con su menuda de estatura (mide 1,55 metros y pesa unos 50 kilos), Miss Oh ha llegado de una forma bestial, caníbal, kamikaze tachan algunos, a los catorce picos más altos del planeta. Aglutinó cuatro en 2008 y otros cuatro en 2009 y se coló en una carrera hasta entonces protagonizada por Edurne Pasaban, Gerlinde Kalterbrunner y Nives Meroi. Pero fue ella la primera que holló un ochomil, el Gasherbrum II (8.035 metros), en julio de 1997. Trece años han pasado desde entonces. Con 44 años y aficionada a la montaña desde 1985, cuando era universitaria, Miss Oh se ha ganado un lugar en la lista de los deportistas más admirados en Corea del Sur. La mujer de hierro, como se le apoda en su país, abandonó su empleo en la Oficina Metropolitana de Educación de Seúl en 1993 para dedicarse de lleno al alpinismo, con un raro talento natural descubierto gracias a su padre, que fue quien le introdujo a la montaña. Oh Eun Sun, informática de profesión, coronó la cima del Everest, en 2004 y se convirtió en la primera mujer asiática en llegar al techo del mundo y en completar las Siete Cumbres (2002-2006). Ahí empezó a escribirse su historia. Lo que nadie pensaba es que ésta iba a a adquirir tales dimensiones.
"Fue después de la expedición al K2 en 2007 cuando me sentí con más determinación para intentar los catorce ochomiles. Ni podía soñar con ello antes de adquirir suficiente experiencia", confesaba la coreana. Una vez que se enganchó al objetivo no hubo quien la frenara. "Puesto que aún no hay una mujer en el mundo que haya escalado todos los catorce ochomiles espero ser la primera. Mi sueño es superar las catorce cimas antes que mis tres rivales", lanzaba poco después. "Voy entrar entre los conquistadores de las 14 cimas, en la que hay tres surcoreanos: Um Hong-Gil, Park Young-Seok y Han Wang-Yong", enfatizada entre la pasión personal por conseguir una meta suprema y la presión de todo un país que estaba detrás, de la televisión y de los patrocinadores.
Llegó a Nepal en mayo de 2009 para hollar el Kangchenjunga (la montaña de la discordia) casi desapercibida, pero tenía ya en su haber nueve ochomiles -y es que en 152 días (13 de mayo de 2008-12 de octubre) subió a cuatro cumbres-. Lo ascendió (aunque ahora tendrá que volver a demostrarlo) y el Dhaulagiri con sólo 15 días de diferencia y así alcanzaba la cota de once ochomiles, el mismo número que ahora tiene Nives Meroi, que ha aparcado su aventura por la enfermedad de su marido. Con una gran capacidad de recuperación, facilidad para adaptarse a las alturas y una enorme resistencia, Oh Eun-Sun asegura que no tiene una capacidad especial, sino que lo suyo es pasión. Para esta surcoreana, el motor que le permite conquistar cima tras cima y que le ha llevado a marcar un hito en la historia del alpinismo es, sobre todo, su amor a la montaña. Es la lectura más optimista de su fulgurante hazaña. La que no tiene tintes tan coloristas es la que predomina entre los puristas de la montaña. Y es que el estilo de Miss Oh ha levantado mucho revuelo. "Va en plan fiera". Es un sentir muy general. Oh Eun Sun en lugar de realizar marchas de aproximación utilizaba helicópteros para llegar a los campos base; mientras escala una montaña, previamente equipada, parte de su descomunal equipo le preparaba su próxima ascensión. Asimismo, ha utilizado oxígeno artificial, por lo menos en tres ocasiones, aunque hay quien sostiene que Everest, K2 y Nanga Parbat no han sido las únicas. Por todo ello, la irrupción de la coreana rompió el carácter amigable de una carrera que habían empezado Edurne Pasaban, Gerlinde Kalterbrunner y Nives Meroi.
La tolosarra siempre ha manifestado su predilección por que la austriaca fuera la primera: "Las tres llevamos muchos años trabajando duro en esto, pero si alguna lo merece, es Gerlinde. Me daría rabia que fuera la coreana", aseguró antes de partir hacia Katmandú. Es la propia alpinista guipuzcoana la que ilustra el carácter "militar" de Oh Eun Sun, obcecada, obsesionada, empecinada en conseguir una meta casi sin disfrutar del camino. Así ha logrado los catorce, a toda mecha, con muchísima infraestructura. A machete.