BRASIL: Julio César; Maicon, Lúcio, Juan, Bastos; Gilberto Silva, Felipe Melo, Elano (Min. 66, Alves); Kaká; Robinho (Min. 90, Ramires) y Luis Fabiano.
COSTA DE MARFIL: Barry; Demel, Kolo Touré, Zokora, Tiene; Eboué (Min. 71, Romaric), Yaya Touré, Tioté; Dindane (Min. 53, Gervinho), Kalou (Min. 66, Keita); y Drogba.
Goles: 1-0: Min. 25; Luis Fabiano. 2-0: Min. 50; Luis Fabiano. 3-0: Min. 62; Elano. 3-1: Min. 79; Drogba.
Árbitro: Stephane Lannoy (Francia). Amonestó a Tiene, Keita, Tioté. Expulsó a Kaká por doble amarilla en el minuto 87.
Incidencias: 84.500 espectadores en el Soccer City Stadium de Johannesburgo.
vitoria. Brasil ya está en octavos de final donde acompañará a Holanda. Vaya novedad, se dirá. No podía esperarse otra cosa de la pentacampeona que liquidó ayer a una Costa de Marfil decepcionante por miedosa. El fondo de la seleçao está claro. Tampoco debe sorprender la forma porque la selección brasileña lleva un tiempo abrazada a la versión más laboriosa del fútbol porque, de momento, los resultados le van acompañando. Incluso, recuperó ayer a Luis Fabiano, que llevaba nueve meses sin marcar con su selección.
La samba ya no es samba, es un chotis: todos bien juntitos, ocupando un espacio reducido. Brasil son once Dungas sin licencia para inventar hasta que la victoria esté asegurada. Todo está previsto de antemano y así la pentacampeona es igual de poderosa, pero mucho menos vistosa. Ni falta que hace, dirá su técnico, que se aferra a Gilberto y Felipe Melo para mantener el orden y frenar las acometidas de sus rivales. Si son como las que ayer propuso Costa de Marfil resultan inofensivas y planas. A Dunga le sobran hasta los cambios, quizás porque teme que puedan desmontar esa estructura pétrea que ha construido a partir de una defensa con muy pocas fisuras.
En un partido que podía abrirles las puertas de la gloria, el equipo africano se comportó como otros de su continente: prometen mucho y a la hora de la verdad se están quedando en muy poco. Mucho músculo en camisetas ceñidas, pero poco cerebro y cohesión grupal. Con Zokora metido de central, Gervinho en el banquillo de salida y Yayá Touré en la sala de máquinas, Sven Goran Eriksson, que tampoco es el prototipo de técnico valiente, dejó a sus delanteros, que se movieron además atropellados y desconectados unos de otros, sin suministro ni remates que preocuparan a Julio César.
En este sentido, se juntaron el hambre y las ganas de comer y lo que se anunciaba como uno de los mejores choques del Mundial fue un fraude. Se justifica que los aficionados soplen las vuvuzelas como si la vida les fuera en ello porque con algo tienen que entretenerse a falta de fútbol. Ya ni Brasil es garantía de espectáculo. La selección de Dunga condujo el partido a su ritmo y por los caminos previstos. Encogida como una cobra que asusta con sólo tenerla delante, de cuando en cuando se estiraba para pegar bocados mortales gracias al talento individual.
Robinho se pasó de chupón en el primer minuto tras un contragolpe que debía haber acabado en gol y hubo que esperar un rato largo a que aparecieran Luis Fabiano y Kaká para marcar las diferencias. Ese era el plan. El madridista fabricó el primer y tercer gol con dos jugadas de otro tiempo y el sevillista se fabricó el solo el segundo, meritorio pero ilegal porque se ayudó dos veces del brazo. Y ya está, se acabó el partido. Brasil amenazó con gustarse un rato y se generó algunos rondos ante un rival impotente, pero pronto volvió a pisar el freno.
De Costa de Marfil no hubo noticias hasta que salió Gervinho, que al menos se atrevió a hacer cosas apoyado en su velocidad, y hasta que empezaron a soltar plantillazos de pura frustración. El añorado Drogba sólo apareció en el minuto 52 para cabecear la primera ocasión peligrosa de su equipo y para marcar cuando ya todo estaba perdido un gol que, por falta de tensión en sus jugadores, puso de muy mala leche a Dunga, pero no tanto como lo que ocurrió después, el despropósito arbitral que le puede dejar sin Kaká para el choque ante Portugal. Pero Brasil ya tiene lo que quería, ajeno a debates y al qué dirán. Orden y pegada: que inventen otros.