‘La Consagración de la Primavera’ se adueña del Félix Petite
El Festival Internacional de Teatro vive un nuevo lleno de la mano de esta singular propuesta
Un 2025 especial por llegar a las 50 ediciones. La semana pasada, con la sección Off Lokal, se puso en marcha el Festival Internacional de Teatro de Vitoria, aunque va a ser este jueves cuando, de manera oficial, celebre su inauguración con la representación de La Consagración de la Primavera, una propuesta de Pina Bausch que, por primera vez, se pudo compartir en 1975, es decir, el mismo año que se puso en marcha el evento cultural de la capital alavesa.
El Félix Petite expone 50 años de carteles del Festival Internacional de Teatro
El encuentro con el público se va a producir a partir de las 19.00 horas en el Félix Petite (centro cívico Ibaiondo), aunque quien no tenga ya su pase en la mano, va a tener que esperar a otra ocasión, porque está todo vendido desde hace varias semanas. Hay que tener en cuenta, además, que en el caso de este espectáculo, el aforo es reducido puesto que el público tiene una colocación especial durante la representación del mismo. Es más, no solo el dónde sino también el cómo se ve y escucha la producción es algo distinto en este caso.
También la hora de encontrarse con espectadores y espectadoras va a ser diferente a la habitual, puesto que después, hacia a las 20.30 horas y en el mismo emplazamiento, se va a llevar a cabo el acto oficial de apertura del festival, con la presencia de autoridades y personas invitadas a la ocasión.
El público es intérprete
Bausch creó esta propuesta para el Tanztheater Wuppertal a partir de la partitura original de Igor Stravinsky. Generó una obra icónica del teatro-danza alemán, como recuerdan desde la Red de Teatros de la capital alavesa. “Con un lenguaje coreográfico sensual, brutal y profundamente humano se exploran temas como la colectividad, el sacrificio y la opresión de los cuerpos”. En 2010, Roger Bernat volvió a esta propuesta pero sin bailarines profesionales, convirtiendo al público en intérprete.
Así, en un espacio vacío, cada participante lleva auriculares que le transmiten instrucciones coreográficas o de comportamiento sencillas. Poco a poco, estos gestos individuales conforman un ritual. El público se convierte en artista dentro de un mecanismo que quizás no comprenda del todo. “Es una obra inquietante y radical que confronta a cada persona con su propio papel en la dinámica del grupo”, como explican desde el festival.