UNA frase demoledora resuena monte abajo por los altavoces del stand del podio de la Vuelta a España en la cima de Peña Cabarga. "¡El líder está entre los implicados!". Es la voz de Juan Mari Guajardo, el conocido speaker de la Vuelta a España. A pocos metros de él, sentados sobre un trozo de hierba, reciben el jarrazo de agua fría Enrique y Mari Jose, aita y ama de Igor Antón, que no dan crédito a lo que oyen. "Estamos gafados", se lamenta Enrique, que no tarda en reaccionar. Mari Jose permanece inmóvil, esperando noticias sobre Igor. Preocupada. No es para menos.

Lo que tenía que haber sido un día de fiesta para la familia y los amigos de la Peña Igor Antón de Galdakao acabó siendo un día para olvidar. Como hace dos años en la etapa con final en el Angliru, la suerte dio la espalda a los sueños de éxito del escalador de Euskaltel-Euskadi, se esfumaron, otra vez, con una desafortunada caída. En la cima de Peña Cabarga esperaban los padres de Igor Antón, deseosos de vivir con su hijo otro momento como el vivido en Pal, donde pudieron compartir el triunfo y segundo liderato, ramo de flores y champán incluido. "Como vuelva a ganar hoy, bajamos con la botella a celebrarlo", decía Enrique minutos antes de producirse la desafortunada caída. Hasta entonces había compartido con la cuadrilla y los parientes una bonita jornada, tranquila, que transcurría según lo planeado. "A las diez hemos llegado al pie de puerto y después de aparcar los coches hemos subido el puerto andando", cuenta Enrique. "Con la acreditación podíamos haber subido en coche, pero hemos preferido subir todos juntos", añade la ama, Mari Jose.

No había por qué preocuparse. Arriba, en la cima, el esfuerzo sería compensado con pan, chorizo, queso y buen vino. "¿Queréis un poco?", ofrecen. "No, gracias. Estamos de servicio". Charlamos de todo. El teatro de Igor en Pal. "Era una estrategia. Igor guardó fuerzas y pasó hacía delante cuando la carrera se movió. Fue a su ritmo y ganó. La verdad que ha aprendido mucho", explica Enrique. ¿La madurez de Igor? "Es que tiene un año más. Con lo mal que lo pasó el año pasado ha aprendido mucho. Se le ve muy centrado y más serio, pero en el fondo sigue siendo ese chaval que se ilusiona por todo", dice su ama, la persona que mejor conoce a Igor.

Así pues, todo marchaba perfectamente. Nada hacía presagiar un final tan fulminante. Apenas faltaban ocho kilómetros y todo iba sobre ruedas para Euskaltel-Euskadi y para Igor Antón. Y para su familia. En la cima de Peña Cabarga, a la altura del repetidor, los padres de Igor Antón, su hermana Iratxe, tías, amigos y demás familia seguían atentos las evoluciones de la carrera a través de la pantalla situada cerca de la meta. Una pantalla muda, imágenes en silencio, que contaban con la narración espontánea de Juan Mari Guajardo. "Hoy va a mantener el liderato sin problemas", dice Enrique, tranquilo y confiado en las posibilidades Igor.

De repente esa tranquilidad con la que Enrique sigue la carrera se ve interrumpida por la retransmisión de la carrera. El pelotón se abre y pasa a ocupar violentamente toda la carretera. Algo ha pasado. Se hace el silencio. Un silencio del que nos despierta Guajardo. ¡Caída! ¡Caída! Los miembros de la peña de Igor Antón, que han venido en número desde Galdakao y los familiares del corredor enmudecen y adoptan una pose tensa, a la espera de que las imágenes les permitan recuperar la tranquilidad y bajar la guardia, que no hay problemas y que Igor sigue resguardado en el pelotón.

Las consecuencias del accidente se muestran en la pantalla. Entre el amasijo de carbono, radios y carne tiene hay color naranja. Es Egoi Martínez que, dolorido, se encuentra tendido en la carretera. La pena por Egoi se convierte en sobresalto cuando unos metros más atrás las cámaras enfocan a un dolorido Igor Antón y su maillot rojo echo trizas. ¡El líder está entre los caídos!, gritan los altavoces. Un ooooo al unísono. Con el corazón en un puño nadie dice nada. Esperan que Igor, al que ven de pie y lleno de rasponazos, de señales de fortaleza, de que se encuentra bien y pueda coger la bici para seguir adelante. Igor se dirige hacía el coche. Hay quién aplaude, "¡Aupa Igor!", pensando en lo mejor, que Igor es capaz de seguir dando pedales.

Pero se confirma lo peor. No puede continuar en carrera. En ese momento toda la tensión contenida y una repentina rabieta invaden a Enrique, su aita, que se saca la gorra para lanzarla contra el suelo, y con gesto abatido, grita de impotencia "¡estamos gafados!". "Igual que hace dos años", se que recordando el episodio que le tocó vivir en el Angliru, cuando su hijo, que marchaba con opciones de pelearse la victoria ni más ni menos que con Contador y Valverde, perdió el control de su bicicleta en una de las curvas del descenso del Cordal y acabó golpeándose contra el suelo.

Un jarro de agua fría también para Mari Jose, su ama, que disfrutaba de las travesuras que su hijo estaba haciendo durante esta Vuelta. Tardó más en reaccionar, su preocupación bloqueaba los músculos y se mantuvo oculta tras sus gafas de sol. "Que le vamos a hacer. Me da pena por él", acierta a decir Mari Jose.

Los gestos de impotencia, rabia y tristeza se hacen patentes, caen incluso algunas lágrimas, como las de la tía de Igor. "Que injusto", dice Enrique. El deporte, a veces, es así de ingrato, injusto. La carrera sigue, pero eso ya no importa en el seno de la familia del ciclista galdakaoztarra. Su carrera, que no podía ser más brillantes hasta ahora, se ha acabado. El resto, los Nibali, Tondo y Purito que le perseguían en la general son otra historia, ya no va con ellos. Pero la incredulidad y la impotencia hace que sigan atentos a las imágenes de la carrera, esperando alguna noticia más sobre su hijo.

Vuelve a asomar por la pantalla Igor Antón, repitiendo, como bien recuerda Enrique, la imagen de hace dos años, en aquella maldita cuneta del Cordal. Igor, pura simpatía hasta en los malos momentos, se despide de la cámara, de los aficionados y amigos que le siguen y de la familia. Pero no es una despedida, es un hasta luego.