¡Que viene la gorda!" Y a Xala, puro instinto de supervivencia, las manos se le encogían en un acto reflejo. Negaba la cabeza de Yves con la mirada ojiplática, trémulas las piernas ante la visión de la grosse, una pelota sobrealimentada, de aspecto feroz, hipermusculada, un Miura de 160 gramos en canal, que Pampi Ladutxe, su mentor, disponía para los entrenamientos del lekuindarra, acostumbrado al material de trinquete, al de 85 gramos. Asomó Xala en el frontón tras una conversación entre Pierre, padre de Yves, y Ladutxe, a los 17 años. "Yves quería dejar la escuela y su padre, que entonces jugaba conmigo, me comentó si podría entrenarle. Le dije que sí y hable con Yves. Le dejé claro que si quería ser profesional debería entrenar muy duro porque él llegaba del trinquete y tenía que aprenderlo casi todo, entre otras cosas, acostumbrarse a jugar con un pelota más pesada, la de frontón (pesa entre 103 y 107 gramos)". Para acortar en lo posible la reeducación del lapurtarra, su acople del cubículo del trinquete a la pared izquierda del frontón, de Iparralde a Hegoale, ideó Pampi el perfil obeso de la grosse.

La gorda era el anuncio de un castigo, de una metodología estajanovista, de aspecto marcial, de la escuela soviética, la de las sesiones eternas y las millones de repeticiones "porque no quedaba otra". "Yves tuvo que aprender a ponerse los tacos. Al principio movía la pelota de frontón entre el cuadro 2 y el 3, no podía más. Él siempre había jugado con la pelota de trinquete, mucho más ligera, así que entrenábamos prácticamente todos los días para que mejorara lo antes posible y por eso utilizábamos esa pelota, la grosse. Yves metió un montón de horas para aprender. Es muy pelotari, tiene clase, mucho talento, pero trabajó muy duro, con mucha ilusión".

La dedicación de ambos, su unión, resultó absoluta, umbilical, porque Pampi recibió a Yves en su laboratorio de alquimia "como si fuera mi hijo. Para mí era un placer enseñar a Yves". De alguna manera Yves reemplazó al hijo de Pampi cuando éste despegó hacia el golf profesional viviendo en una maleta que recorría el mundo, y el joven Xala reabasteció emocionalmente aquel vacío. "Yves escuchaba y trabajaba. Además tenía una ventaja, no tardaba en poner en práctica lo que aprendía". Sucedía que la formación era un vasto territorio, inabarcable para los conformistas, un vergel en el desierto para los rebeldes, soñadores e inconformistas. Lo era Xala según Ladutxe a pesar de las carencias del lekuindarra, que "manejaba las posturas de aire por el trinquete pero que en las de abajo no era capaz de pegar duro a la pelota". Yves era infatigable, imposible arrancarle del frontón, principalmente del de Biarritz donde cincelaba su porvenir. "No se cansaba de jugar a pelota, siempre estaba dispuesto a jugar y aprender. Nunca faltaba a un entrenamiento e incluso llegaba antes de tiempo", subraya Ladutxe sobre un manista que no racaneaba esfuerzos, siempre en perfecto orden de revista. "Era un pelotari que en la base lo tenía todo. Se colocaba muy bien en la cancha y se desplazaba con mucha facilidad. Sabía que podía llegar lejos si se preparaba de verdad", abunda el técnico azkaindarra

aprendizaje total El déficit de Xala lo componían, principalmente, las posturas y un físico insuficiente para el frontón y su granítico material. "Yves no sabía entrar de gancho, pero también lo aprendió porque quería hacerlo. Tenía mucha voluntad, ha sido muy sufridor. Al de dos semanas de empezar con el gancho ya iba mejor. Se adaptaba rápido. Pero repetimos las cosas miles de veces". Las directrices de Ladutxe no sólo enfocaban el juego y sus resortes sino que rastreaban las orillas de la cancha, el forro de la pelota, su significado y jerarquía en Hegoalde. "Le hablaba del ambiente que había, de cómo se vivía la pelota en los frontones, de cómo eran las cosas por Hegoalde". Y a Xala se le encendía una sonrisa, se le abría una ventana por la que se colaban sus sueños, su alimento. Años después de iniciar el camino, Xala supo a qué sabían las quimeras. Lo hizo el 25 de junio de 2000 en el Astelena de Eibar, en un partido de cierre. "Fue un día muy feliz porque sabía que Yves llegaría".

La idea de ambos tenía más alcance que una simple aparición barnizada de cierto exotismo. "Recuerdo que cuando Xala empezó a jugar en los frontones nadie apostaba por él, me decían que no iba a ser un buen pelotari, pero yo estaba convencido que con el tiempo estaría entre los grandes". Atinó Ladutxe, que contaba con ventaja porque conocía todos los vericuetos de Xala, en el pronóstico. "Hacía las cosas muy fáciles en el frontón", argumenta. Tanto que ascendió al Olimpo deprisa. Subcampeón del Manomanista de Segunda en 2001, su estirón le colocó una txapela del Parejas de 2002 junto a Oskar Lasa en su segundo año como profesional. No tardó en ser finalista del Manomanista de 2004, cedió ante Irujo, tras una gran liguilla de semifinales en la que superó a Aimar Olaizola "en un gran partido", destaca Ladutxe del que cree que fue "su mejor partido mano a mano. Estaba a tope". Un año después se encaramó a la final del Cuatro y Medio de 2005 en la que cedió ante un estupendo Aimar y en 2007 se coronó nuevamente en el Parejas. "Para él, por el cuerpo que tiene, le es más fácil jugar a parejas. No es tan potente físicamente como otros, no tiene tanto motor", desglosa Ladutxe.

mal de altura Semejante ascensión, fuerte, veloz efervescente, burbujeante y espumosa como la del descorche del champán, desordenó al lekuindarra desde el punto de vista de Pampi. "Creo que no asimiló bien el éxito. Le costaba entrenar más que antes, sobre todo para el mano a mano. Solía llegar con retraso, con menos ganas de esforzarse y, claro, luego eso se notaba en la cancha". Al delantero lapurtarra le alcanzaba con el talento para el juego a parejas, pero las pugnas individuales le superaban de punta a punta porque a su físico le faltaba fondo de armario. "Xala técnicamente lo tiene todo, pero el mano a mano es en un 80% físico. Si te ahogas en la cancha da igual lo bueno que seas técnicamente porque te puede ganar cualquiera que esté mejor preparado físicamente", desgrana el técnico azkaindarra, que no lograba despertar el entusiasmo en Xala, más apagado, "como si no le doliera el perder". El lekuindarra, un manista extraordinario, tocó fondo tras caer fulminado por Saralegi en el Cuatro y Medio en 2008 y después de actuaciones mínimas en el Manomanista, un torneo cada vez más incómodo para él. "Pienso que le influyó el hecho de que ya no entrenaba solo conmigo, que también entrenaba en el grupo Gonzalez o pelotaris más jóvenes. Me da la impresión de que Xala prefería entrenar solo, como al principio", expone Ladutxe.

En el invierno de 2009 la relación, desgastada, erosionada, entre Ladutxe y Xala alcanzó un punto de no retorno. "Yo no podía insistirle más. Le dije que estaba en sus manos, que no podía apretarle más. Sufría mucho viendo que él no le daba tanta importancia a las cosas como yo". El técnico azkaindarra, que había mecido a Yves durante más de una década, se apartó del profesionalismo, se cobijó lejos de los focos y dejó que el lekuindarra tomara las solapas del destino. "Me centré en lo chavales, en los aficionados", indica Pampi, que, sin embargo, no puede resistir la atracción que le genera el despliegue de Xala con el que ha limado asperezas meses después. "Creo que el triunfo de Gonzalez en el Cuatro y Medio le ha venido bien en el fondo porque le ha ayudado a recuperar su orgullo de deportista. Estoy feliz por verle así. Está bailando con los ángeles. Se ha dado cuenta de que sin trabajo, en el mano a mano, no hay nada. Está jugando muy bien y puede ganar la txapela". El mismo orgullo que le mantenía firme cuando venía la gorda.