El sexto puesto con el que la selección española cerró ayer su decepcionante travesía por el Mundial de Turquía supone un severo varapalo para un equipo que acudió a la cita con la convicción de que le disputaría el oro al temible Dream Team pero que ha salido escaldado. Decía ayer Sergio Scariolo, señalado ahora por muchos que antes aplaudían cada una de sus decisiones, que "no es todavía tiempo para hacer balances". "Tenemos que digerir todo un poco", solicitaba Scariolo, cuya labor al frente del equipo que acudía a Turquía como defensor del título ha supuesto el cierre precipitado y calamitoso de una época gloriosa para el baloncesto español.
España cayó ante Argentina víctima de las señas de identidad que el preparador transalpino le ha conferido. Scariolo ha guiado al grupo al precipicio que se abrió ante la ausencia de, probablemente, sus dos mejores jugadores (Pau Gasol y Calderón) y lo ha empujado al vacío. La debacle, sin embargo, no se inició en el desastroso debut ante Francia, un equipo menor, ni tras exhibir una inquietante debilidad mental frente a Lituania. La travesía hacia el fracaso se fraguó desde el momento en el que Scariolo realizó la criba y publicó la lista con la que acudiría al Mundial.
El equipo español, que lo ha ganado casi todo a lo largo de los últimos años, se encuentra en una delicada fase de transición. Cuenta todavía con referentes como para cosechar éxitos presentes y propiciar un relevo generacional escalonado y progresivo. Pero Scariolo se ha empeñado en aferrarse al pasado, a algunos jugadores de su confianza, y el equipo ha pagado el peaje de las jerarquías establecidas y del peso de algunos elementos sobrantes en el vestuario.
Cabe la duda de saber si el seleccionador tiene tanto peso como debería y toma decisiones equivocadas o simplemente convive con los vicios establecidos. Muchos son los que piensan que jugadores como Mumbrú o Garbajosa, líderes en el vestuario, ni siquiera tenían espacio en la lista para este Mundial. Scariolo, lejos de compartir esta opinión, les ha concedido galones, sobre todo al ala-pívot de Torrejón, hasta el punto de convertirlo sistemáticamente en el hombre llamado a jugarse los balones decisivos en finales apretados, como sucedió ayer o en el duelo de cuartos ante Serbia.
Raúl López, llamado a última hora por la lesión de Calderón, ha patentizado que ya no está para estos trotes. Sergio Llull, otro jugador de la cuerda del italiano, destinado a convertirse en referente de este equipo, alcanzó la cita después de una larga lesión y asumió el rol principal que Scariolo le concedió pese a las evidencias. Y entretanto, hombres que han sido relevantes en clubes que esta temporada han coleccionado éxitos importantes, como San Emeterio, Claver, Fran Vázquez, Rafa Martínez o Víctor Sada, han tenido que conformarse con papeles residuales o con ver el torneo por la televisión.
Las decisiones de Scariolo, que ha querido jugar a lo seguro y ha salido escaldado, han ralentizado un cambio de ciclo que podría haber estado acompañado de mayores satisfacciones. Habrá que ver qué pasa con el técnico de Brescia. Muchos de los que lo alabaron han empezado a darle la espalda y a pedir responsabilidades. Tarde.