Estos últimos días han sido realmente intensos. El martes tuvimos que trabajar duro. Desmontamos el Campo Base Chino y subimos al Campo Intermedio, que se encuentra a unos 5.800 metros de altitud. Nos llevamos todo a cuestas con los yaks.

Antes, como es habitual por estos lares, tuvimos que tragar con el consabido robo de nuestro oficial de enlace chino. Teníamos contratados 44 yaks para las seis personas que compartimos el permiso, los porteadores, los cocineros y demás. Para empezar, nos viene el tipo y nos dice que hay más kilos de los contratados, luego que cada yak lleva 40 kilos, así que necesitamos 60. Después de pagarle 1.300 euros entres los seis expedicionarios, el amigo se larga tan contento con la pasta en el bolsillo. Y así, una vez resuelto el problema, nos ponemos en marcha con ¡25! yaks que cargan 100 kilos cada uno. Pero ellos tienen la sartén por el mango, así que a callar. No se puede hacer otra cosa. Además, podría haber sido peor.

Lo que más jode en este tipo de situaciones es comprobar que los pastores tibetanos, que son los que realmente se ocupan de conducir los yaks, los que trabajan, siguen en la miseria. Ellos ni siquiera huelen la pasta. Es curioso lo que hacen para protegerse del sol. Se colocan un mechón de pelo de yak delante de los ojos.

Con la negociación con el oficial de enlace y cargar los yaks, para cuando éstos llegan al Campo Intermedio llevamos una hora a la intemperie a 0 grados esperándolos. Aquí arriba no es primavera. Las tiendas y todo el equipo que necesitamos para montar e instalar nuestro nuevo campamento los traen los yaks. Cuando finalmente llegan, las montamos de cualquier manera encima de un pedregal, ateridos a cinco grados bajo cero. No estuve demasiado previsor, porque también había dejado la ropa de más abrigo en los yaks, por lo que tuve que pasar mucho frío. ¡Comienza la fiesta!

Por la noche cayó sobre el campamento una hermosa nevada que nos recordó que aunque hasta el momento el tiempo es excelente, la cosa puede cambiar en cualquier momento. Son las leyes del Himalaya. Tendremos que estar muy atentos al cielo a partir de ahora.

El miércoles nos levantamos para continuar con nuestra labor. Aunque me encuentro muy lejos de casa, recordé que es 14 de abril: ¡Viva la república!

Seguimos haciendo el trabajo con la estrategia del caracol. Desmontamos todo, cargamos los yaks y salimos de nuevo en ruta ascendente hasta el Campo Base Avanzado, que vamos a ubicar a 6.400 metros. ¡Ahora sí se nota la altura de verdad! Es como si tuviera a alguien sentado encima del pecho.

efectos de la altura

"Camino a cámara lenta"

Camino a cámara lenta, con pasitos muy cortos. No tengo apenas fuerzas en las piernas y voy dando tumbos. La subida se me hace interminable y no me sobra nada para llegar.

Para compensar esta sensación de impotencia ante la altura, nos amaneció un día de belleza insuperable. Todo el día vamos subiendo al lado de un espectacular glaciar gigantesco, formado por innumerables dientes de hielo, muchos de los cuales deben de medir más de treinta metros de altura. Es increíble. Podría describirlo como un espectáculo grandioso que todo el rato invita a hacer fotos, lo que al mismo tiempo resulta una excusa perfecta para detenerse unos segundos y recuperar la respiración. Sin duda, creo que éste ha sido el mejor día hasta hoy.

El Campo Base Avanzado es también espectacular. Se encuentra pegado a la pared norte del Everest. Resulta descomunal y cercano a la vez. Impresionante. Todo merece la pena por pasar una noche aquí. Estaremos alguna más. De hecho, ahora nos estaremos aquí quietos tres o cuatro días para organizar el campamento y acostumbrarnos a la altura.