Materia. Cuerpo. Imagen. Resumir es imposible pero estas tres palabras son indispensables para acercarse al camino creativo que viene desarrollando a lo largo de los últimos años el artista plástico gasteiztarra Ibon Landa Amutxategi. Una senda que le está llevando a diferentes lugares, como sucedió durante la segunda mitad del año pasado, cuando fue elegido para llevar a cabo una residencia en Bélgica. Ahora está de nuevo en Bilbao, donde ha fijado su residencia y su espacio principal de trabajo.
¿En qué momento dice: el arte puede ser mi profesión de futuro?
–No hay un momento concreto en el que te dices a ti mismo: es ahora cuando voy a empezar a intentar vivir de esto. Es algo gradual. Mi decisión fue el resultado de un compendio de pequeñas decisiones. Fue ir dándole continuidad a las cosas. Estás en el grado de Arte en la Facultad de Bellas Artes. De ahí, vas tirando de convocatorias, coges un estudio con unos amigos... Yo acabé la carrera por Escultura. Se me hacía difícil llevar a cabo mi trabajo aquí, en casa de mis padres. Ahí hubo una primera pequeña decisión. Ese es el camino, tener siempre el deseo de dar continuidad a procesos de trabajo que igual han tenido un pit stop por una exposición o una presentación, por ejemplo.
El trabajo en el ámbito de la cultura es precariedad, inestabilidad... ¿Por qué aceptar el reto?
–No, laboralmente no es lo más seguro que hay. Es ir mentalizándote con respecto a lo que va a venir. Las expectativas juegan aquí también un papel importante, lo que le pides a esto. En esta precariedad económica, no voy a tener expectativas de ser, igual, económicamente regular, con una cantidad de ingresos que me pueda permitir siempre hacerle frente a gastos más ociosos. Siempre estás mirando gastos de alquiler, comida... lo básico. Todo se va ciñendo a esas posibilidades para poder seguir trabajando en el arte. Hubo un momento en el que le escuché a un amigo decir que él no le iba a pedir al arte dinero para vivir, que él haría el arte de una manera paralela y que obtendría ingresos por otro sitio. La primera vez que escuché eso, me dio tranquilidad. Parece que todos tenemos que vivir de nuestra práctica y, en realidad, hay infinidad de opciones o, por lo menos, cada uno busca su puzle para llevar la vida adelante. Es intentar mantener un mínimo de horas en el estudio y un mínimo de ingresos al mes e ir haciendo ese puzle.
Más allá de los proyectos concretos, ¿qué cree que define la huella, el sello de Ibon Landa Amutxategi?
–Mi manera de acercarme a los materiales desde su fisicidad y desde un contacto del cuerpo hacia el material, que condiciona lo que vaya a venir en esa relación matérica. En ese campo, me ocupa bastante el tema de la escultura y el espacio. En el fondo de la práctica que tengo está esa preocupación por los elementos y objetos que creo desde esa relación matérica, y luego qué relación corporal tiene eso con el espectador, de cuerpo a cuerpo.
En esa labor, suele utilizar materiales ya usados a los que ofrece un nuevo significado. ¿Es algo consciente, es resultado de una pura necesidad económica, depende del proyecto...?
–Ahí se mezclan varios factores. Es condicionante la misma necesidad de obtener materiales de manera más rápida. Si tienes objetos a mano que ya no tienen valor para otras personas, para mí son una oportunidad. Un objeto que ya no tiene ningún uso, me da opción a trabajarlo sin complejos. Esa es la razón principal, el poder trabajarlos con desparpajo, no tener miedo a que eso vaya a perder valor, sino que lo que hace es incrementarlo. Eso según mi criterio, claro. Igual luego hay alguien que dice: has hecho más mierda todavía la mierda. Esa es la razón número uno, saber que esto no vale nada y ahora puedo empezar a trabajar tranquilo. Resignificar un material es algo importante para mí.
" Parece que todos tenemos que vivir de nuestra práctica y, en realidad, hay infinidad de opciones"
Mencionaba antes al público, a la relación con personas que se encuentran con una pieza sin conocer los procesos muchas veces. Se está en un momento en el que la relación arte contemporáneo y sociedad no es muy estrecha que se diga. Más bien todo lo contrario. ¿Piensa mucho en el espectador o espectadora?
–Cuando trabajo, siempre tengo a alguien en mente. En esa relación, cuando alguien viene a ver mi obra, en conversaciones posteriores con familia o amigos, ves que agradecen la conversación. En el momento es difícil para ellos tener un disfrute y estar tranquilos viendo una pieza. Percibes que hay necesidad de algún discurso, de un contexto. Cuanta más información tengamos, más nos va a llenar. La cuestión es qué información somos capaces de obtener sin un discurso textual. Tenemos los sentidos, somos capaces de obtener información a través de ellos. El entendimiento, por lo menos a veces, no tiene que venir desde lo textual. Pero también te digo que con esta cuestión, todavía estoy intentando asentar algunas cosas. Es verdad, de todas formas, que el arte contemporáneo no está cercano en el día a día de la sociedad. Es un tema bastante complejo y todavía no entiendo muy bien las razones por las que la situación está así.
Su práctica tiene mucho que ver con tocar, con trabajar el material de manera física. ¿Cuál es su relación con las nuevas tecnologías, con la aparición de la Inteligencia Artificial?
–El primer contacto siempre es desde el entorno. El primer contacto siempre es de seducción. Pero luego, al poco me doy cuenta de los peligros que pueden tener o de los usos abusivos. Me parece que a veces esa primera seducción puede eclipsar lo que estas nuevas tecnologías pueden llegar a estructurar a la sociedad.
"Salir fuera te da distancia para ver qué es lo que tienes en casa y, también, diferentes prácticas que suele haber en el contexto vasco con respecto a otros lugares"
Su reciente estancia en Bruselas no es ni la primera ni la única convocatoria de este tipo en la que participa. ¿Qué busca encontrar en este tipo de iniciativas?
–En Bruselas han sido seis meses, un tiempo en el que te entra mucho por los poros lo que vives ahí. Salir fuera te da distancia para ver qué es lo que tienes en casa y, también, diferentes prácticas que suele haber en el arte ya sea en Bilbao o en el contexto vasco con respecto a otros lugares. Además de vivir seis meses en una ciudad en la que hay mucho movimiento de arte, el programa de residencias en el que he estado ha supuesto encontrarme con otras nueve personas de diferentes países y eso me ha servido para ver qué mochila lleva cada uno. La vivencia y la convivencia está muy bien para ser consciente de los porqués. Es lo más rico de este tipo de experiencias. Estás compartiendo con personas que intentan hacer lo mismo que tú, seguir profundizando en la práctica artística de cada uno. Aprendes bastante de las inquietudes que mueven a cada persona y de las situaciones diferentes en las que cada uno está.
"Me gustaría que hubiese un equilibrio entre producir y mostrar trabajos. Esa balanza ayuda bastante"
Ahora que menciona el contexto vasco, ¿es propicio para poder desarrollar una carrera artística?
–Yo diría que sí. Cuando sales de la carrera, tienes estas oportunidades de becas, convocatorias... que te pueden ayudar a propulsarte en el inicio de tu práctica artística. Pero luego hay que aprender a vivir más allá de eso, en el equilibrio.
2024 es el año de los centenarios de Chillida y Basterretxea. ¿Las nuevas generaciones de artistas vascos mantienen esos referentes o, aún reconociendo el pasado, piensan de manera exclusiva en mirar hacia delante?
–En lo que es mi entorno, sí que hay un reconocimiento. Cuando empiezas en esto, son años de ver y de consumir mucho arte. Son años de nutrirte y de alimentarte de lo que ha habido hasta este momento. Pero creo que, teniendo esas referencias, tienes que llevar a cabo tu práctica. Al igual que ellos hicieron con sus referentes previos, es necesario ese tirar adelante o adecuarse a las nuevas inquietudes. Insisto, sí hay reconocimiento y, de alguna manera, esa herencia está, se traspasa.
¿En qué está ahora?
–Después del poso de la residencia de seis meses, habiendo estado un tiempo trabajando como profesor, quiero de nuevo meterme en el estudio para llevar a cabo un par de proyectos que tengo para verano. Estoy con ganas de volver al estudio.
Por cierto, ¿por qué en Bilbao?
–Cuando hice el master de Pintura de la UPV volví a Bilbao y ya me quedé. Vi que, en ese momento, había mucha gente que estaba trabajando en el arte y para mí es importante tener esa comunidad para seguir trabajando. Hay ocasiones en las que es difícil mantener viva la motivación. En Bilbao encontré a ese entorno propicio.
¿Y el futuro?
–Es una pregunta casi imposible de responder. A nivel de deseos, me gustaría seguir trabajando en el estudio, tener proyectos en marcha para poder seguir alimentando el camino. Me gustaría que hubiese un equilibrio entre producir y mostrar trabajos. Esa balanza ayuda bastante. Tanto mostrar mucho sin tener tiempo de estar en el estudio como lo contrario es difícil. El equilibrio es importante.
Igual no es consciente del todo, pero se habla y se escribe cada vez más de usted. ¿Cómo lleva esos reconocimientos o esas expectativas sobre lo que puede ser su carrera?
–El reconocimiento siempre es de agradecer. Ayuda. Y hay que saber poner cada cosa en su escala. Es muy importante pero es solo eso, por así decirlo. Es algo que te da fuerza para decir: hay que seguir.