Es el grupo del momento. En un tiempo en el que están de moda otros sonidos, Alcalá Norte está consiguiendo una gran repercusión. Los llenos en sus conciertos hablan por sí solos. Hasta hay tiempo para meterse en alguna polémica en redes con el siempre educado Liam Gallagher. Pero más allá de todo eso está la música y unos Alcalá Norte que se estrenan este viernes en la capital alavesa. Lo hacen, en concreto, en Jimmy Jazz y contando con la compañía de Marte Lasarte. Eso sí, quien no tenga su entrada en la mano, va a tener que esperar a otra ocasión.

A la banda le están sucediendo muchas cosas en muy poco tiempo. ¿Complicado de digerir? 

–2024 ha sido frenético y hemos pasado de todo a cien. Pero también te digo que yo acabo de tener un parón por enfermedad, desde finales de noviembre. Tuve una operación de apendicitis que después se ha complicado y he tenido que guardar reposo casi dos meses. Así que el subidón de tantas cosas nuevas, de estar en la montaña rusa y dejarte llevar, se ha parado y he podido pensar un poco lo que me está pasando y darme cuenta de que más me vale hacer nuevas canciones.

Así que, por lo menos, algo positivo ha tenido el paréntesis, ¿no? 

–Sí, dentro de todo, sí. Es verdad que hemos vivido muchos cambios y todos estimulantes, pero este parón me ha ayudado a digerir todo esto un poco mejor. Cuando está yendo todo tan bien incluso lo puedes hasta normalizar, hacerte a la rutina y simplemente dejarte llevar. Que me haya pasado esto, aunque sea por motivos de salud, te hace ser más agradecido por todo lo que está pasando. Ojalá no se vaya y podamos seguir disfrutando.

Alcalá Norte Cedida

Pero teniendo en cuenta que el rock no está en su mejor momento de cara al gran público, ¿dónde está el truco de Alcalá Norte para tener el éxito tan grande del que disfruta? 

–Nuestra gran virtud es que, teniendo 30 años, hemos conectado con gentes de 40, 50 y 60 años. Por supuesto, también hay gente de 20 y 30, pero si solo nos escuchasen ellos tendríamos éxito pero no nos habría dado como para dejar nuestros trabajos. Eso está muy bien porque nos garantiza gente que viene a nuestros conciertos y que compra nuestras cosas. Pero, sobre todo, nos ha venido bien llegar a esas edades porque le hemos gustado a la gente que tiene el poder en el mundo de la música. Eso nos ha abierto puertas, así de sencillo. Gustarle al jefe es bueno.

Pero no es muy rockero... 

–Bueno... (risas).

Planes para 2025

Más allá de seguir tocando sin parar, y teniendo en cuenta que antes hablaba de la necesidad de componer, ¿los planes este año pasan por un próximo disco o...? 

–Todavía no hemos pensado muy bien en cómo lo vamos a estructurar pero yo diría que vamos a sacar un disco directamente. No queremos desperdiciar canciones en pequeños lanzamientos sueltos. Nos ha ido muy bien apostar por el álbum y creo que repetiremos la estrategia. Pero no está definido, es mi impresión. La realidad es que tenemos que componer. De todas formas, más allá de cómo y cuándo vayamos publicando, 2025 tiene que se un año en el que ganarnos el derecho a poder repetir los grandes escenarios que vamos a visitar, sobre todo en primavera y verano. Tenemos que seguir mejorando nuestro directo y profesionalizar el espectáculo. Por más que seamos rockeros y medio punkys, queremos tener un show profesional y a la altura de los dineros que pagan los que vienen a vernos. Para eso hay que seguir trabajando como hemos hecho en 2024, cuando hemos dado un gran salto hacia delante. Pero aún nos falta. 

Empezaron su camino y apareció una pandemia que lo paralizó todo. ¿Hubo algún momento de pensar en abandonar el proyecto? 

–Sí, dos pero no tanto por la pandemia. Somos tres colegas los que empezamos esto y nos rodeamos de gente externa a nuestro grupo de amigos porque, básicamente, ninguno de los tres teníamos nociones reales de música. Buscamos dos chavales, que terminaron siendo tres, que realmente supieran tocar. Esa primera formación seria, de la que salió prácticamente la mitad de las composiciones del primer álbum, naufragó por motivos humanos. No nos llevábamos bien. Ahí pensamos que había llegado el final de Alcalá Norte.

Por fortuna no fue así. 

–Eso es. Pensamos en probar con otra gente. Recompusimos la formación. Aún así, hubo un segundo momento en el que Alcalá Norte casi se muere. Fue el año antes de sacar el álbum. Justo cuando íbamos a meternos a grabar, la banda vivió lo peor. La segunda formación tampoco tiraba. Dejamos de crecer. Grabamos el disco porque no estaba insistiendo el productor. A Jaime Barbosa le dije en ese instante: una de dos, o nos hacemos famosos o sacamos el disco, lo presentamos, pagamos la deuda con el estudio y a tomar por culo. Cuando dices esto, lo normal es que pase lo segundo y que eres consciente de que así va a ser. Pero mira luego...

Y después de eso, ¿no es extraño ver ahora como miles y miles de personas han hecho suyas las canciones de Alcalá Norte? 

–Antes no había tenido esa sensación nunca, pero noté que iba a pasar eso con una canción el día que tocamos por primera vez La vida cañón con los arreglos con los que suena en el disco. Tuvo una acogida en el público que estaba allí que yo no había percibido en los dos años y medio previos que habíamos estado tocando. Más allá de la banda, de lo que transmites, de generar expectación y de molar, ahí me di cuenta de que una canción pude cambiarte la vida. Ahí fui consciente del poder de las canciones. Lo que hace que todo tenga sentido es, en realidad, que la gente se apropie de tus canciones.