Es Fernando Pardo uno de esos nombres imprescindibles de la escena rockera estatal. La música, pero no solo, ha hecho que, a través de sus diferentes proyectos, mantenga una relación especial con la capital alavesa. A ella vuelve este sábado. Lo hace para volver a subirse a las tablas de Hell Dorado, esta vez con Los Coronas. Los gasteiztarras Los Misterios abrirán una noche que arrancará a las 21.00 horas y para la que todavía queda alguna entrada disponible.
Le iba a decir que Hell Dorado es como su segunda casa, pero no sé si casi la primera.
–(Risas) Pues igual ya es la primera, la verdad. Pero no por las veces que hemos estado, sino por la implicación sentimental, de amista y de alineamiento absoluto con su mentalidad y de Juan Uriarte con nuestra visión del rock and roll como modo de vida.
Pocos sitios empiezan a quedar como éste.
–Sí. Es verdad que, igual no tan grandes y apañados, pero hay otros sitios repartidos por diferentes sitios. El rock and roll, como nosotros lo entendemos, funciona porque hay gente así de entusiasta, que está apoyando con una cabezonería increíble.
El regreso
Regresa con Los Coronas, que han estado un tiempo desaparecidos en combate.
–Como siempre en estas cosas se juntaron varios factores. Además, yo hubo un momento en el que me desligué de Los Corizonas y poco después llegó la pandemia. El coronavirus, anda que no podían haber escogido otro nombre (risas). Me quité de en medio de Corizonas con una sensación rara tanto para mí como para el resto de compañeros de Los Coronas. Nos distanciamos más de lo habitual. Sin llegar a un punto de no retorno, pero bueno. Además, David, el otro guitarrista, empezó a tocar con Los Enemigos. Así que Los Coronas hemos pasado como un tercer plano hasta ahora.
Pero se han vuelto a querer, ¿no?
–Sí, sí. Es verdad que hasta que David no quedó un poco libre, Los Coronas quedó en un limbo en el que podía haber desaparecido. Además, cuando nos quedamos todos encerrados, tanto yo como el resto de Sex Museum nos vimos en una situación compartida con otros compañeros: nos habíamos quedado a dos velas apostándolo todo por esta visión de la vida de bandas, como autónomos e independientes, como si conformásemos una especie de cooperativa o comando de rock. Claro, cuando nos quitaron la posibilidad de tocar, nos dimos cuenta de que habíamos puesto todas nuestras fichas a un mismo número y que ese número acababa de desaparecer de la mesa de juego. La necesidad de reinventarse fue brutal. Esa situación hizo que en ese limbo en el que estaban Los Coronas, nos balanceásemos entre desaparecer para siempre o volver. Pues aquí estamos.
¿Cómo está siendo esta vuelta?
–De puta madre. Está yendo todo de manera muy natural. El tiempo coloca las cosas y te da perspectiva. La apuesta que haces cuando quieres llevar la vida de rockero itinerante en constante movimiento -que es lo que hace que, desde un punto de vista de la sociedad actual, puedas comer e intentar ofrecer a tu familia una vida dinga- te obliga a no parar. A mí cuando me preguntan: ¿y cuándo acabas esta gira? Lo siento, pero es que yo llevo, desde que tenía 19 años, en una gira eterna que no puede parar, más allá de que me encanta esto y que lo vivo a muerte. De ahí la necesidad de tener varios grupos. Por eso cuando pasó lo de la pandemia, lo único positivo fue ver que necesitaba un descanso. Otra cosa es que me hubiera gustado yo elegir cuándo y cómo parar, pero bueno.

No hay disco nuevo, así que en esta vuelta a Vitoria toca volver la mirada atrás.
–No te creas, que tenemos alguna canción más, algún experimento (risas). Pero es verdad que este concierto, básicamente, es como un grandes éxitos. De hecho, tocamos la primera canción de Los Coronas. Fue una canción que hice y la intenté meter en Sex Museum, pero me dí cuenta de que no podía ser. Por eso poco después monté Los Coronas. Así que la gente va a escuchar cosas muy, muy primerizas hasta temas del último disco publicado. Es un resumen total pero tocado con la formación, la actitud y la intensidad de la banda de ahora.
¿Pero con idea de volver al estudio en algún momento?
–En una banda, sobre todo cuando es democrática, existe el derecho a veto. Estamos esperando y ya lo hablaremos. Estamos con calma dando paso a paso.
Presente y futuro
Los Coronas de 2025 son…
–La mejor formación con diferencia. Nos hemos juntado un tipo de personas que saca mucho provecho a lo que es cada uno. Hay una cosa en la que yo me cagaba mucho al principio. Tenía la sensación de estar montando una banda de surf con gente que ni conocía el género mucho ni le gustaba excesivamente. De hecho, a los principios, les tocaba un poco los huevos preguntando por músicos o bandas del género. Con el paso del tiempo me di cuenta de que, sabiendo lo básico, cada músico lo interpreta a su manera, el resultado que consigues es algo muy personal que te hace distinto a todo lo demás. Eso ahora lo valoro mucho. Gracias a eso no somos una copia de nada, sino una banda muy personal que nos ha permitido tirar mucho de raíces tanto mediterráneas como atlánticas.
Lo que tienen es, además, un público muy fiel.
–Totalmente. Tiramos hacia delante gracias a una escena que es muy comprometida y autosuficiente. Lo que el público tira a nosotros nos empuja y viceversa. Y muchas veces se pasa de manera superficial por este tema, pero somos y estamos por todas esas personas que están ahí. Nosotros tenemos un público comprometido y exigente. Duramos tanto porque, por fortuna, hay gente como nosotros. Hay una especie de compromiso de hermandad que está por encima de si hoy llueve y no me apetece salir de casa, de si el espacio del concierto no me gusta, de… Si no fuera así, bandas como esta no tendría sentido. De todas formas, no me gusta la palabra público porque parece que al decirla me coloco por encima. Yo me considero un igual a ellos y a ellas.