Edurne Pasaban inició la conquista de los "ochomiles" en 1998 y sufrió tres intentos fallidos antes de subir al Everest en 2001. Desde entonces, los éxitos se han sucedido.

Trece años de inversión

LOS éxitos y decepciones forman parte de la historia de Edurne Pasaban (Tolosa, 1 de agosto de 1973), que se ha curtido con el paso del tiempo y las experiencias y ahora, a sus 36 años, está a sólo una cumbre de hollar las catorce cimas más altas del planeta. Son casi trece años de lucha y sacrificio. De reveses y gloria, de pérdidas y grandes recompensas. Una carrera destacable hasta pugnar por ser la primera mujer en coronar los catorce ochomiles, aunque la coreana Oh Eun-Sun lleva ventaja, pues se halla en las faldas del Annapurna, el ochomil que le falta, mientras que la guipuzcoana debe ir al Shisha Pangma, en el Tíbet.

inicio plagado de reveses

El Everest al fin le abre la puerta

La aventura himalayista de Edurne Pasaban comenzó en 1998 con un intento fallido al Dhaulagiri (8.167 metros). No fue el único traspié de la tolosarra en sus inicios. El Everest (8.848 metros) le negó el paso al techo del mundo en dos ocasiones, en 1999 y 2000, ambos por la cara norte y al estilo alpino -un modo de escalada autosuficiente en la que el alpinista transporta todo lo necesario-. Pero Edurne necesitaba sentirse triunfadora y recurrió, a modo de excepción, a las botellas de oxígeno para hollar, en su tercer intento (2001), la montaña más alta del planeta, esta vez por la cara sur -los técnicos dicen que ofrece más posibilidades de hacer cumbre-.

Con el primer ochomil, el Everest, Edurne dio inicio a una carrera meteórica que le ha reportado trece éxitos en diez años. El Annapurna (8.091 metros) fue ayer el último de ellos, lo que la sitúa junto a la surcoreana como la mujer con más ochomiles ascendidos, uno más que Gerlinde Kaltenbrunner (Austria, 1970) y dos más que Nives Meroi (Italia, 1971) -ninguna ha recurrido a la ayuda de las botellas de oxígeno-.

Cinco cimas en dos años

2002 y 2003 la sitúan en la elite

La carrera de Pasaban tomó carrerilla definitivamente en 2002, con la conquista de dos cumbres, el Makalu (8.463 metros), en el mes de mayo, y el Cho Oyu (8.201 metros), considerado como el ochomil más fácil de ascender, en octubre. Estos dos éxitos relanzaron la carrera de la alpinista guipuzcoana después de que el Dhaulagiri, que ya le negó la gloria en 1998, volviese a cerrarle el camino unos meses después de estrenarse en el Everest, en 2001.

Reafirmada su apuesta por el Himalaya y los ochomiles, Edurne Pasaban dio un salto de calidad en 2003 con la conquista de tres grandes cumbres, el Lhotse (8.516), en mayo de 2003, y los hermanos gigantes Gasherbrum II (8.035) y Gasherbrum I (8.068) en un espacio de una sola semana, en julio. Esta brillante temporada situó a la tolosarra entre las cuatro mujeres con mejor curriculum, por detrás de las citadas Kaltenbrunner y Meroi y de la polaca Wanda Rutkiewicz (4 de febrero de 1943), considerada la mejor alpinista del siglo XX y fallecida el 12 ó 13 de mayo de 1992 en el Kangchen.

marcada para toda la vida

La pesadilla del K-2

Pasaban no olvidará la nunca la pesadilla vivida en el K-2, para muchos el ochomil más temible aunque el Annapurna le supere en mortalidad. Allí, la tolosarra perdió sendas falanges de dos dedos, uno de cada pie, y desde entonces se ve obligada a utilizar unas plantillas especiales en sus ascensiones. La experiencia estuvo a punto de costarle la vida. Pasaban, aquel 26 de julio de 2004, se convertía en la única mujer con vida de las seis que hasta la fecha habían coronado esta cima. El resto había fallecido en el descenso o en posteriores expediciones. Nives Meroi y la japonesa Yuka Komatsu también lograron subir y bajar con vida esta cima en 2006.

Pese a la amputación de parte de dos dedos, Pasaban retomó la aventura himalayista en 2005, con la ascensión al Nanga Parbat (8.125) el 27 de julio. Fue una muestra de coraje de una Edurne que, aún marcada por su experiencia en el K-2, en 2006 pasó un año negro con su abandono en el Shisha Pangma -también se retiró en 2007-, a lo que se unió poco después el fallecimiento de un compañero de cordada, el navarro Loro Pikabea, entre otros, en enero de 2007, un año en el que el Broad Peak (8.047) engrosó el curriculum de la tolosarra como su noveno ochomil.

La de 2008 fue una temporada clave en su carrera, al ascender el Dhaulagiri (8.167), al tercer intento (1 de mayo), el Manaslu (8.163, 5 de octubre). El pasado año, sumó a su currículum el Kangchenjunga tras sufrir, mermada por una bronquitis, un agónico descenso. Tras hollar ayer el Annapurna (8.091), ya sólo le queda el Shisha Pangma (8.027). A por él.