Abu Dhabi. Xavi Hernández, segundo capitán del Barcelona, reconoció ayer que tiene un rol en el equipo azulgrana que le encanta y que no puede pedir más porque está disfrutando mucho del fútbol y de la vida. El jugador de la cantera se muestra plenamente satisfecho de la trayectoria de su equipo este año, en el que puede alcanzar una marca única en el mundo del fútbol: lograr los seis títulos que han estado en juego (Liga, Copa, Liga de Campeones, Supercopa de España y de Europa y Mundial de Clubes).

Tras ganar al Atlante, sólo les quda un peldaño para ganarlo todo.

Sería el año perfecto. Sólo nos falta el Mundial, que el club aún no lo tiene. Este no es el 2006 (cuando el Barça perdió en la final contra el Internacional de Porto Alegre), pero después puedes perder. En el 2006 también estábamos convencidos. Sabemos que va a costar.

¿Cuál es su rol en este equipo?

Tengo un rol que me encanta ahora mismo, porque no puedo pedir más. Estoy valorado, con un contrato hasta el 2014 en el club de mi vida, en una filosofía de fútbol que me gusta, con un entrenador fantástico, con compañeros muy buenos y también en la selección. Ahora mismo estoy disfrutando del fútbol y de la vida.

¿A qué responde ese crecimiento que ha experimentado en los últimos años?

Sobre todo a la confianza que me da el entrenador. Desde Rijkaard, que me avanzó en el campo 15 o 20 metros. Luego tuve una grave lesión en el 2005 que me truncó todo, porque aún hoy en día la rodilla me da guerra (rotura del ligamento cruzado anterior). Creo que he ido incrementado mi proyección siempre. A partir de que Rijkaard me avanzase en el campo es cuando me sentí más importante dentro del equipo.

¿Diría que Rijkaard es el entrenador clave en su carrera?

Los dos entrenadores que me han dado más confianza han sido Luis Aragonés y Pep Guardiola. Me transmiten total confianza; me dicen que tengo que ser pieza importante en el equipo, que tengo que mandar, que liderar, y eso a mí me llega y me gusta esa responsabilidad.

¿Es ése el secreto de Guardiola?

En cierto modo. El mister también lo transmite al equipo. La sensación de que un entrenador confíe en ti es inmejorable. Te sientes muy útil e importante. Y llevo ya algunos años así.

¿Cómo se siente ahora que han empezado a reconocer su trayectoria con premios?

Es un privilegio que te reconozcan y valoren en tu trabajo. Dependo mucho del equipo y del compañero. Mi juego se basa en eso, en el fútbol colectivo. Estoy en el mejor club del mundo y, quizá, en una de las mejores selecciones y por eso se me valora como tal. Si no, estaría como antes, que no estaba ni entre los mejores 50. Se me reconoce porque el equipo funciona.

¿Qué hay de cierto en esa imagen de obsesión que se proyecta de su entrenador? ¿Tanto agobia?

Parece un enfermo que te está comiendo cada día la cabeza, pero para nada. Él está en su despacho. Nosotros le vemos muy poco. Nos da dos o tres charlas a la semana. No te da más. Te enseña cómo ha analizado al contrario, cómo se jugará, cómo se saldrá desde atrás con el balón. Te da cuatro o cinco consignas y nada más. Es el entrenador que menos agobia de todos. Él seguro que se tiene que agotar viendo vídeos. Su trabajo, el que no vemos, tiene que ser agotador. Con nosotros es un tipo que te deja vivir.

¿Considera que, como en 2006, un exceso de confianza les puede jugar una mala pasada en la final?

Muchas veces la confianza tiene que estar en el punto justo. Primero debe haber trabajo, humildad y convencimiento de que vas a ganar. Si te pasas de convencimiento, entonces hay un exceso de confianza. Y esto quizá nos pasó un poco de factura allí. Ganamos 4-0 la semifinal. Fue un espectáculo y vino el Internacional y nos pegó un mazazo terrible. Mañana puede pasar cualquier cosa. Pero este equipo tiene una filosofía muy clara de juego. Somos humildes y trabajamos todos.