Con menos calor del esperado tanto en el exterior como en el interior de Mendizorroza, el Festival de Jazz de Gasteiz vivió el jueves por la noche una segunda doble sesión marcada por la presencia de Cécile McLorin Salvant. La cantante tiene todo un club de fans en la capital alavesa y eso se notó mucho antes de que ella completase una jornada que le tocó abrir al vibrafonista Joel Ross.
El norteamericano volvía a la capital alavesa tras varios años de paréntesis, un tiempo en el que su carrera ha dado un paso importante tras la publicación de su último disco, Nublues, un trabajo muy bien valorado y apreciado. Con él bajo el brazo se estrenó en el pabellón –su anterior cita con el público alavés se produjo en el Principal–, en un recinto en el que terminó por hacer menos calor de los esperado, por fortuna.
Muy bien arropado por casi todos los músicos que tomaron parte en la grabación del citado trabajo, Ross desplegó esa mirada que ha querido lanzar desde el jazz al blues y a las baladas, un acercamiento muy accesible, además, al público en general. Así que Mendizorroza respondió a la propuesta con ganas y gusto, conectando con las creaciones del vibrafonista, más alguna que otra versión.
Además, Ross supo desplegar todas las habilidades que le contemplan como intérprete, contando con un grupo muy bien armado y unido. Un concierto sin fisuras y con unas cuantas perlas que llevarse en la mochila. Es de esperar que no pase tanto tiempo para volver a tenerle por estos lares.
Y ella hizo acto de presencia
No se sabe si es algo pretendido por la organización del certamen o mera casualidad, pero lo cierto es que ahora se cumplen diez años de la primera actuación de Cécile McLorin Salvant en la capital alavesa. Con aquel concierto en el Principal, hoy todavía recordado por muchos, la cantante se hizo un hueco en la historia reciente del certamen, que ha vuelto a contar con ella en más ocasiones. Y que se repita más veces, pensará más de uno.
En este decenio, la cantante ha alcanzado una posición más que destacada en el panorama internacional. Tiene en casa tantos premios que debe ser complicado ubicarlos todos. Pero, sobre todo, cuenta con el favor del público, algo que se ha ganado a pulso tanto como intérprete como, sobre todo, en su papel de creadora. Ese encantamiento volvió a producirse en su nuevo paso por el viejo polideportivo.
Es Mélusine su último y aclamado disco, aunque de él poco o nada. Sabiendo de lo que es capaz de hacer sobre el escenario, da hasta casi igual qué repertorio seleccione en cada ocasión. Su voz, manera de estar frente al público, su capacidad para saber moverse por diferentes momentos son argumentos suficientes.
Así que el público se aprestó tras el descanso a dejarse llevar, en la confianza plena de que en la piscina había agua sí o sí. Es una sensación peligrosa, de todas formas. Cualquiera tiene un día torcido o que no termina de cuadrar. La seguridad no existe y menos cuando de creación se trata. Pero no fue el caso. La compositora, la cantante, la artista quiso y supo responder a la entrega de los presentes. Gracias a la vida que me ha dado tanto... y el público puesto en pie.