Ayer, lo previsto. Poco que decir. Controlaron los equipos de los velocistas y remató Cavendish de nuevo. Esta vez, en cambio, con pirueta en meta. Entró dando un pequeño brinco. Jamás lo había visto. Y, aparte de muchas cosas, es señal de la superioridad de este tío al sprint. Hoy empieza la verdadera Vuelta. Llega lo duro. La montaña en la que Antón tiene que demostrar si realmente está preparado para ganar o si tiene que luchar por el podio. Peña Cabarga es el primer examen, nada más. No creo que sirva para sacar conclusiones muy extremas. Es duro, sí, pero tampoco tanto. Y, además, es demasiado corto para que las diferencias puedan ser significativas. Creo que no es un puerto que le vaya del todo bien a Igor, pero ya veremos, porque estando como está? Cualquier lugar es bueno ahora para Antón para sacar diferencias, aunque sea unos segundos, a sus rivales. Nibali es una amenaza, como también lo son Bruseghin o Tondo, que van bien contrarreloj. En cambio, Mosquera puede ser su gran aliado. No porque vayan a colaborar, que puede ser, sino porque el gallego necesita atacar y lo haré sin descanso. Eso lo puede aprovechar Antón, que necesita que alguien rompa la carrera.
Esta columna la escribo desde la cuneta, pero de verdad. Ya estoy en Peña Cabarga con la familia. Y mañana iré a Lagos. Y pasado a Cotobello. Ya ven, esto sigue siendo mi pasión. Y la de muchos vascos. Se palpa en Euskadi el ambiente de los grandes momentos. Antón ilusiona. Tiene el gancho que tuvieron antes otros ciclistas. Marino, Gorospe, David, Mayo? Pero hay un problema. No con Antón, sino con la Vuelta. La afición vasca anda algo despistada porque no se sabe muy bien si el domingo cerrarán la carretera a los Lagos. Me dicen que sí, que lo harán pronto o que, incluso, ya lo han hecho. Y me parece mal. ¿Qué es el ciclismo sin aficionados? Nada. A mí me da pena ver subidas en las que apenas hay gente, en la que los corredores suben sin el aliento del público. Eso lo tendrían que tener en cuenta los organizadores, si es que depende de ellos, para dejar que la gente suba y de vida a la carrera. Por el bien del ciclismo.