Duración 64 minutos: 28, de juego real.

Saques 1 de Xala.

Pelotazos Se cruzaron 568 pelotazos a buena.

Tantos en juego 3 de Titín, 7 de Xala, 1 de Zubieta y 2 Barriola.

Errores 6 de Titín, 8 de Xala, 6 de Zubieta y 2 de Barriola.

Marcador 0-2, 2-2, 3-2, 3-3, 3-7, 5-7, 5-9, 7-9, 7-13, 11-13, 11-20, 14-20 y 14-22.

Incidencias Muy buena entrada en el Ogueta de Gasteiz. Abel Barriola fue elegido como el mejor pelotari de la feria gasteiztarra.

vitoria. El plebiscito de las gargantas del Ogueta reunidas a modo asambleario como proponía el pensamiento de Rousseau y su contrato social para la toma de cualquier decisión, fue unánime. Habla pueblo habla. Y la plebe, libre, sin mordazas ni imposiciones, sin dobleces ni directrices, proclamó a coro en la madrugada a Abel Barriola su nuevo rey, emperador único de la feria de La Blanca, después de asistir a una virtuosa interpretación del juego, a un despliegue mayúsculo, a una lectura perfecta de cada instante del partido, a un magnífico trabajo en la contención y a un espléndido arrope de su delantero. Eso todo fue el leitzarra, infatigable, inabordable, insuperable. Así que un pequeño blusa cuya voz se unía a los ánimos de los apóstoles de Titín III en el amanecer, viró su cántico espontáneamente -rara vez los niños mienten cuando el sentimiento les cala en el estómago- para recibir al majestuoso zaguero navarro, un pelotari de nuevo espléndido. El chico emblusado gritó y con él, el pueblo: "¡Abel, Abel, Abel!"

Tejió Barriola una alfombra roja, bordada con hilos de oro, para conducir a Xala a la cúspide de La Blanca tras tumbar a Aitor Zubieta, enredado en la inteligente y enérgica propuesta de Abel, que agitó con su juego de piernas el biorritmo del etxarriarra, un coloso, de tal manera que éste acabó en el diván malhumorado con el mundo. A Zubieta no le alcanzó con su gigantesca pegada porque Abel, un estudioso, aplicó análisis y rigor para el trazo grueso y para el fino. El leitzarra, el zaguero más ágil del cuadro, mezcló el juego largo con el corto y grapó la pelota a pared izquierda con destreza. Sobre ese escenario de constante efervescencia, de tiovivo, a Zubieta le faltó continuidad y constancia. No lograba Aitor, ni de lejos, someter a Barriola, que gestionaba con eficacia cada chasquido. Omnipresente, -lo mismo acudía a rescatar una pelota al txoko que procedía con la volea para frenar los mandobles de Zubieta- Abel resultó inexpugnable bajo cualquier prisma, fuera éste el de Titín o el de Zubieta, impotentes frente al torrencial de Barriola, enchufadísimo desde el comienzo.

dominio desde la salida El primer tanto, pura lija, fijó las coordenadas del duelo. Abel, el mejor del torneo, embridó a Zubieta y el de Etxarri-Aranatz, se dislocó. Mandó un zurdazo al colchón. Yves, sereno, no tardó -comprobado el mullido parapeto que el proponía Abel- en mostrar sus intenciones rematadoras, mientras Titín III se desgañitaba en el achique. Para entonces Barriola respiraba firme y a Aitor el aliento se le entrecortaba, cortocircuitado su juego. Las escenas seguían el guión establecido por Abel y apenas atravesado el meridiano, él y Xala, afilado en el terminación, aventajaban en media docena de tantos (13-7) al riojano y a Zubieta, que no acaban de maridar correctamente.

Únicamente algunos errores de Yves, en remates de tanto o tanto, que encontraron la chapa dieron oxígeno al de Tricio y a Aitor. Valiente hasta entonces, el lekuindarra encogió el brazo y dejó que Abel, que vale euro arriba euro abajo un potosí, se encargara de aniquilar cualquier resistencia. El vigésimo tanto resumió la impagable aportación de Barriola, que defendió tres pelotas complicadísimas de volea hasta que Titín, desesperado, trató de apurar en el txoko para contrarrestar el efecto Abel y la chismosa gritó. Tronó entonces el Ogueta a una sola voz reconociendo la sobresaliente aportación de Abel, dueño y señor de todo lo que ocurría en sus dominios y en su perímetro. Repitió su nombre la grada sin descanso. El jovencito blusa también lo apadrinó y una vez resuelto el final, de perfil burocrático, el Ogueta, asambleario, habló alto y claro: "¡Abel, Abel, Abel!"