TEner el peor equipo del Mundial ya era insoportable. Tener también el más estúpido es intolerable. El motín en Knysna siempre será el Waterloo del fútbol francés". Así sintetizaba en su edición de ayer Le Parisien el sentimiento de vergüenza con el que se vive en Francia ese vodevil en el que se ha convertido la concentración de la selección gala. Los paupérrimos resultados deportivos, las trifulcas entre jugadores y las constantes polémicas protagonizadas por Raymond Domenech provocaban hasta ahora sonrojo, pero la expulsión de Nicolas Anelka por insultar al seleccionador y la negativa de los jugadores a entrenarse el domingo ha hecho que todo saltara por los aires en un país que ya estaba de uñas con su combinado. Le Figaro hablaba de "suicidio colectivo", mientras que L"Equipe tampoco se cortaba lo más mínimo y lideraba un ataque punzante: "¿Una rebelión? No, un capricho. ¿Una huelga? No, cobardía. No nos engañemos. La solidaridad republicana que mostraron nuestros jugadores ayer al mundo es una ilusión". Y mientras la polémica arrasa con todo, el tema deportivo, el hecho de que Francia necesita ganar hoy por más de cuatro goles a Sudáfrica y que México y Uruguay no empaten entre ellos, pasa totalmente desapercibido.
Tan caótica es la situación que Zinedine Zidane tuvo que salir ayer a la palestra para negar cualquier implicación en el polvorín interno y asegurar que está muy triste por la situación, además de afirmar que no sabe quién es el supuesto traidor escondido en el vestuario. "Sí, estoy muy triste, al igual que mucha gente, por lo que está pasando, pero lo más triste es que estamos hablando de todo menos de fútbol, se han dicho muchas cosas que afectan al equipo", dijo Zidane, que se mostró tajante cuando fue preguntado acerca de la identidad del traidor del vestuario que filtró a la prensa informaciones que los códigos del fútbol se empeñan en esconder. "No, yo no lo sé, ¿lo sabes tú?", le preguntó Zidane a la periodista que le interpeló acerca de la identidad del chivato. "Yo estoy fuera. No sé lo que pasa en el vestuario y creo que tampoco los jugadores lo saben. Quiero dejar esto claro. Quienes me conocen saben que cuando era jugador jamás di mi opinión sobre quién tenía que jugar o no. Hoy siento lo mismo. Nunca he tenido problemas con Domenech y le respeté como entrenador. Yo era el capitán pero él estaba por encima de mí y respeté las reglas. Así son las cosas y así deberían ser", añadió.