La arquitectura marcaba su senda profesional hasta que Errementari terminó por cambiar el trayecto hacia el audiovisual. Hoy, en la agenda de Izaskun Urkijo Alijo es complicado encontrar un hueco libre. El próximo sábado, ese camino pasará por Valladolid, por una gala de los Goya en la que está nominada en la categoría de mejor dirección de arte por su trabajo en 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola Solaguren.

Izaskun Urkijo Alex Larretxi

La fecha se va acercando. ¿Qué siente?

Mucha alegría. Estoy contenta tanto por lo que viene como por lo que está pasando. Sí me quiero preparar algunas cosas, como tener algo para decir en caso de que tenga que salir. Es muy difícil que eso pase, pero el otro día soñé que tenía que subir a un escenario y no tenía nada preparado. Lo pasé fatal, así que cuando me desperté, lo tuve claro (risas).

"Yo ya tengo una nominación, que es un premio de la leche. Si luego te quieren dar un Goya, eso ya te coloca en otro lugar"

Pero anda muy ocupada con varios trabajos al mismo tiempo. Tampoco es que tenga mucho hueco para detenerse en los Goya.

Eso es. Mira, la semana pasada estuve un día haciendo una publicidad en Madrid, a la jornada siguiente vine para rodar en Opakua un cortometraje de Lander Castro. Justo acabar me marché a Barcelona porque teníamos allí un acto de los nominados a los Gaudí y luego regresé a Bilbao, porque tenía que trabajar en la grabación de unos conciertos acústicos para HBO. Así que sí, bastante liada.

La lectura de nominaciones le pilló en Madrid.

Sí y lo primero que quise hacer fue celebrarlo con los amigos y la familia. Pero es verdad que estoy viviendo todo esto desde una cierta calma. Quizás las personas que son cercanas a mí pero no viven el cine desde dentro, lo ven como algo mucho más grandioso. Cuidado, para mí es algo muy, muy importante, pero lo vivo desde una distancia. No quiero que me abrume. Quiero estar tranquila. Sé que es un regalazo y lo disfruto, pero no quiero que me lleve cierta euforia.

Habrá gente que lea estas líneas y se pregunte: ¿pero una directora de arte, qué hace?

Sí (risas). Es una decoradora y también conseguidora. Siempre es muy complicado cumplir el plan de rodaje pero es que, además, sabes que cada día va a haber nuevos retos y problemas. Yo, que no he estudiado esto, lo que hago es, cuando me llega el guion, diferenciar entre lo que es atrezo de guion que sí o sí tiene que estar y entre cómo van a ser los decorados en base a cómo son los personajes. Quiero decir, en 20.000 especies de abejas, todo el mundo me dice ¡qué natural todo!. Pues ningún espacio era así. Por ejemplo, las casas donde viven la madre y la tía son lugares que tenían una decoración totalmente diferente. Así que vaciamos todo, pusimos suelo de madera, vinilamos los marcos de las ventanas, pusimos las cortinas, todos los muebles, empapelamos las paredes, las pintamos... En el taller lo mismo. O en la cabaña donde se hacía la apiterapia.

Es un trabajo esencial que, en realidad, luego no se tiene que notar en la pantalla.

Claro. Tiene que ser natural. Al espectador no le tiene que llamar la atención, pero sí le tiene que hablar y sumar. Creo mucho en la imagen subliminal y, por lo tanto, pienso que todo lo que ves te está informando. Tiene que pasar desapercibido y, al mismo tiempo, te tiene que estar contando cómo es la historia y los personajes. En esta película, además, están el mundo de las abejas y la escultura. En cada filme siempre hay elementos que desconozco, que tengo que investigar y recrear. Es lo más complicado que ha habido en 20.000 especies de abejas. En el mundo de la escultura, tuve que ir a talleres donde hacen este tipo de trabajos para informarme, saber cómo funciona y a partir de ahí, crear. A lo largo de la película, Ane, el personaje de Patricia López Arnaiz, va haciendo una escultura. Y puedes pensar que solo hicimos un único elemento que se iba transformando, pero para nada. Para cada toma teníamos un montón de réplicas de la misma pieza. Y así durante todo el filme. Y en el mundo de las abejas, igual. Hubo que aprender de todo.

"Sí me quiero preparar algunas cosas, como tener algo para decir en caso de que tenga que salir"

Duro pero interesante.

Es lo más bonito, conocer eso que tiene de especial cada película. Investigarlo y poder plasmarlo.

¿Pero el trabajo en, por ejemplo, ‘Erremantari’ y ‘20.000 especies de abejas’, que son dos películas muy diferentes, es, en esencia, el mismo o cada proyecto es empezar casi de cero?

Casi es empezar de cero. Cada una va a tener unas necesidades diferente sí o sí. Por ejemplo, Errementari era una especie de cuento y teníamos que diseñar y crear de cero un montón de elementos. Grabamos en plató y hubo que crear todo. En 20.000 especies de abejas fue más un trabajo de decoración y de atrezo. En Sobre todo de noche, de Víctor Iriarte, los decorados estaban, solo había que ambientar un poco. El trabajo fue que era una película de objetitos muy especiales. Es decir, cada filme tiene sus necesidades y con todo ello no puedes perder de vista algo importante y es el dinero que hay.

¿Consigue sentarse a ver una película como espectadora?

Cuando son las mías, el primer visionado difícilmente lo disfruto como una espectadora normal. No me gusta verlas en casa. Nunca pido que me pasen la copia. Me gusta ver en sala. En el segundo o tercer pase, ya sí, ahí empiezo a ser espectadora. Y disfruto. 20.000 especies de abejas la disfruté muchísimo. Igual que Irati. O Bizkarsoro, que me emociona muchísimo, aunque veo algún gazapo que me duele (risas). Desde hace casi dos años soy académica, así que veo mucho cine. Y en las películas de otros, claro que me fijo, pero estoy a todo. Además, es bueno fijarse en otros trabajos porque aprender mucho.

Para cuando ‘20.000 especies de abejas’ se estrenó en la Berlinale, tanto usted como el resto del equipo estaba ya en otros proyectos. Pero lo cierto es que la película se pone de largo en Berlín, luego gana premios en no pocos festivales, llega a las salas y hay más de 160.000 personas que van a verla... ¿Orgullosa de todo lo conseguido?

Cuando trabajo, nunca pienso en el espectador. No porque no quiera, sino porque voy a una película a hacer las cosas de la mejor manera posible. Me esfuerzo mucho en hacer mi trabajo como creo que se tiene que hacer. Tengo una parte como un poco obsesiva en ese sentido (risas). Cuando la película se estrena y soy consciente de que la gente la está viendo, la verdad es que me emociona mucho. En este caso, además, me llaman y me dicen que me han nominado. Es decir, que hay gente que ha visto la película y ha decidido que quiere reconocer mi trabajo. Eso me genera mucha alegría, muchas ganas de llorar y de no parar de dar las gracias. Realmente fue un trabajo duro y siento como una gran alegría. Ver que ha funcionado tanto y tan bien, me da paz. Y me ayuda a reconocerme, a decirme: Izas, vamos bien (risas).

"20.000 especies de abejas la disfruté muchísimo. Igual que Irati. O Bizkarsoro, que me emociona muchísimo, aunque veo algún gazapo que me duele"

Se gane el Goya o no, ¿la nominación tiene que servir laboralmente?

Ya está sirviendo. Cuando hicimos la presentación de los nominados en Madrid, aquel día nos pusimos en contacto unos con otros. Quiero decir, solo aquel día, ya me intercambié el teléfono con productores, directores de arte, con... Te vas relacionando y alguien te dice: oye, tengo una película en mayo en el País Vasco. De ahí ya se genera más trabajo, te conoces personalmente, te pones cara, es más fácil que la gente confíe en ti. Yo ya tengo una nominación, que es un premio de la leche. Si luego te quieren dar un Goya, eso ya te coloca en otro lugar. Pero la nominación por sí sola ya es un reconocimiento muy importante.

Son varios los apartados técnicos de ‘20.000 especies de abejas’ que están nominados. ¿Cómo fue el trabajo, ese que no se ve?

A veces ocurre que cuando una película gusta mucho, el espectador ya se empieza a fijar más en los detalles técnicos. Esta película ha gustado mucho y, además, ha llegado en un momento necesario. Por eso creo que el académico se ha fijado más en esos departamentos técnicos. El contacto entre las diferentes áreas es esencial. Tiene que haber un trabajo en equipo muy coordinado. En esta película hubo mucha exigencia y creo que la respuesta del equipo técnico fue de mucha entrega.

No es el primer trabajo de Estibaliz Urresola Solaguren, pero sí su debut en el largo de ficción.

Yo estuve con ella en Polvo somos y después me ofreció hacer Cuerdas, pero en aquel momento yo estaba con Irati. Tengo costumbre de trabajar con directores primerizos. Me pasó con Paul Urkijo, con David Pérez Sañudo y con Lara Izaguirre, aunque en su caso era con el segundo largo... A Esti, a la hora de trabajar, le gusta mucho la sutileza y lo poético. Es también muy exigente. Siempre se nota cuando es una primera película. Al final, con la experiencia se aprende. A mí me pasa también, en cada trabajo aprendo. Pero es verdad que ella tenía muy claro lo que quería contar con 20.000 especies de abejas. Personalmente, siempre la animé a que hiciese la película que quería hacer.

Miremos a las nuevas generaciones, a quienes vienen por detrás. ¿Dónde formarse para ser directora de arte? ¿Y qué les aconsejaría a quienes hagan el camino?

Yo no estudié cine. Hice arquitectura. De hecho, me dediqué al urbanismo, hice bioconstrucción, iba hacia arquitecta municipal incluso (risas). Pero surgió Errementari y tiré por ahí. Sí que pienso que la cuestión es cultivarse para cuando llegue la oportunidad. Sí que puedes estudiar dirección de arte en Barcelona, por ejemplo, que hay una buena escuela. Y creo que algo muy bueno es que, en cuanto puedas, te inicies en los rodajes de cortometrajes o lo que puedas: meterse como meritoria, aunque sea para cargar y descargar camiones... Eso te va a servir conocer el lenguaje del cine. Una cosa es saber de decoración o tener gusto estético, y otra ya moverse en el mundo del cine. Es un mundo complejo. Y, al mismo tiempo que aprendes, debes tener algo que ofrecer. Por eso, tienes que ir cultivándote. Y, además, no quieras ir muy rápido. Un rodaje es muy largo y la gente suele tropezar por el desgaste.

¿Planes para 2024?

Sí que he empezado el año con enero muy a tope y sí que me están hablando de largometrajes para los próximos meses. Pero, de momento, no hay nada cerrado. Además, estoy con una productora, Petra Garmon, en cuestiones de publicidad tanto en Madrid como en Cataluña. Estoy muy contenta con ellos.