Contar con cinco perdedores “de gran corazón” un “cuento de amor” con forma de “drama divertido”. Así se presenta La sed del minotauro este jueves sobre las tablas del Jesús Ibáñez de Matauco. Tras el pequeño parón de estos días y después de cerrar la temporada invernal, la Red de Teatros de Gasteiz abre su cartel de primavera desde el espacio del centro cívico Hegoalde encontrándose, de nuevo, con Khea Ziater.
El encuentro con el público será a partir de las 19.30 horas, quedando todavía algunas entradas a la venta. A partir de ahí llegará “el texto más divertido de los que hemos hecho hasta ahora en nuestros filmes escénicos”, explica Alex Gerediaga, director y coautor de la obra junto a Jon Gerediaga. “Es la primera vez que nos ponemos optimistas”.
Todo ello para hacer un “retrato del amor y sus diferentes edades”, un relato contado, como es marca de la casa en la compañía, sirviéndose de no pocos códigos cinematográficos para hacer teatro. De hecho, en la obra se quiere hacer un guiño especial a la producción de los años 90. Así lo van a poder comprobar quienes se adentren en el bar donde sucede la historia.
Una cita a ciegas
Jon Ander Urresti, Ainhoa Artetxe, Miren Gaztañaga, Arrate Etxeberria y Txubio Fernández de Jaúregui son los encargados de dar forma y fondo a un relato que arranca con una cita a ciegas entre dos jóvenes. A partir de ahí, cualquier cosa y situación es posible, más allá de que, como remarca Gerediaga, “desde el principio hemos tenido claro que el público tenía que abandonar la sala queriendo a los cinco personajes”.
No hay, por tanto, antagonista. Ese papel, por así decirlo, se le atribuye a la propia vida, a las circunstancias, a aquello “que se nos pone en medio en la búsqueda de la felicidad”, como apunta Fernández de Jaúregui, más allá de que “no nos hemos puesto merengones”. Amor sí, pero dentro del sello, también con diferentes recursos audiovisuales, de Khea Ziater.
Se habla, además, del amor a las personas pero no solo a ellas. Se mira a todo aquello que puede llegar a configurar el día a día. Por ejemplo, el montaje también es un homenaje al bar como punto de encuentro, pero no a ese lugar que hoy se presenta con un diseño ultramoderno que o es o parece una franquicia impersonal. Aquí se pone en valor a ese lugar en el que verse las caras, ese sitio de charla, de desahogo, de complicidad, de reunión, ese local “donde están los de siempre y no solo”.