Se quiera o no, todos los conciertos que se van a producir en esta cuadragésimo séptima edición del Festival de Jazz de Gasteiz sobre las tablas del Principal van a ser especiales. A la fuerza. Cada sonido es como una cuenta atrás antes de la despedida final hasta dentro de bastante. Un adiós pero también un arranque que caracterizaron el concierto de Christie Dashiell en el centenario edificio de la calle San Prudencio.
A la cantante le tocó este lunes una doble función. Por un lado, presentarse a sí misma por primera vez en el certamen de la capital alavesa (buen detalle el par de guiños sencillos pero efectivos en euskera). Siempre es importante dejar una buena tarjeta de presentación en un evento de este tipo, con su historia e impronta. Por otro lado, fue la encargada de subir el simbólico telón de esta edición, puesto que en sus cuerdas vocales estuvo la primera actuación del programa oficial. Lo hizo acompañada por Allyn Johnson (piano), Romeir Mendez (bajo) y Carroll Dashiell III (batería), sobresaliendo y con mucho la actuación del primero sobre los otros dos.
Con todo vendido en el patio de butacas y preferente desde bastante antes del inicio del recital, se abrió también el primer anfiteatro. Sin duda, una más que destacada respuesta por parte de la gente a esta actuación de apertura.
La joven promesa
Aunque ya lleva camino recorrido y atesora algún que otro reconocimiento de relevancia como talento emergente, Dashiell está ahora asumiendo los nuevos retos que deben marcar su senda como líder. Lo hace con un segundo disco, Journey In Black, que está siendo la excusa perfecta para ofrecer a este lado del Atlántico una serie de conciertos como el realizado en Vitoria, su primera y única actuación en tablas estatales.
En esta puesta de largo, la artista quiso compartir con el público buena parte de aquello que la caracteriza no solo como creadora, sino también como persona. Al fin y al cabo, las canciones de este álbum hablan de su experiencia como mujer negra ante diferentes momentos y circunstancias de la vida. Es evidente que le quedan pasos por dar y que hay que dejar a un lado esas etiquetas de “joven promesa” que tanto daño hacen a algunas carreras, cargándolas de una responsabilidad excesiva. Pero ella supo dejar al público con ganas de más y eso nunca es malo.
Lo hizo en un concierto un tanto corto al que la cercanía e intimidad que proporciona el Principal le vino como anillo al dedo. Hubo momentos más enérgicos, otros delicados, el guiño a los referentes (Stevie Wonder) que nunca debe faltar... Habrá que esperar a futuras visitas de la cantante para ver cómo va evolucionando y creciendo, pero es indudable que tiene argumentos suficientes como para ser optimistas. El público así lo entendió y lo aplaudió.