barcelona. Tenía dudas, después de haber perdido sus últimos cuatro encuentros, el crédito amasado durante varios años comportándose como una máquina y de haber extraviado por la tortuosa vereda de las lesiones y los problemas familiares un número uno que parecía haber adquirido en propiedad. Expulsado a pelotazos por sus rivales en las áridas y frías pistas duras en las que regresó a la competición, Rafa Nadal se reencontró ayer con la arcilla, su amiga, y soltó un grito de rabia cuando acabó (7-5, 6-0 y 6-2), en menos de dos horas y media, con un rival que se fue desinflando conforme se agigantaba la figura del mallorquín.
Nadal se aferra con fuerza a la Ensaladera. Quiere la Copa Davis. Se la debe. Su ausencia en la eliminatoria final del pasado año, donde los entonces secundarios Verdasco y Feliciano se echaron el equipo a las espaldas para suplir la baja de su líder generacional y de un David Ferrer que se amilanó ante la magnitud de la cita y se borró de la historia, le había hecho conjurarse para fijar esta competición entre sus prioridades para la temporada que agoniza. Cuando estableció su rémines de objetivos, a buen seguro ignoraba las inclemencias que le aguardaban. Quizá confiaba en que sería una muesca más en su revólver, pero no ha sido así, porque esta final de la Davis que ayer arrancó en Barcelona se ha convertido en una cuestión personal para un tipo que hasta hace poco no conocía el sufrimiento sobre una pista de tenis.
Quien pudo conocerlo de primera mano en el duelo que inauguró esta cita entre España y la República Checa fue la eterna promesa Tomas Berdych, que cometió un error fatal al dejar escapar con vida a Nadal en el tie break del primer set y acabó pidiendo clemencia. El vendaval de golpes ganadores y control de la pista que lo arrolló tras ese juego de desempate habrá dejado muy tocado al número dos del conjunto checo, que seguramente forme pareja con Radek Stepanek, que a última hora de la noche puso a España la final en bandeja al ceder ante un Ferrer que, aunque pusilánime al principio, se tornó aguerrido cuando el viento soplaba en su contra. El alicantino acabó remontando ante la responsabilidad de verse fuera. Un golpe psicológico mayúsculo que se une a la confianza recuperada de Nadal.
"Tenía dudas, ¿cómo no iba a tenerlas?", reconoció Nadal al término del encuentro que ponía al equipo español por delante en la eliminatoria. "Mis sensaciones han ido un poco intermitentes en la segunda mitad del año. He estado a veces bien y luego mal. He estado bien en este tramo final pero falto de cierta confianza para poder ganar títulos. Pero aquí hablamos más de equipo que de mí para lograr el título de Copa Davis, que es lo más importante", añadió el número uno español.
En realidad, esas reflexiones dependerán en gran medida de la respuesta del equipo al completo. Ferrer acercó el éxito en una cita que parecía venirle grande en un primer momento. Stepanek le superó con facilidad en las dos primeras mangas (1-6, 2-6), pero el español se rehizo con una fuerza inesperada (6-4, 6-4). El último y agónico quinto set se resolvió con una ruptura de servicio en el penúltimo juego (8-6).
Hoy se disputa el tercer punto de la final, el de dobles. En principio, la República Checa tiene previsto afrontar el partido con una pareja formada por dos expertos jugadores de dobles (Dlouhy y Hajek), aunque Costa recela y sigue pensando que serán los propios Berdych y Stepanek los que salten a la tierra del Palau Sant Jordi. En España, los ya clásicos Verdasco y Feliciano tratarán de convertir en intrascendente la jornada de mañana.