DURANTE el Mundial de Francia"98, Liedson da Silva Muniz fue un anónimo miembro de la torcida brasileña que se limitó a seguir por televisión las evoluciones de una canarinha que cayó en la final ante la selección anfitriona. Tenía por aquel entonces 20 años y era todo un apasionado del balompié que veía con envidia los goles de Ronaldo, sólo un año mayor que él, y las bicicletas de Denilson, de su misma quinta, sin poder llegar ni siquiera a soñar que algún día él iba a gozar del privilegio de jugar un Mundial. ¡Cómo iba a fantasear con figurar en el futuro en el mayor espectáculo futbolístico del planeta si con su edad la mayoría de jugadores brasileños se ganaba ya las habichuelas en Europa y él no era más que un reponedor de supermercado en Cairu, estado de Bahía, que mataba el gusanillo del deporte jugando pachangas con sus amigos durante los fines de semana!

Pero ocurre que, en ocasiones, los sueños se cumplen. Incluso aquellos con los que uno ni siquiera se atreve a fantasear. Doce años después de lamentar la derrota ante los bleus, Liedson está en Sudáfrica. No defiende la camiseta de la verdeamarelha, pero sus goles están a disposición de Portugal, el país que le acogió hace siete años para que pudiera dar forma a un auténtico cuento de hadas que le ha permitido pasar de su trabajo en el supermercado a ser un auténtico reponedor de goles a sueldo del Sporting de Lisboa, un viaje vital de la nada a lo más alto que muy pocos son capaces de disfrutar.

Y es que Liedson no conoció el lado profesional del fútbol hasta los 22 años, cuando tras quedarse sin trabajo fue descubierto en un torneo de carácter local que le sirvió para fichar por el anónimo club Prudentópolis. De ahí pasó al Coritiba, conjunto con algo más de alcurnia -allí se han formado, entre otros, el sevillista Adriano y Keirrison, el delantero propiedad del Barcelona que jugó el año pasado cedido en la Fiorentina-, pero no fue hasta 2002, ya con 24 años, cuando sus goles con el Flamengo (14 en 24 partidos) y el Corinthians (10 en 18 compromisos), comenzaron a llamar la atención del fútbol europeo.

Fue el Sporting de Lisboa el que apostó por él tras pagar en 2003 dos millones de euros por sus servicios, un dispendio que ha acabado siendo muy rentable. Poco importó que en el partido de su debut más de uno se riera de él cuando salió a jugar con el número 31 y su nombre mal escrito en la camiseta -la letra ese estaba colocada al revés, por lo que se leía Liedzon-, ya que se ha ganado el cariño de la afición del estadio Jose Alvalade a base de goles -111 en siete temporadas- y de su constante entrega y lucha a pesar de su endeble armazón físico (mide 1,75 y pesa 63 kilos) que le ha valido el apodo de Levezinho (delgadito). La afición del Sporting de Lisboa le considera uno de sus ídolos -en la grada siempre hay desplegada una pancarta en la que se lee Liedson resuelve y la selección portuguesa, con la que debutó en octubre de 2009, no dudó en reclutarle para acabar con sus problemas en el puesto de delantero centro. En Sudáfrica ya marcó ante Corea del Norte, demostrando que aquel reponedor de supermercado es ahora un reponedor de goles.