Koteto Ezkurra redondeó el pasado sábado un excelso palmarés al conquistar su décima corona individual de remonte. A los 37 años y tras cinco sin catar las mieles del éxito en el mano a mano, el delantero de Doneztebe recuperó el cetro del Torneo Casino Kursaal. El título ha reforzado la ilusión de un pelotari que acumula ya dos décadas de carrera profesional y que avisa de que aún le quedan "cuatro o cinco años" al máximo nivel. Sin embargo, la vida le ha enseñado que hay cosas más importantes que los éxitos deportivos y, aunque no resta mérito al triunfo que cosechó en el Galarreta ante Julen San Miguel (30-24), asegura que lo importante es tener el cariño de la gente. Como el de sus compañeros en las piscinas de Huarte -las regenta junto a su hermano desde hace un par de años-, instalaciones en las que atendió ayer a este periódico y en las que no paró de recibir felicitaciones por su victoria.
Ha conseguido su décima txapela individual con 37 años y cinco años después de haberse calado la última. Felicísimo, ¿no?
Muy contento. Y más por ganar cuando menos lo esperaba. Llevaba unos años en los que veía todo más complicado porque había gente joven que venía desde atrás pegando fuerte. Además, antes de empezar el campeonato tuve dudas por culpa de una lesión. Al final salí a jugar y he ganado, pero, aunque antes de lesionarme tenía muchas esperanzas de hacerlo bien, no esperaba ganar.
Se recuperó de una tendinitis en el abductor gracias al trabajo del médico de Aspe, Txema Urrutia, y del prestigioso masajista Justo Lillo. ¿Por qué recurrió a ellos?
Cuando me lesioné, hablé con la empresa y buscamos una solución. Era agosto, un mal mes porque todo el mundo está de vacaciones, pero nos pusimos en contacto con Txema Urrutia y le planteamos la situación. Le pedimos que nos dijera las posibilidades reales de que pudiera llegar a tiempo a las semifinales del Kursaal (Ezkurra se lastimó en el duelo de cuartos de final en el que superó a Etxabe II). Hicimos una resonancia y nos dijo que era recuperable. Me planteó una recuperación con Justo Lillo y, aunque las fechas estaban muy justas, al final todo salió bien. Su ayuda fue primordial.
Saber que le iba a dar tiempo a recuperarse le elevaría la moral.
El día de la prueba era un lunes, concretamente el día de mi cumpleaños. De estar con la cabeza baja después de haber hecho una prueba el domingo en el Galarreta y comprobar que no estaba para jugar, pasé a saber, después de hablar con Txema Urrutia, que tenía posibilidades de hacerlo. Cuando le vi tan convencido me dio un subidón tremendo, aunque tampoco me quise poner eufórico porque otras veces ya me había hecho ilusiones y me había costado arrancar. Pero cumplí a rajatabla todo lo que me propuso Justo Lillo y todo salió perfecto.
¿Quién le recomendó la ayuda de Txema Urrutia y Juanma Lillo?
Un amigo que trabaja en la empresa del médico de Aspe. Le llamamos un día a las nueve de la noche como un favor personal y nos atendió.
¿Es cierto que se le pasó por la cabeza la posibilidad de no volver a jugar el campeonato individual?
El domingo que hice la prueba por parejas vi que así no podía jugar a pelota. Con el poco tiempo que tenía y los dolores que tenía pensé: "Se jodió". No quería hacer el ridículo ni por asomo y eso fue lo que me derrumbó. Pensé que el mano a mano ya era demasiado exigente para mí. Pero las cosas cambian, uno se va animando y, cuando hay ilusión, se puede con todo
¿Había perdido la esperanza de ganar su décima txapela individual?
Antes de lesionarme, este año tenía esperanzas porque en primavera estaba fuerte y con ilusiones renovadas. Pero, después de la lesión, se me pasó por la cabeza que ya no iba a ganar la décima txapela. El subidón definitivo para conseguirlo llegó cuando le gané a Urrutia. Salí a ver qué hacía y me salió un partidazo. Entonces empecé a creerme realmente que la pierna estaba curada. Muchas veces, las lesiones las tenemos en la cabeza. Ahí fue cuando empecé a creer en mis posibilidades, porque por parejas estaba jugando bien, pero el partido contra Urrutia fue la prueba de fuego.
En aquel partido con Urrutia, ¿cómo le sentó no partir como favorito?
Es lo normal, porque estos chavales ya tienen un punto más que nosotros: físicamente, en velocidad... factores básicos para el mano a mano. Los jóvenes juegan mucho a pelota, son figuras y nosotros, los veteranos, nos defendemos por parejas, pero en el individual hace falta un plus. Urrutia ya ha demostrado que está hecho y San Miguel tenía que reventar algún año; y ha sido éste. En el mano a mano, el tema de los años se nota.
¿Se afrontan los partidos de otra forma sin ser el favorito?
Perder es una putada, pero las cosas vienen ahora de otra forma. Antes tenía que ganar sí o sí, pero ahora sé que tengo que hacer lo que pueda porque el reconocimiento ya lo tengo. La verdad es que contra Urrutia jugué bastante tranquilo.
Han pasado cinco años entre sus dos últimas txapelas. ¿Por qué?
Llevo 15 años jugando el mano a mano, he jugado 13 finales y he ganado 10, así que siempre digo que he tenido mucha suerte de no haber tenido mala suerte. Hay veces que no das el nivel o que tienes lesiones y otros van apretando. Van saliendo nombres nuevos y se junta todo, pero no hay ninguna razón especial por la que hayan pasado cinco años.
En apenas unos meses ha pasado de ver cómo peligraba el futuro del remonte a reconquistar el campeonato individual.
La verdad es que ha sido un año muy largo. En octubre, después de salir de la lesión que me impidió jugar el mano a mano, empecé a trabajar en las piscinas de Huarte y tenía que pasar muchas horas de pié. Tardé tres meses en adaptar mi cuerpo a la nueva vida. Después de tantas horas en el trabajo, no daba pié con bolo. Me sentía inútil. Fue una mala temporada y se empezó a escuchar que Koteto estaba acabado. Aunque yo no lo sentía así, al final me iba creyendo lo que decía la gente. Pero luego me adapté a todo, superamos los problemas que tuvo la anterior empresa, surgió la idea nueva (Oriamendi 2010), las ilusiones se renovaron y aquí estamos otra vez.
Como campeón...
Es muy bonito, pero esto se pasa. Nosotros estamos doce meses en el frontón y dar un nivel altísimo durante todo el año es lo que más valoro.
En la final que jugó el sábado contra San Miguel, hubo un tanto especialmente decisivo: el 24-23.
Ahí estuvo la clave de mi arrancada. El partido estaba empatado a 23 y era el momento de ver quién aguantaba más. Metí una pelota increíble en el rebote y San Miguel no la devolvió de milagro porque pegó en la chapa. Se puede decir que tuve suerte, pero la suerte fue la suya de meter la pelota en la cesta porque era una pelota imposible. Ahí fue cuando encadené un par de tantos de saque (26-23)