NWANKWO Kanu se considera un tipo afortunado. Y no es que se pueda decir que su vida haya sido color de rosa. Sufrió privaciones en su infancia y justo en el momento en el que su carrera futbolística apuntaba hacia el estrellato, en aquel verano en el que lideró a Nigeria al oro olímpico en Atlanta"96 como paso previo a su fichaje por el Inter de Milán después de haber ganado un año antes la Liga de Campeones con el Ajax, un obstáculo casi insalvable se interpuso en su camino. En el reconocimiento médico con su nuevo club, los cardiólogos no daban crédito a lo que veían en los monitores. Llegaron a pensar incluso que el equipo de pruebas estaba averiado, pero la realidad fue mucho más cruel. Las pruebas evidenciaban una insuficiencia en una válvula de la aorta, una dolencia tan grave que incluso ponía en peligro su vida y que le obligó a pasar por el quirófano en el Centro Médico de Cleveland a comienzos de noviembre.

Aún así, Kanu, a sus 33 años, mira hacia atrás y se siente dichoso. No importa que tras reaparecer un año después sólo jugara once partidos en temporada y media con un Inter que había fichado a Ronaldo, que su trayectoria de seis cursos con el Arsenal estuviese presidida por la irregularidad o que su carrera haya languidecido en las últimas campañas en el West Bromwich Albion y en el Portsmouth, conjunto en el que militó el pasado ejercicio.

Si se compara con otros jugadores africanos, su historia futbolística está repleta de dicha. El Ajax se enamoró de él, un largirucho y fino delantero repleto de técnica en sus botas, al verle en acción en un Mundial sub"17 y le mimó en su cantera hasta que se convirtió en una estrella, pero no muchos jugadores del continente negro pueden decir lo mismo. Es por ello por lo que Kanu decidió hace dos años poner en marcha una fundación para asesorar a esas jóvenes promesas que aterrizan en Europa pensando que han alcanzado el paraíso para encontrarse con una realidad mucho más cruda.

Kanu sufre cuando se le recuerdan casos como el de Dungani Fusini, un chaval de 14 años reclutado por un agente transalpino en Abidjan (Costa de Marfil) y que aterrizó en Italia en julio de 1999 sin cumplir ningún trámite de inmigración. Fusini comenzó a entrenar en el Arezzo de la Serie C, un equipo satélite del Milan, pero el intermediario no se preocupaba de enviarle al colegio ni de enseñarle el idioma, además de tenerle alojado en el sótano del restaurante de un amigo suyo. Al final, la soledad del adolescente fue tal que, muerto de miedo, acabó huyendo, hasta que un mes después los carabinieri le encontraron durmiendo debajo de un puente. El punta del Portsmouth quiere evitar que se repitan episodios como ése ya que, trágicamente, considera que no son precisamente tan aislados, aunque puede que no tan extremos. "Mi fundación pretende acabar con esos agentes que durante muchos años han abusado de los jóvenes jugadores africanos, dejándoles en muchas ocasiones abandonados y sin dinero", reconocía en The Independent. Tampoco se fiaba en exceso de las academias que muchos conjuntos europeos han puesto en marcha durante los últimos años a lo largo del continente negro para descubrir nuevos valores -"dudo que trabajen para buscar el beneficio de los chavales y sus familia"-, por lo que decidió crear sus propios campos de entrenamiento en países como Nigeria, Ghana o Sierra Leona.

Mediante su fundación, Kanu y su círculo de colaboradores trabaja de manera gratuita en el asesoramiento de estos jóvenes valores, algo que ya hizo incluso antes. "He sido profesional del fútbol durante muchos años y siempre he recibido llamadas de jóvenes africanos que atravesaban por situaciones complicadas. Incluso han venido a los hoteles en los que se hospedaban mis equipos para pedirme ayuda y consejo. Algunos de ellos han pasado por situaciones muy duras", reconoce. Pero la labor humanitaria de Kanu no se limita al aspecto futbolístico. En 2000 creó otra fundación para ayudar a niños africanos que, como él, padezcan problemas cardíacos, un organismo que anualmente presta ayuda a más de 250 pequeños. "Ojalá algún día, en lugar de traerles a Europa, podamos operarles en África. Eso querrá decir que hemos logrado construir buenos hospitales", destaca.