SI Wayne Rooney hubiese nacido en París, existiría la posibilidad de que estuviera ahora en casa siguiendo el Mundial por televisión. Lo mismo le podría ocurrir a Maicon en caso de haber visto la luz por primera vez en Marsella o al prometedor Mesut Ozil si su pasaporte fuese francés en lugar de alemán. Nadie en su sano juicio dudaría de sus facultades futbolísticas, pero Raymond Domenech, seleccionador galo, torcería el gesto al echar una mirada a sus signos zodiacales, algo que para él goza de la misma importancia que el estado de forma o el sistema a utilizar a la hora de confeccionar alineaciones y convocatorias. "Todos los parámetros tienen que ser considerados y yo he agregado uno al decir que la astrología está involucrada", ha llegado a reconocer abiertamente. Es por ello por lo que Domenech tendría que sopesar los goles del delantero del Manchester United con el hecho de que sea Escorpio -"no pueden jugar muchos al mismo tiempo porque en el campo se matan entre ellos"-, las cabalgadas del lateral derecho brasileño con la conveniencia de contar con un Leo en defensa, algo que no le gusta porque "siempre tengo que estar con la pistola cargada porque sé que en algún momento van a querer lucirse y eso nos va a costar caro", o el talento para el último pase de la joven promesa del Werder Bremen con el hecho de que sea Libra, otro de los signos que no le hacen excesiva gracia.
Las extravagancias zodiacales de Domenech, que según las malas lenguas fueron las causantes de las no convocatorias en citas anteriores de Robert Pires -"cree que los escorpio somos malas personas y que no podemos convivir con los demás"- o Johan Micoud -"soy leo y ya hay muchos en la selección"-, no son más que la punta del iceberg de una personalidad extraña, arisca y huidiza que le hace vivir en constante enfrentamiento con todos aquellos que le rodean, ya sean jugadores, medios de comunicación o una afición que nunca le ha tenido en estima y que ha preferido castigar sus polémicas y fracasos deportivos (eliminación a las primeras de cambio en la última Eurocopa, problemas para clasificarse para Sudáfrica, escaso rendimiento sobre el terreno de juego...) que glosar sus éxitos, entre los que brilla con luz propia la final del Mundial de 2006.
Domenech, que accedió al cargo de seleccionador francés tras la Eurocopa de 2004 en lugar de Jacques Santini y que lo dejará cuando los bleus abandonen Sudáfrica para ser sustituido por Laurent Blanc, siempre ha tenido un carácter difícil y retador, hasta el punto de que una de sus frases de cabecera es "cuanta más pelea me proponen, cuanto más me critican, mejor me siento". Hijo de un exiliado antifranquista que tuvo que abandonar Catalunya a los 17 años, Domenech ni siquiera se mantuvo alejado de las controversias en su carrera como futbolista, que pese a permanecer siempre en segundo plano se extendió durante catorce temporadas. Basta una anécdota acontecida en su campaña de debut para atestiguarlo. Su compañero en el eje de la zaga en el Olympique de Lyon Jean Baeza acabó con la carrera del delantero del Niza Helmut Metzler tras propinarle una brutal patada y en las crónicas del día siguiente le echaron la culpa a un Domenech que nada había tenido que ver en la jugada, aunque éste no hizo nada para lavar su imagen. Es más, se sintió orgulloso, no en vano años después reconoció que "Baeza y yo llevábamos el mismo corte de pelo y nos confundieron. Yo estaba empezando y consideré que era importante que se hablara de mí, para bien o para mal, así que decidí no corregir a la prensa. Fue una bravuconada". Quizá también para hacerse notar, Domenech jugó durante toda su carrera con una frondosa barba que se afeitó el mismo día que colgó las botas.
Inoportuno por definición El seleccionador francés, que no ha dudado en reconocer que para él el mundo perfecto sería "aquel en el que nunca tuviera que hablar con periodistas" sabe que no cae bien, pero tampoco se esfuerza lo más mínimo en mejorar la percepción que los que le rodean tienen de él. Así, durante su carrera como jugador no dudó en señalar que "no me siento alsaciano, tengo muy poco contacto con ellos"... justo el día que era presentado por el Estrasburgo, club más importante de esta región. También fueron sonadas sus declaraciones en directo nada más ser eliminada Francia de la Eurocopa de 2008, pues al ser cuestionado sobre su futuro no tuvo mejor ocurrencia que aprovechar la ocasión para pedir la mano a su compañera, curiosamente periodista deportiva pese a su odio a esta profesión. "Sólo tengo un proyecto, casarme con Estelle. Esta noche se lo pido en serio", dijo.
Tampoco se mordió ayer la lengua cuando fue cuestionado sobre la guerra civíl en la que se ha convertido la concentración francesa después de la expulsión de Nicolas Anelka por insultarle -aseguró que está de acuerdo con la sanción impuesta por la federación gala-o la negativa de los jugadores a entrenarse antes de ayer. "Fue un acto estúpido. Los jugadores han gastado mucha energía fuera del campo. Es una pena. Ahora, la gente no espera palabras sino actos", indicó el hombre al que toda Francia tiene en el punto de mira, el técnico al que hasta sus queridos astros le han dado la espalda.