nave a la deriva, si a la cuestión económica nos atenemos, a la que no ha sabido cambiar el rumbo. Y es que hace demasiado tiempo que la continuidad de Gauna está empujando a la entidad hacia una insostenible situación. Por una parte, sigue enemistado con la Diputación (ahora actuando de intercesor) que le exige algo que no puede darle. Por otra, pretende de los posibles compradores una cantidad desorbitada que estos no están dispuestos a pagar. Y como, incluso, quiere ganar dinero en esta chapucera operación (otros lo perdimos en 1996 y en años posteriores) sigue alargando el cambio para ganar tiempo con la esperanza de lograrlo. De esta manera, el único que pierde es el Alavés que a estas alturas tendría que pensar exclusivamente en disfrutar del liderato. El presidente tiene que darse cuenta de que su partido ya ha terminado y lo ha perdido. Ser consecuente y dejar la entidad, aunque lo tenga que hacer por la puerta de atrás. Es él, sobre todo, el que impide que se haga efectivo el convenio y la Diputación reintegre una suma importante de dinero que le serviría al club para vivir algo desahogado. Por eso, es decisivo que el cambio de accionariado esté concluido lo antes posible. Sin capitalización no habrá convenio ni crédito ni reducción de la deuda ni actividad ni?