Llevarlo a las páginas que ahora están en manos de los lectores llevó “dos años largos” de escritura, trabajo y cuidado, sobre todo porque una parte fundamental de este proyecto tiene que ver con Miguel Delibes, sus formas de hacer, sus maneras de transmitir, sus historias relatadas. Pero, en realidad, La atardecida (Editorial Adarve) empezó a esbozarse hace mucho tiempo, cuando Jesús Carrascal Castillero era un niño y pasaba los veranos en Aldeayuso, ubicado en la provincia de Valladolid.
Aquellas gentes, las formas de hablar, el carácter, las vivencias compartidas, los relatos escuchados... fueron creando un sedimento, también plasmado en los apuntes que el escritor vitoriano fue tomando desde que tenía 12 años. No había que olvidarse de nada porque él quería escribir una novela que ha terminado publicando por otra razón importante, se lo prometió a su padre.
Fue él quien le inculcó el amor por Delibes, una pasión que se plasma en esta publicación pero también en el perfil de Twitter (@jcarrascalc) que lleva. “Solo hablo de Delibes y tengo 6.000 seguidores; es impresionante lo que genera”.
La huella del maestro de Valladolid, sobre todo de Los santos inocentes, se hace patente en la temática de la obra, pero también en el arranque de la novela. “La entrada al libro es muy Delibes, y luego ya voy definiendo mi estilo propio”, describe el autor vitoriano, quien recuerda que fue su progenitor quien le transmitió la devoción por quien firmó títulos esenciales como El hereje.
Así se construye un homenaje triple. Por un lado, tanto a Delibes como a su padre. Por otro, a todas esas personas de los campos de Castilla que, de una manera u otra, están aquí reflejadas, “esas personas que viven ahí abandonadas de la mano de Dios, de las que nadie se acuerda, que son como un grupo de extraterrestres que está a sus animales, a sus tierras, a si llueve...”.
Recuerdos compartidos
Todas estas intenciones se traducen en una novela protagonizada por una “persona octogenaria que siente la muerte cerca y que va recordando diferentes etapas de su vida”. Se construye así “una mirada al mundo rural, al campo, a la naturaleza…” tomando como punto de partida hechos reales, los que vivió en primera persona Carrascal Castillero.
Por eso, el creador apunta que “espero que la gente perciba, cuando lea este libro, que está escrito con el corazón y con sensibilidad”. De hecho, ya se está encontrando con no pocos comentarios y mensajes de lectores que se sienten identificados con estas páginas.
“Aparecen muchos motes y hay gente que me dice que en realidad son de su pueblo”, sonríe. “Muchas personas recuerdan, cuando lo leen, a sus abuelos y abuelas, a sus familiares, aquellos veranos...”.
Él pasó unos cuantos en Aldeayuso. “Lo que más me llamaba la atención era el habla y la forma de vivir”. Así se refleja en una primera novela que no será la última. Carrascal Castillero sigue escribiendo. Todo llegará. De momento, la atención se centra en La atardecida, un libro en el que “sigo encontrando algo nuevo cuando lo vuelvo a leer”. l