Es ahora cuando las páginas de Perder la tierra (La Consentida Editorial) empiezan a estar entre las manos del público pero, en realidad, este poemario empezó a esbozarse hace cinco años, cuando Ania Otaola Allende se fue de Gasteiz. En ese momento, no solo dejó atrás una ciudad. Ahí comenzó un viaje geográfico e íntimo que iba a terminar, sin saberlo en ese momento, en estas palabras escritas y compartidas.
“Me gustaría que la gente que lea el libro se sienta un poco más libre para vivir. También que se haga ciertas preguntas”
El 30 de mayo en la librería Zuloa y el 12 de junio en el Extitxu, la periodista y escritora vitoriana presentará un poemario que, desde hace unos días, ya está disponible. Serán dos buenas oportunidades para encontrarse con la autora y adentrarse en más detalles de ese viaje externo e interno que sustenta un libro compuesto por un centenar de poemas, así como por varias ilustraciones realizadas por Maialen Pascual (@kintanilla_tattoo).
“Me gustaría que la gente que lo lea se sienta un poco más libre para vivir”. No es un objetivo baladí. “También que se haga ciertas preguntas; eso es parte también de la poesía, igual que darse respuestas completamente alejadas del raciocinio”, describe la creadora. Esas son unas situaciones, de todas formas, que ya escapan en sus manos, que están en manos de terceras personas, de quienes se asomen a estas páginas.
Ida y vuelta
Marcharse de su localidad natal fue partir de una llanada “donde todo era racional, estipulado y estructurado; todo lo que rechazaba, en ese momento, lo asociaba con mi ciudad”. Al otro lado del Atlántico, en ese México donde empezó a desarrollar otra etapa de su vida, encontró una imagen que se quedó grabada en su cabeza, la del volcán que se levanta sobre la tierra, que puede ser calmado y furioso al mismo tiempo, que es impredecible, bello y letal.
La librería Zuloa el 30 de mayo y el Extitxu el 12 de junio acogerán las presentaciones previstas de esta nueva obra
“En el momento en que regreso a Vitoria, veo que todo lo que había vivido estaba muy desordenado. Y había cierta frustración por acabar otra vez aquí. A todas las cosas que había visto y vivido, necesitaba darles un sentido, una explicación y, también, una estética. Ahí empecé a escribir”, dice Otaola Allende. La poesía inició en ese momento su trabajo. “Me preguntaba: ¿dónde se queda lo que he ganado, lo que he perdido? ¿a quién le puedo contar este viaje? ¿a quién le puede importar?”.
El resultado de aquellas cuestiones, y de las apasionadas lecturas de firmas como la de Gloria Anzaldúa, es un poemario que “tiene mucho que ver conmigo”, pero no solo, puesto que habla de emociones, sentimientos, reflexiones que van más allá de una persona.
Se construye un viaje de ida y otro de vuelta, un camino físico –“hay una parte que tiene que ver con perder lo aprendido, lo heredado, lo identitario”– y también íntimo –“el cuerpo es un lugar de indagación para mí, un baúl de historias”–. Se escribe así una marcha cargada de entusiasmo y expectativas junto a un regreso lleno de experiencias y aprendizajes.
En este instante en el que el poemario ya es una realidad, “me siento cansada porque ha sido un proceso muy largo”. Con todo, otros escritos vienen reclamando su protagonismo y ella tiene ganas de “jugar mucho”. La literatura, también.