"El riesgo era inasumible. Nos hemos jugado mucho bajo ese serac y no estaba dispuesta a seguir cogiendo boletos". Las palabras de Edurne Pasaban ese 25 de mayo de 2007 eran la crónica de una retirada. La tolosarra desistió de hacer cumbre en el Annapurna -el que podría haber supuesto entonces su noveno ochomil- en la ruta entre el campo 3 y 4, donde está ese brutal serac al que ahora, casi tres años después, la guipuzcoana vuelve a hacer frente.
"Nuestra intención es equipar el domingo el serac que hay encima del campo 3, con el que tenemos muchas dudas, ya que no sabemos cómo estará. Estos días desde aquí abajo le hemos sacado unas fotos y las hemos ampliado, pero realmente no vemos nada claro, lo veremos cuando estemos allí. Ojalá no esté muy complicado. Nuestra intención es equipar eso y bajar a dormir al campo 2, ya que seguramente será tarde para bajar al campo base, y el lunes por la mañana ir tranquilamente otra vez al base", desglosaba Edurne sus planes.
No obstante, ayer el tiempo era muy malo, "mucho viento y mucha nieve", y en vez de dormir en el campo 3 como estaba previsto, la expedición tuvo que regresar al campo base, por lo que el momento de encararse con el peligroso serac se demorará. Se le arremolinarán los recuerdos. Y la cabeza viaja a mayo de 2007 cuando la tolosarra se enfrentó por primera vez a ese serac colgante que cambia de condiciones de un año para otro y que pudo dominarla. En aquella expedición estuvieron más de ocho horas buscando un camino para intentar sortearlo, incluso guiados con prismáticos desde el campo base, y apenas avanzaron cincuenta metros. "Fue demasiado para mí. Todo el día trabajando debajo de él, con esa tensión, esperando que la montaña se te venga encima en cualquier momento...", lamentaba Pasaban entonces. Así que la alpinista vasca, junto con los dos sherpas de la expedición e Iñaki Ochoa de Olza y Horia Colibasanu, decidió darse media vuelta.
"Durante todo el día el serac fue desprendiendo trozos de hielo, y nosotros estábamos debajo. El temor era constante y todo el día estuve oyendo el inconfundible rumor de las avalanchas", contaba Pasaban. El miedo, tan natural a más de ocho mil metros, se apoderó de ella. Por el contrario, siguieron hacia la cima otros dos miembros del equipo, el ecuatoriano Iván Vallejo y el colombiano Fernando González, a los que se sumó el australiano Andrew Lock. Tras casi doce horas de trabajo, encontraron el camino a través del serac y dos días después llegaron a la cumbre. "Opté por lo que mi estómago me dictaba. Con toda la pena dejé a Iván y a los demás, listos para asumir el riesgo de la montaña más traidora del mundo", contaba Edurne después. La tristeza le invadió porque ella podía haber hollado el Annapurna con el resto del equipo, pero la guipuzcoana nunca se ha arrepentido de haberse dado la vuelta.